Llegó precisamente cuando la calentura electoral empezaba. Hace cuatro trienios. Inició con un slogan: Caras Nuevas, Manos Limpias. Propaganda que inundó calles y vehículos. Nadie lo conocía. Se decía de él que era un pequeño geniecillo: culto, diestro, promesa virgen, embrión de político, inmaculado y sin prisas por corromperse en este ambiente corruptor. Fue por fin candidato del PRI a la presidencia municipal cuando nadie deseaba semejante oportunidad. Y, perdedor con sólo 12 mil votos, cayó en las redes de la nómina, al ofrecerle Félix Salgado una Coordinación de Asesores, más ficticia que la victoria bélica de Felipe Calderón.