Uno de los más preclaros exponentes de lo que se ha dado en llamar el neoperredismo es, con toda seguridad, el bisoño y torpe político Evodio Velázquez Aguirre, integrante de una camada de jóvenes con mediocre preparación académica y ninguna formación ideológica. Pero, eso sí, con mucha hambre de dinero y mucha ambición de poder. Es uno de los perredistas nuevos de los que hace poco se quejaba Félix Salgado Macedonio en un editorial de su periódico, La Jornada Guerrero –si hemos de suponer que lo que se publica en ese espacio es su opinión o al menos corresponde a su opinión–: ambicioso, sin principios y sin comprender un ápice lo que significa ser de izquierda, pero muy eficaz en eso de llevar a su partido, el PRD, al desastre.