Eran las cinco y minutos en Acapulco de aquel 9 de octubre de 1997, cuando llego él Huracán Paulina, en esos momentos aún no sabíamos lo que pasaba, se escuchaba una fuerte tormenta mi esposo recién operado, le habían quitado el talón me pidió lo acompañara al baño no encendí la luz y cuando baje los pies la recamara estaba inundada de agua y lodo por todas partes, no se veía nada, pero el rugir del paso del agua era ensordecedor.