Hace nueve días, el alcalde de Acapulco, Evodio Velázquez Aguirre recibió la información de que ante el cierre de la Tesorería de la Secretaría de Hacienda como parte del protocolo del proceso de entrega-recepción, se le cerraban las posibilidades de obtener recursos extraordinarios federales; lo que lo colocó en una encrucijada legal pues con ese financiamiento proyectaba reponer los poco más de cincuenta millones de pesos que tomó de programas federales para poder cubrir la nómina municipal.
A esa circunstancia se sumó el hecho de que en una primera evaluación el equipo de Adela Román Ocampo, alcaldesa electa, llegó a la conclusión de que el gobierno saliente quedaba reprobado en todas sus áreas, por lo que se tornaba factible la aplicación de acciones legales tendientes a deslindar responsabilidades sobre el desastroso estado en que se recibirá el ayuntamiento.
De acuerdo a las primeras observaciones, el modelo de administración de Velázquez Aguirre abrió huecos financieros innecesarios al presupuesto municipal, por lo que Adela Román determinó desaparecer en cuanto asuma funciones las tres oficinas emblemáticas de la administración de Evodio, aquellas con las que presumió otorgar un toque de modernidad y evolución al gobierno local: Zonatur, Movilidad y Transporte y Asistencia Turística.
Los informes anteriores debieron haber prendido focos rojos en la oficina de Velázquez Aguirre, pues a partir de ahí comenzó, sin resultados, a tender puentes con el equipo de la alcaldesa electa, y al mismo tiempo buscó asesores de marketing político que se ocuparan de diseñar una estrategia para fortalecer mediáticamente su salida del gobierno.
El objetivo: diseñarle un traje estilo Vicente Fox, con el que generara la percepción de un presidente que cumplió pero al que se le colocaron múltiples obstáculos.
La campaña recibió el título “Ruta de aclaraciones”, y el punto de partida es un video en el que Evodio Velázquez manifiesta haber recibido menos recursos financieros de los gobiernos federal y estatal para atender el mantenimiento de Acapulco.
Por supuesto, si se someten a una evaluación real los resultados tangibles de la administración municipal saliente de Acapulco, la ruta de aclaración que anunció iniciar ayer el alcalde Evodio Velázquez Aguirre, no es más que una proyección del descomunal tamaño de su fracaso en prestación de servicios públicos, seguridad, transparencia administrativa y gobernabilidad.
La argumentación utilizada por Velázquez Aguirre en un video de aproximadamente 20 minutos para victimizarse, exhibe la razón sustancial por la que su gobierno no solo decepcionó a los acapulqueños, sino que en términos políticos se convirtió en el proyectil con el que su partido, el PRD, recibió el tiro de gracia en las pasadas elecciones.
El recurso de declararse víctima de un complot a 32 días de concluir su periodo gubernamental, en lugar de despejar dudas crea la certeza de que sus miedos son tan amplios por el estado real de la administración municipal, que hasta las estrategias se le acabaron; ya no tiene colaboradores a quienes echarles la culpa, los sistemas de distribución de agua potable, recolección de basura y alumbrado público, entre otros, están colapsados.
Para el ciudadano común, la serie de certificaciones, documentos y gráficas que exhibe en el video para justificar haber cumplido con la tarea, no representan nada debido a que los acumulamientos de desechos, la oscuridad en vialidades, la falta continua de agua potable y, particularmente, la ingobernabilidad, son escenario cotidiano en el municipio.
De hecho, antes de refugiarse en la interpretación de inocente perseguido, Evodio Velázquez intentó promover hace tres semanas la versión de que los ataques contra su administración provenían del grupo político de Ángel Aguirre Rivero, en un afán por disputarle la dirigencia estatal de su partido.
En realidad, el desmoronamiento del trienio de Evodio se localiza principalmente en el alto grado de corrupción que generó entre los ciudadanos el alcalde y su equipo más cercano de colaboradores.
Por lo pronto, en el video evade el tema de la corrupción y apenas refiere que la casa que habita en Joyas de Brisamar es rentada, pero no muestra ningún documento que compruebe esa definición. Presume haber presentado su declaración Tres por Tres pero se le olvida mencionar que bajo su manto protector se generó una nueva clase de funcionarios enriquecidos en la administración municipal.
Para el todavía presidente municipal, su gobierno ha sido de los mejores que ha tenido Acapulco y las protestas que hacen trabajadores a los que se les adeuda hasta tres quincenas, son producto de campañas políticas contra su persona.
Sin embargo, tampoco explica el porqué se sindicalizaron en fast-track poco más de un centenar de amigos y parientes de él y de integrantes de primer nivel en su gabinete.
Aclarar ese punto es simple; tan solo con hacer pública la lista de trabajadores basificados, se despejarían las versiones de que su oficina procedió ilegalmente en el tema.
Al final de cuentas, la estrategia aplicada por Evodio Velázquez no tiene nada de nuevo. En el año 64 de la era cristiana, Nerón, emperador omnipotente de Roma, ordenó incendiar una parte de la ciudad para desaparecer barrios que el monarca consideraba indeseables y en su lugar edificar una zona de recreo con palacios y jardines dignos de Roma.
Cuando el incendió se salía de control un grupo de nobles acudió a Nerón para exigir justicia y castigar ejemplarmente a los responsables de la catástrofe. Acosado por los dolientes y parte de sus oficiales, el emperador esquivó su responsabilidad y aconsejado por sus asesores sentenció: -la turba, los indeseables, ellos fueron los que provocaron el incendio. Vayan y ejecútenlos, ordenó a sus generales.
La milicia partió a cumplir la decisión, mientras Nerón tomaba su lira y plácidamente comenzó a entonar una canción en honor al incendio de Roma.
El problema para Evodio Velázquez es que quizá no está bien informado que al final de cuentas, la historia ubicó a Nerón como responsable del gran incendio de Roma.