Por ejemplo, cuando Felipe Calderón anunció que el Tianguis Turístico dejaba de ser propiedad exclusiva de los acapulqueños y pasaba a ser un bien de la nación, argumentó, como principal causa de tal decisión –que luego pasaría a segundo plano–, que la policía del puerto no era confiable. Una dura crítica, viniendo del presidente de la República.
Los hechos pronto le dieron la razón: en sus primeros tres meses, el Operativo Guerrero Seguro detuvo a 200 delincuentes que tenían aterrorizado a todo Acapulco, y las cosas empezaron a mejorar para los ciudadanos pacíficos. Delincuentes que la policía municipal no se atrevía a tocar ni con el pétalo de una rosa.
Bueno, quienes se dieron por aludidos en aquella ocasión –entre ellos, y de manera significativa, el entonces alcalde, Manuel Añorve Baños– ya respiraban otra vez con tranquilidad cuando viene el presidente y les deja caer otra bomba:
“Vean cómo podemos reestructurar las finanzas de Acapulco”, dijo a sus interlocutores este miércoles, cuando vino a poner en marcha el programa Todos por Acapulco; “están muy mal, deterioradas; hay enormes agujeros por donde se están yendo los recursos de todos”.
Si lo dice la persona que se supone es la mejor informada del país, es que mucho de certeza ha de tener la afirmación.
Pero, ¿cómo llegó Acapulco a esta situación? ¿Quién, cuándo y cómo llevó al gobierno municipal a la quiebra?
Si el gobierno federal hiciera públicas las estadísticas del comportamiento fiscal y financiero del municipio, en realidad no nos toparíamos precisamente con sorpresas. Todos los que vivimos aquí sabemos que cuando, hace 12 años, Zeferino Torreblanca llegó a la presidencia municipal, las finanzas públicas del puerto eran un desastre debido a la corrupción y la ineficiencia de quienes hasta entonces lo habían gobernado.
Y todos sabemos que cuando Zeferino Torreblanca dejó el poder, hace 9 años, las finanzas del gobierno municipal y sus organismos paramunicipales estaban saneadas, y su calificación crediticia, mejorada notablemente.
Y no es por hacerle caravanas al ex gobernador, pues el hecho de que sea mejor administrador que los que lo antecedieron no le quita lo autoritario, lo terco, lo obstinado, lo insensible, lo derechista, lo equivocado y lo soberbio.
Pero desde el final de su mandato municipal las cosas han ido de mal en peor. Comenzaron a ponerse mal con Alberto López Rosas, se agravaron con Félix Salgado Macedonio y empeoraron con Manuel Añorve Baños, el peor administrador de todos ellos, porque si los anteriores mal administraron por no tener idea clara de lo que es administrar –en el caso de Félix Salgado, por estar de plano peleado con toda idea de orden y disciplina–, el último arruinó el municipio con pleno conocimiento de causa, pues bien sabía lo que estaba haciendo cuando lo endeudó por encima de su capacidad de pago, pues su filosofía en la vida es gastar cuanto se pueda para ser cuan popular se pueda, y si eso implica ahogarse en deudas, ni modo. Lo importante es ser popular para ganar la siguiente elección, y que las deudas las paguen los que se queden.
Añorve Baños es un depredador de la administración pública, que arrasa por donde pasa y que prostituye todo lo que toca. Según cálculos conservadores, en su más reciente gestión como alcalde endeudó el municipio de Acapulco con unos mil millones de pesos, cifra que hipotecará el futuro del puerto a lo largo de al menos tres generaciones.
Y, por si aún hay alguien que lo dude, muestro aquí el error garrafal que, al creer en él, cometieron tres instituciones no bancarias que se dedican legalmente a prestar dinero a particulares.
Con el aval del gobierno municipal encabezado por Añorve y administrado financieramente por el hombre de todas sus confianzas para estos menesteres, José Luis Ávila, las tres instituciones crediticias prestaron dinero a empleados del ayuntamiento, basadas en un convenio según el cual la comuna haría descuentos quincenales a sus salarios y los enteraría a las casas prestamistas.
Pues bien, el ayuntamiento ha estado descontando puntualmente a sus empleados, pero no entrega el dinero a las financieras. ¿Alguien piensa que los que gobiernan este municipio cometen ese fraude por omisión? ¿No será, más bien, que lo hacen con premeditación, alevosía y ventaja, para hacerse de recursos ajenos?
Por supuesto que el problema se le quedará a los trabajadores, porque finalmente son ellos quienes tendrán que responder a las instituciones prestamistas. Y deberán pagar a pesar de que ya lo hayan pagado.
Ésta es una prueba más de las muchas que explican el afán de Manuel Añorve por ser gobernador y luego diputado federal: porque él –y, por supuesto, José Luis Ávila– necesitan el fuero legislativo para eludir a quienes eventualmente pretendan hacerles pagar por sus fechorías.
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