El compadre de Zeferino, que también es mi compadre, me dijo con afecto y cariño paternal: “dice el ciudadano que algo te puede pasar. Que sales a la una o dos de la mañana. Que vives por Pie de la Cuesta y que esa zona es muy peligrosa. Que por ahí matan gente.” Zeferino era gobernador. Por tanto era palabra de gobernador. Yo, un mortal común. Me dio miedo. Me cái que si. La amenaza llegó luego de la muerte de nuestro querido periodista Amado Ramírez.
Y como no estoy pendejo mejor me fui ocho meses de mi querido Acapulco. Luego dijeron lo mismo a Víctor. Volví. Pasó lo mismo con quien se decía dueño del diario. Nada. Nomás el miedo. Al menos yo si lo sentí. Me cái que si me dio miedo. El gober dijo que por donde yo caminaba mataban gente. ¿Quién no tendría miedo? Ni loco ni pendejo. Me cái.
Fue el sexenio de la soberbia. Maniqueísmo vil. Los buenos (unos cuantos) y los malos (el resto). Caperucita se comió al zorro, decían. Entonces cacen a la caperuza. Esa cruel mujer que abuzó del zorro. Esa. Esa. Y esa fuimos todos. Y aunque dicen que mal de muchos es consuelo de pendejos nos conformamos con que no hay mal que dure cien años. Y terminó el sexenio de los buenos, cuando los pendejos no aguantamos.