El reacomodo generacional sobre el que se diseña el cambio de mesa directiva en la Federación de Guerrerenses Radicados en Chicago, responde a una lógica de transición indexada a la visión que tienen los americanos al analizar a futuro la migración en ese país: de acuerdo a cálculos demográficos la población hispana ocupará en 40 años un tercio del total de la población estadounidense.
Es decir, del 16 por ciento actual, la población latina, -mexicana en un 74 por ciento-, tendrá un desdoblamiento de poco más del 30 por ciento en cuatro décadas, un aumento del 140 por ciento, lo que modificará los espacios de interacción política de los migrantes en ese país, y reorientará el enfoque de relaciones binacionales entre México y USA.
De hecho, tal proyección mantiene encendidas las alarmas de sectores conservadores anti migrantes en Norteamérica, reflejadas en el apoyo incondicional entregado al presidente Donald Trump como recursos inmediato para frenar la creciente presencia de los hispanos en la Unión americana.
De ahí que a diferencia de hace dieciséis años, cuando la Federación de Guerrerenses en Chicago sufrió la mayor ruptura organizacional en su estructura representativa ante la disputa intransigente por el liderazgo de la agrupación, ahora la conformación de la nueva mesa directiva de la FGC refleja una fina costura.
Todo indica que los guerrerenses, al igual que otras organizaciones de migrantes mexicanos originarios de diversas entidades, han entendido que el desafío se localiza en construir una estructura social capaz de alimentar la lucha por una reforma migratoria con la participación de la segunda y tercera generación de paisanos nacidos en estados Unidos.
El rompimiento de la FGC en 2004, significó el surgimiento de otra robusta organización de migrantes altamente politizada en suelo extranjero; los Clubes Unidos de Guerrerenses en el Medio Oeste Americano, liderada por el igualteco Erasmo Salgado, e incubó una polarización entre ambos grupos suficiente para pensar que el tamaño del desencuentro resultaba irreversible.
Al final de cuentas, la fuerza de ambos grupos se consolidó no en base a la conceptualización muscular de medir fuerzas, sino a partir de propuestas para definir líneas de entendimiento con el gobierno mexicano y los gobernadores guerrerenses en la creación de mecanismos de cooperación económica binacional, lo que permitió una especie de reconciliación gradual.
En ese periodo de poco más de tres lustros, la Federación de Guerrerenses creada en 1997 con la participación de cinco clubes de migrantes originarios de las comunidades guerrerenses de Temaxcalapa, Amealco, Teucizapan, Xonacatla y Tlatzala, aumentó su membresía de afiliados y asimiló una serie de relevos conducidos por los líderes veteranos del movimiento migrante establecidos en Illinois y estados circunvecinos, hasta que se abrió el espacio en 2017 a nuevos cuadros de trabajo representados por Etelverto Bustamante, actual líder de la organización.
En este contexto, la transición de directiva que se dará en los próximos días, tiene como antecedente haber sido escenario de los más diversos estilos de representación política y personalidad discursiva. Desde su fundación han ocupado la presidencia de la Federación; Manuel Martínez, Isidro Arroyo, Eleuterio Fernández, Carmen Ríos, Greg Salgado, Fabián Morales, Rubén Salgado, Joaquín Damián, Antonio Morelos,
Por lo pronto, la construcción de la planilla única que se someterá a votación en unos días para el relevo de directiva, contiene nombres de representantes con destacada carga de experiencia y personajes jóvenes pertenecientes a la generación que además de dar continuidad a las prácticas culturales de guerrerenses en Estados Unidos, encajan en el perfil encaminado a contrarestar el discurso de encono de Donald Trump hacia los migrantes.
Por lo menos, la realidad de los norteamericanos hundidos en la polarización del discurso racista y el sistemático mensaje ideológico de construir un muro, colocan a las organizaciones de migrantes en la ruta de buscar estrategias para sostener en el corto plazo la defensa de los derechos pro migrantes.
De acuerdo a cifras oficiales, hay más de 11 millones de inmigrantes ilegales y aproximadamente 32.4 millones legales en Norteamérica y el flujo de indocumentados no se detiene aún cuando el mejor aliado de Trump es el gobierno mexicano de López Obrador, que se comprometió con la Casa Blanca para evitar el ingreso de ilegales a cambio de que no se aumenten aranceles comerciales.
La clave de sobrevivencia de las organizaciones de paisanos se localiza en capitalizar los avances obtenidos a favor de migrantes con gobiernos estatales y alcaldes de USA, -licencias de manejo e identidad civil, entre otros logros-, e integrar a las generaciones de hijos y nietos de migrantes en proyecciones de cabildeo y posicionamiento dentro del Capitolio americano. Dicho en otras palabras, una mezcla de viejos y jóvenes.
En febrero pasado, intercambié expresiones con Alfredo Arroyo, Secretario de la Federación de Guerrerenses en Chicago y activista comunitario nacido en USA pero cuyos padres son originarios de Amealco, municipio de Ixcateopan de Cuauhtémoc, quien se anticipó a las expresiones de reclamo social registradas hoy en casi todas las ciudades de América y advirtió la urgencia de evolucionar en la lucha migrante con el fin ya no nada más de ocupar las calles con manifestaciones, sino empoderar en el mediano plazo a los migrantes guerrerenses en decisiones de gobierno.
Independientemente del compromiso para fortalecer la promoción de costumbres y tradiciones mexicanas en estados Unidos, los migrantes deben dar el paso a un crecimiento en el espectro cívico de la Unión americana, señaló el líder de apenas 34 años.
Por lo pronto, la nueva dirigencia de la FGC se moverá en un terreno social desconocido generado por la pandemia del Covid-19. La primer tarea es saber que van hacer los migrantes después del coronavirus.
En esa perspectiva radican su sobrevivencia los grupos de migrantes: evolucionar o extinguirse.
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