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La boda del General Vicente Guerrero en Ometepec

Categoría: La Costa Brava Publicado: 18 Enero 2015
Escrito por JAIME LÓPEZ JIMÉNEZ
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*El Caudillo del Sur contrajo matrimonio con la señorita Ma. Guadalupe Hernández

*Procrearon una niña: Ma. Dolores Guerrero Hernández

La vida de quienes se incorporan a las páginas de la historia, está llena de mitos y leyendas; además, mantienen detalles personales

escondidos en las sombras y bajo el polvo de los archivos históricos. Este es el caso de la boda del consumador de nuestra Independencia Nacional, como lo veremos a continuación.

Desde muy joven, nuestro personaje acompañaba a sus familiares quienes se dedicaban al negocio de la arriería, viajando a

diferentes poblados de la Costa Chica principalmente a Ometepec; y en ese ir y venir de Vicente Guerrero, lo sorprende el estallido del movimiento de independencia iniciado por Miguel Hidalgo y secundado por Morelos; incorporándose Guerrero  al contingente de Hermenegildo Galeana.

En diciembre de 1812, Morelos dio la comisión a Vicente Guerrero para que comandara una expedición contra los puntos fuertes de los realistas, desde la costa sur de Oaxaca hasta Tehuantepec; de donde se dirigió a la Costa Chica. Entraron a Ometepec y se hospedaron mismo donde establecieron su cuartel general. La división insurgente permaneció en ese lugar en espera de José María Morelos, quien llegó a principios de marzo de 1813.

Antes de partir a Acapulco, Morelos ascendió a Vicente Guerrero como teniente coronel, designándolo comandante del recién creado Distrito de Ometepec. Para celebrar su nombramiento Vicente Guerrero, quien conocía el estupendo apetito de Morelos dispuso de una exquisita comida costeña, donde no faltó el caldo rojo de res con su respectiva yerba santa y  plátanos hervidos, además la tradicional iguana en chile ajo; todo esto acompañado desde luego con sus tortillas directas  del comal, queso fresco y frijoles apozonques con hepazote. Como postre, Morelos se deleitó con

los famosos bocadillos de coco y panela (cocada), rematando con gruesos tragos del refrescante chilate hecho a base cacao, azúcar, arroz dorado y canela.

De inmediato Guerrero se hizo cargo de la organización de los pueblos amuzgos, nahuas, mixtecos, tlapanecos y afromestizos de

la Costa Chica. Aprovechando la estancia en la región y para seguir con el festejo de su nuevo nombramiento, se animó a proponerle matrimonio a su

novia, la hermosa joven María Guadalupe Hernández, misma que pertenecía a una de las mejores familias de Ometepec; y de quien se había enamorado desde que se conocieron. Esta boda tuvo lugar a fines de marzo de 1813, y fue una fiesta donde la tornaboda se prolongó por varios días de comilonas, bailes y jolgorio en general como suelen ser estos eventos en la Costa.

Para el mes de junio los jefes de la insurgencia fueron convocados por los miembros del Congreso para reunirse en Chilpancingo, donde Guerrero aprovechó la oportunidad para visitar la casa de sus padres en Tixtla. Su esposa Guadalupe que lo acompañaba, se hallaba en estado de gestación y decidieron que ella se quedara con la familia para tener su bebé. Debemos señalar que don Vicente tenía ya una hijita de nombre Natividad, que vivía en la casa paterna.

Al poco tiempo, Morelos a petición del propio Guerrero y para estar cerca de su esposa, le encargó el mando de la División Militar del Sur, protegiendo al Congreso en la zona de los valles de Tixtla y Chilpancingo. Esto le permitió al insurgente gozar un breve tiempo de paz en su tierra y pudo disfrutar de la compañía de su familia, de su esposa Guadalupe y de la pequeña María Dolores recién nacida.

Es de advertirse, que no se pretende relatar el perfil biográfico, militar o político de Vicente Guerrero, más bien se trata el tema de su matrimonio y la relación que mantuvo con su esposa María Guadalupe y la hija de ambos María Dolores. Ello justifica los frecuentes saltos en el avance cronológico de esta narración.

Así pues, oportunamente Guerrero y Agustín de Iturbide, acordaron dar fin a la contienda llevándose a cabo el “Abrazo de Acatempan” el 10 de febrero de 1821. El 21 de julio de ese mismo año Iturbide fue coronado emperador de México; abdicó al trono, se exilió en Italia y al pretender regresar al país fue fusilado en el poblado de Padilla, Tamaulipas. Vicente Guerrero asumió la presidencia de la república federal el uno de abril de 1829, quien según sus biógrafos, gobernó bajo los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad; y encomendado siempre al Gran Arquitecto Universal.

Presintiendo su muerte, Guerrero redactó su testamento el 4 de septiembre de 1830 ante el notario público Jesús B. Morales. Y dejó cien pesos para limosnas a su patrona la Virgen de Guadalupe; dispuso que fueran aplicadas a su alma las misas que su esposa María Guadalupe Hernández dispusiera, y expresó que dejaría huérfana a su hija María Dolores, de dieciocho años. Nombró como albacea de todas sus fincas a su esposa, que era su natural administradora, disponiendo que se pagaran sus deudas y se cobrara a sus deudores.

Por maquinaciones de Anastasio Bustamante, en ese entonces vicepresidente de México, se levantó una rebelión en contra de Guerrero quien personalmente trató de sofocarla, siendo traicionado por el marino italiano Francisco Piccaluga, quien lo hizo prisionero en el bergantín “El Colombo” y entregado a sus enemigos. Fue fusilado en la Villa de Cuilapan, Oaxaca, el 14 de febrero de 1831 y fue enterrado ahí mismo.

En 1833 sus restos fueron exhumados de Cuilapan y trasladados a la iglesia de Santo Domingo de Oaxaca. En 1842, a iniciativa del presidente Antonio López de Santa Anna, se trasladaron los restos del consumador a la ciudad de México, donde fueron recibidos por su hija Ma. Dolores Guerrero Hernández, ya para entonces casada con Mariano Riva Palacio; además, familiares y amigos.

Los datos sobre la épica vida del general Guerrero, los encontramos en diferentes archivos o libros que tratan sobre el tema; y el caso especial de su boda en Ometepec, fue tomado de la obra: La vida de Vicente Guerrero, publicado por Editorial Grijalbo y de la autoría de Raquel Huerta Nava.

 

DON NARCISO HERNÁNDEZ RAMÍREZ Constructor de Iglesias (1917-2010)

Categoría: La Costa Brava Publicado: 23 Julio 2014
Escrito por Andrés Arias Jurado/Chilapa
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En uno de mis tantos recorridos que he realizado por casi todo el estado de Guerrero tuve recientemente la oportunidad de conocer una gran historia, la de un personaje que a pesar de sus grandes obras, de su trabajo realizado por más de 60 años, su nombre ha pasado desapercibido, afortunadamente gracias a la recopilación de información por parte de los integrantes de la familia Hernández Morales lo rescatamos y hoy se las daremos a conocer.

Corría el año de 1917 el mundo se convulsionaba por la “Primera Guerra Mundial” en tanto que el país se encontraba sumido en una tremenda depresión económica,  debido a los recientes acontecimientos vividos antes, durante y después de la “Revolución Mexicana”.

Sin embargo en el seno de una familia, el 28 de octubre de ese año nacía en una humilde vivienda de Tlalpizaco, perteneciente al municipio de Chilapa, un niño al que bautizaron con el nombre de Narciso él sería el tercero de 5 hermanos del matrimonio conformado por don Ángel Hernández y doña Herminia Ramírez.

Eran tiempos difíciles para la iglesia, punto neurálgico de esta historia, debido a que en 1910 tras la victoria de Carranza y Obregón se promulgaba la nueva Constitución, la cual estableció una política de intolerancia religiosa que privó a la Iglesia de toda personalidad jurídica.

Los católicos de Chilapa siempre mesurados no ofrecieron una respuesta violenta cuando la Constitución entró en vigor, y se optó por iniciar una lucha pacífica para modificar aquellas partes que les afectaban directamente. Pero en el año de 1926 se desató la “Guerra de los Cristeros” la que duró 3 años y que sin embargo lleno de luto y de vergüenza a muchas familias en todos los rincones de nuestro país.

En tanto esto sucedía, cobijados por su familia en Tlalpizaco, los hermanos Hernández Ramírez trabajaban arduamente en el campo, sobreviviendo de lo poco que le podían arrancar a la tierra.

El joven Narciso que era el más inquieto, decidió cambiar el rumbo a su vida, y lo hizo al comenzar a trabajar de peón de albañilería una incipiente industria en México, pero que vendría a cambiar el concepto de la construcción, sobretodo de las primitivas edificaciones de las viviendas mexicanas, ya que en esa época solo se construían casas de madera o de adobe.

Con la construcción llegarían las edificaciones de los grandes edificios, de los grandes templos y que en Chilapa tras el incendio de su iglesia principal en el año de 1930, la diócesis de Chilapa iniciaría la reconstrucción del templo bajo las ordenes del entonces Monseñor Ramón Ibarra y González, encargandose las obras a don Federico Mariscal, creando la imponente catedral que inclusive llegó a ostentar el titulo de la cuarta más importante México y una de las más grandes de Latinoamérica.

Para ese entonces el joven Narciso que ya había cumplido 26 años y se había casado con Glafira Morales Vázquez, una jovencita de 18 años de edad que conoció en Tecoacuilco, un pequeño poblado del municipio de Huitzuco de los Figueroa a donde había acudido a trabajar como albañil en la edificación de la iglesia del lugar, con la que procrearía ocho hijos, cinco mujeres y tres hombres quienes de una forma o de otra contribuyeron en la recopilación de la información de esta importante historia.

Para el año de 1940 ya con más experiencia en el ramo de la construcción, Narciso se incorpora como albañil a los trabajos de la magna obra que se realizaba en Chilapa, sería el trabajo en la monumental catedral chilapeña dedicada a la Virgen de la Asunción, lo que le permitiría adquirir bajo la tutela de don Juanito Flores, los conocimientos que años más tarde lo convertirían en un reconocido maestro de obras que le permitió edificar durante más de 40 años, algunas de las más bellas e importantes iglesias de nuestro estado.

Así durante diez años mientras que el mundo se convulsionaba ahora por la “Segunda Guerra Mundial”, el joven Narciso caminaba todos los días de ida y vuelta, desde Ajacayan hasta el centro de Chilapa para continuar trabajando en la imponente obra y lo que para él sería lo más importante, su aprendizaje.

A fines de los años cincuenta y principios de los sesentas la economía de Chilapa se fortaleció al realizarse en este punto el intercambio comercial más importante de la región, la edificación de la catedral y la instalación de internados o seminarios, contribuirían enormemente al desarrollo social, cultural y económico del lugar.

En el año de 1963 fue cuando don Narciso realizó sus primeros encargos al construir ya como maestro de obras, el Seminario de San José y posteriormente concluir los detalles y la fachada greco-romana de la iglesia del barrio de Santa Gertrudis, en donde justo en la contra esquina de la calle Constitución y la 19 Norte, se establecería de manera permanente con su ya creciente familia.

Los años venideros serían de intenso trabajo para don Narciso, de ir y venir, solo que a otras poblaciones mucho más lejanas de Chilapa, ya que debido a su buena reputación como maestro de obras, fue contratado para iniciar la edificación de la iglesia del Señor Santiago Apóstol en el poblado conocido como “Dos Caminos”  muy cerca del Ocotito.

Tres años después en 1966 el párroco Rafael Cortéz lo llamaría para que este comenzara con los cimientos o desplantes, así como los trabajos de toda la obra negra del templo dedicado al Señor Santiago Apóstol en la ciudad de Ometepec, en donde por más de 23 años trabajó arduamente en los cimientos, columnas, bóvedas, cúpulas y torres, las que con el visto bueno de monseñor Cortéz fueron diseñadas y ejecutadas una a una por don Narciso.

Sin duda una majestuosa obra a la que a él no le tocaría concluir, ya que su salud decayó y sus servicios terminaron en 1988, sin recibir el reconocimiento ni del párroco, ni de la propia gente de Ometepec.

Entrevistados al respecto, los integrantes de la familia de don Narciso Hernández Ramírez señalaron que si hubiera sido muy gratificante para todos el que se le hubiese reconocido su trabajo, sobre todo por el esfuerzo de muchos años dedicados a un solo propósito, edificar para los feligreses de Ometepec la iglesia más hermosa de la Costa Chica.

En su andar por esta región del estado y por el éxito conseguido con sus diseños de iglesias, don Narciso Hernández también realizó los cimientos, bóvedas y torres de la iglesia dedicada a San Luis Rey de Francia en la cabecera municipal de San Luis Acatlán, enclavado en la montaña baja de Guerrero.

Ahí fue en donde obtuvo una gran aceptación, pues además diseñó y supervisó la construcción de otras parroquias como la de Cuanacaxtitlán, Zoyatlan, Pueblo Hidalgo, Miahuichán, Coapinole e Iliatenco.

Otras de las iglesias en las que don Narciso Hernández puso su granito de arena fueron las edificadas en Buenavista de la Salud dedicada al Señor de la Salud, muy cercana al Ocotito; también ayudó con la iglesia de la Purísima Concepción de María, situada en la población de Cocula, que se encuentra muy cerca de Iguala en la región Norte de nuestra entidad, una de las ultimas iglesias a las que aportó con sus ideas y trabajo fue la ubicada en el Infonavit Alta Progreso, a solicitud expresa del padre Silvino párroco de esta capilla.

El 14 de Octubre de 2010, fue la trágica fecha en la que a sus 84 años de edad don Narciso falleció en su casa, tranquilo y en paz, rodeado de sus ocho hijos, de su esposa Glafira, así como de sus 20 nietos y 11 bisnietos los que alcanzaron aun a conocerlo.

Sin duda alguna considero que su trabajo es y será un gran legado en la edificación de iglesias, pero que desde mi punto de vista desafortunadamente se extinguió con él y sin que este hubiese sido reconocido, igual como ha sucedido con muchos personajes de esta tierra suriana, llena de belleza, pero de enormes de contrastes, historias que más adelante les iré dando a conocer, me despido  y hasta la próxima entrega.

*Va mi total agradecimiento a doña Glafira Morales viuda de Hernández, a su hija María de los Ángeles y su nieto José Manuel González; así como a su hija María de Jesús y a sus nietas Arely, Noemí y Angélica, por todas las atenciones brindadas para la elaboración de este artículo.

 

 

 

 

Costa Chica está de fiesta Marquelia y Cruz Grande se visten de colores.

Categoría: La Costa Brava Publicado: 02 Mayo 2014
Escrito por Andrés Arias Jurado
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Andrés Arias Jurado

Con cabalgatas, pendones y marchas iniciaron ayer los alcaldes de Marquelia y del municipio de  Florencio Villarreal los tradicionales festejos dedicados a la Santa Cruz, festividades que se realizan desde hace más de 50 años en la región Costa Chica del estado de Guerrero.

Marquelia

Por la mañana el pendón realizado por el alcalde de Marquelia Javier Adame Montalván resultó todo un éxito gracias a la participación de instituciones educativas, clubes deportivos y grupos de danzas originales de los municipios de Igualapa, San Marcos, Tlacoachistlahuaca y de la histórica ciudad de Tixtla perteneciente a la región Centro.

A este evento asistió el Subsecretario de Desarrollo Rural Sustentable Jorge Sandoval Melo como representante del gobernador Angel Aguirre Rivero, los alcaldes de Igualapa, Tlacoachistlahuaca y Tixtla.

Correspondiendo al presidente de la Expo Feria Marquelia 2014 el profesor Arturo González Gatica hacer la presentación a todos los invitados de los stands de ganadería, productores agrícolas, comida regional y artesanal participantes.

Florencio Villarreal


Por la tarde Ociel Hugar Garcia Trujillo acompañado de la diputada federal Teresa Mojica Morga y de los legisladores locales Abelina López Rodríguez, Roger Arellano Sotelo y Amador Campos Aburto así como de los alcaldes perredistas de Juchitán y San Marcos dio inició los tradicionales festejos de la población de Cruz Grande.

Luego de realizar el tradicional corte del listón inaugural los invitados realizaron un recorrido por la exposición ganadera, la segunda más importante en la región Costa Chica,

El alcalde de Cruz Grande Ociel Hugar Garcia Trujillo acompañado de su esposa la licenciada Francisca García Flores, del sindico Javier Palma Gallardo y del tesorero municipal agasajó a sus invitados con diferentes platillos de la región antes del inicio de los festejos de la Santa Cruz.

En representación del gobernador del estado acudió el MVZ Obdulio Molina Marcial y en representación del secretario de Desarrollo Rural del MVZ Humberto Zapata Añorve acudió Lic. José Espinosa Mendoza director general proyectos especiales de la Seder Guerrero.

La feria de la Santa Cruz de Marquelia y de Cruz Grande se llevarán a cabo del uno al tres de mayo con la presentación de montas de toros, amenizados por importantes grupos de banda y comediantes, como el buen amigo Alfredo “Tico” Mendoza.

 

EL DIVINO ROSTRO; PATRONO DE MIGRANTES DE LA COSTA CHICA

Categoría: La Costa Brava Publicado: 22 Julio 2014
Escrito por Andrés Arias Jurado
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El pasado 16 y 17 de Julio tuve de la oportunidad de asistir por segunda ocasión a uno de los festejos más jóvenes de la Costa Chica, en donde gracias al comisario de la localidad de los Lirios el señor Heliberto Teodoro Roque fue que me enteré de cómo inició esta festividad hace aproximadamente unos 20 años atrás.

Relatando que todo comenzó cuando doña Joaquina encontró  abandonada en un rincón de la casa de un pariente suyo la desgastada fotografía, la que ahora es venerada por muchos paisanos de la Costa Chica, especialmente por los migrantes de esta región de nuestro querido estado de Guerrero.

La foto causó tal impacto en ella que se la llevó a doña Alejandrina, quien junto con doña Celsa Castro se dieron a la tarea de recaudar fondos para hacerle un nicho a la imagen pues consideraron era digna de venerarse.

Con los años la devoción por el “Divino Rostro fue creciendo a tal grado que  tuvieron que establecer un comité que es el encargado de administrar,_por un año_, los festejos así como la propiedad y la capilla que fue edificada con el dinero que los paisanos envían desde Estados Unidos de Norteamérica, esto como un especie de compromiso o “manda” por los favores recibidos.

La Historia

De acuerdo con algunas versiones recabadas durante el festejo, la foto le fue tomada a un paracaidista del Ejército Mexicano en activo durante una práctica rutinaria.

Sin embargo este personaje que siempre solicitó el anonimato, relató que en esa ocasión su equipo se atascó, el paracaídas no abrió y este comenzó caer en picada.

Ante esto dijo que comenzó a orar pidiéndole a Dios que lo salvara, y lo que sucedió fue un milagro, ya que finalmente el paracaídas se abrió.

Un fotógrafo que siempre acudía a las prácticas y que miraba a la distancia lo sucedido, logró tomar la imagen cuando el paracaídas finalmente se había abierto.

Poco después al revelar el rollo su sorpresa fue mayúscula cuando al fondo de la imagen apareció el rostro de Cristo Jesús, al que los lugareños llamarían posteriormente el “Divino Rostro”, la foto le fue obsequiada al soldado como un testimonio del milagro acontecido.

Ya retirado del Ejército la imagen fue abandonada en alguno rincón de su casa, hasta que fue rescatada por las personas antes mencionadas, todas ellas originarias del pueblo de Copala.

La veneración al Divino Rostro ha crecido tanto que hasta la capilla acuden personas de todos los rincones de la Costa Chica, especialmente de Copala, Marquelia, Chautengo, Pico del Monte y San Marcos.

Mientras que durante todo el año los migrantes acuden a pedir su amparo cuando darán su inicio a su peregrinar por el unión americana, siendo su principal destino California, Arizona, Texas y Alabama.

Este año después de la misa de acción de gracias los integrantes del comité presidido por Magdaleno Carrillo Poblete, el secretario Socorro Carrillo y el tesorero Enrique Valente, organizaron la participación de siete grupos musicales, manteniendo el orden y la sana convivencia entre la paisanada que se mezcló entre políticos y amigos que acudieron al crucero de Campanilla a venerar la imagen del Divino Rostro como fue el caso de los alcaldes de Marquelia, Javier Adame Motalvan y de Florencio Villarreal, Ociel Hugart García Trujillo, así como el titular del IGIFE José Efrén López Cortés.

ITA...Cuento

Categoría: La Costa Brava Publicado: 07 Febrero 2014
Escrito por José Antonio Sánchez
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Mayolo vio por primera vez a Ita en las fiestas de Santiago Apóstol cuando todavía no se le borraban las facciones de niña, ni sabía calzarse los huaraches, ni tejerse la trenza. Le llamaron la atención sus ojos grandes, su cabello negro y el color canela de su piel imberbe.

Estaba sentada en las baldosas de la plaza con Josefa su madre, junto al tendido en donde se amontonaban las canastas tejidas de palma, guajes coloreados y figuras de madera para la venta en aquel domingo de cohetones de vara, batallas de moros y cristianos, y del tañer de esquilas escurriendo desde las torres de la iglesia de Temalacatzingo.

Justino su compadre, sonrió al ver la expresión en el rostro de Mayolo y le dejó caer las palabras con cierta complicidad. –– ¿Está chula la chamaquita? –– Preguntó Justino y agregó–– es hija de Casimiro Ramos y viven en el Huamal aquí nomás cerquita de la casa de tu madre.–– Mayolo supo entonces, que aquella tierna creatura de facciones pueriles, estaba destinada para él de manera inexorable.

Un sábado de ladridos de perros espantados por las centellas de las primeras lluvias de agosto, Mayolo se presentó en casa de Casimiro Ramos, lo acompañaban su compadre Justino Toledo y el comisario de el Huamal Tomás Barrientos con la comisión de negociar el pedimento: dos cartones de cerveza y cuatro litros de trago significaron las primeras muestras de sus buenas intenciones. El precio de la niña no era problema para él, sus dos años de “mojado” le daban la seguridad de poder cubrir las exigencias del padre.

“Ya estaba cansado de usar mujeres correosas y meseras de piquera, y para casarse, necesitaba a una niña virgen y mansa”.

Casimiro le pidió a Josefa que llevara a sus dos hijas para saber a cual pretendía el recién llegado. ––Ella es María, tiene catorce años y es buena para el quehacer. ––Explicó Casimiro con ánimos de que fuera escogida la mayor––. Y ella es Ita, tiene doce y es la xokoyotl, ¿cual de las dos? ––preguntó el hombre a sus visitantes.

Mayolo se acercó a Ita y la cargó para sentarla en una silla tejida, le agarró la barbilla, le acarició el pelo, le vio los pies descalzos y centró su mirada en Casimiro. ––Ella es la que me interesa ––dijo con seguridad.

En la segunda visita, Ita juagaba en el patio de tierra con los niños del vecindario, su madre la llamó y la llevó a la cocina: la bañó, la vistió; le atoró con pasadores y listones de colores la trenza azabache alrededor de la cabeza, y la paró en mitad del jacal en donde Casimiro cerraba la negociación frente a la autoridad del pueblo. La boda se acordó para el primer martes de septiembre y la dote se concretó en dos vacas, tres chivos y cinco mil pesos, más el trago y la cerveza suficiente para el festejo.

Con los ojos muy abiertos, Ita jugueteaba con las cintas azules y amarillas que colgaban de su cabeza sin entender el significado de la palabra casamiento, y menos el porque, tenía que salir de la seguridad de su hogar para vivir con aquel señor al que nunca había visto ni cruzado palabra. Dirigió la mirada a sus padres y en ninguno encontró el consuelo a sus inmensas ganas de llorar. Cuando se fue la visita, Ita abrumó con preguntas a su hermana María.

––Te vas a casar con ese señor Mayolo ––le explicó.

––Pero yo a ese señor no lo conozco ––respondió Ita.

––Eso no importa, nuestros padres ya trataron la dote ––le dijo María––. ¿Te acuerdas cuando nuestro hermano se casó con Justina?, también la fueron a pedir y pagaron con animales y dinero, debes sentirte contenta, son dos vacas y tres chivos y mucho dinero.

Para Ita, esos argumentos no le eran suficientes, su mente de niña se negaba a entender su realidad, la angustia le llenó la boca de saliva y se sintió como el día en que se perdió entre la gente en la plaza de Olinalá, y un “siglo” después, su madre la rescató del curato a donde la llevaron gentes de buena voluntad.

En los días siguientes, Ita llegó a pensar que el Santo Señor Santiago haría el milagro de deshacer el trato, y ella, se quedaría como siempre, como todos los días: a darle de comer a los pollos, a tirarle piedras a las palomas con la resortera de su hermano Martín; a llevarle guajes tiernos a su padre a la hora de la comida, ó acompañar a su madre a la vendimia en el día de plaza.

La camioneta de redilas con los animales llegó a el Huamal una semana antes del casamiento. Casimiro presumió a sus vecinos las dos hermosas vacas criollas y los chivos de buen peso que su futuro yerno le había enviado. Estaba satisfecho, los cinco mil pesos ya los tenía en sus manos y se dijo para sus adentros:

“Por lo menos ya recobré los animales invertidos en la boda de Martín, espero que con María el asunto resulte mejor”.

La llegada del ganado aceleró los preparativos. Josefa ignoró las angustias de su hija para no conmoverse, y esquivó sus preguntas con los consejos de cómo cumplir con sus deberes para con su esposo y su nueva familia: Le enseñó a cortarse las uñas, le aplico polvos en la cabeza para despiojarla y enjundia de gallina en el bajo vientre para quitarle la costumbre de orinarse en el camastro.

Para la niña, los sucesos se desbarrancaron en sentido contrario al milagro que esperaba con tanta intensidad, y el día fatal de su destino, bañada de perplejidad, se dejó llevar: Le pusieron agregados en el pelo para poder colocarle los tejidos multicolores, le adornaron la cabeza con la florida corona del sacrificio, y la vistieron con el atuendo igual al utilizado por su abuela, su madre y todas las mujeres del Huamal. Vestido de novia púber incapaz de esconder lo infantil de su armazón.

Vomitó durante la fiesta, y cuando caminó a la casa de su nueva familia, lo hizo aturdida por el dolor de sus pies enfundados en lo que nunca había usado, zapatos.

Conoció al hombre que la había comprado, cuando lo sintió desmadejarla en el camastro del sacrificio con sus manos habidas y su aliento a mezcal. Sin misericordia y sin escuchar sus chillidos de animal herido, le desarmó todos los huesos del cuerpo, para finalmente abandonarla entre los trapos sórdidos de su desamparo.

Cuando abrió los ojos por la mañana, descubrió que los gallos cantaban diferente, el ladrido de los perros no era el que ella conocía, aspiró el aire y olfateo olores totalmente desconocidos. Se incorporó obligada por el tropel desordenado de su corazón y la sensación estragada de su estómago. Un dolor punzante entre sus piernas le trajo a la mente el martirio sufrido horas antes, y volvió al camastro, y lloró otra vez, acurrucada en la zozobra de sus recelos.

Mezti la esposa de su cuñado Ramón, una indígena de caderas amplias y mirada de lechuza, fue la encargada de adiestrarla en sus responsabilidades: Había que servir los alimentos a todos los hombres de la casa, cocer el nixtamal, sacar el testal de masa en el metate, juntar la leña, ir al río por el agua, lavar la ropa y durante el descanso, tejer artículos de palma para venderlos en el mercado.

Para quitarle lo niña, Mezti la enseñó a bañarse con secretos de mujer, a peinarse la agreste cabellera y trenzarlo con primores de filigrana; a utilizar destrezas de adivinadora para conocer sin preguntar, los deseos más ocultos de su hombre, y lo más importante, responder con sumisión embebida de veneración a los maltrato, vejación y golpes. Una tarde de ascos sin explicación supo que iba a ser madre. Su cuñada le reveló el significado de sus malestares producto de las primeras semanas de embarazo y le advirtió:

–– Mayolo estuvo a punto de devolverte con tus padres y reclamar la dote, por no servir para tener hijos.

Nada cambió, el trabajo siguió siendo el mismo. Su escuálida humanidad y su abultado abdomen, provocaban las críticas agrias de las mujeres de la casa y las advertencias de Mayolo:

––Tienes que darme una mujercita para recuperar lo gastado.

Una noche de vientos helados, la niña se incorporó del camastro dando gritos de dolor, empapada el la sanguaza del trabajo de parto. Las mujeres supieron que había llegado la hora del alumbramiento y enviaron a un mensajero a la casa de doña Isidra la partera. Las mujeres prepararon lo que siempre preparaban para estos casos.

La hemorragia se hizo incontrolable, la palidez de la niña aumentó sin que los apósitos de agua caliente y las yerbas del buen parto, reforzadas con velas encendidas a San Ramón Nonato hicieran efecto. Isidra aconsejó llevarla de urgencia al centro de salud, solo para enterarse que dos meses atrás, el médico había abandonado el lugar.

Mayolo se obligó entonces, a sacrificar otras dos vacas y otros dos chivos para darle de comer a la gente durante los dos días del funeral.

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