Por César González Guerrero.
Nuestro país cuenta con una gran riqueza cultural muy antigua. Sus costumbres y tradiciones se encuentran muy arraigadas en cada uno de sus pueblos y comunidades, principalmente. En las ciudades ya urbanizadas, poco a poco se van extinguiendo o en su defecto se vuelven más consumistas.
Quizá gran parte de los jóvenes de la década de los 50, 60 o 70s, hoy como adultos mayores, con más de 65 años de edad, resulta muy nostálgico ver que ya nada es igual. Han fallecido nuestros padres y abuelos, que fueron el motivo de estar juntos estas fechas.
Han transcurrido más de 40 años, en otros casos tal vez más, sin verlos y sin abrazarlos. Y los recuerdos llegan a nuestra memoria, provocando tristezas y una que otra lágrima. Sí que los extrañamos tanto porque ahora las convivencias no son iguales.
Para muchos paisanos de la Costa Chica es difícil olvidar aquellos tiempos en los cuales, como estudiantes de secundaria, bachillerato o superior, anhelábamos siempre, llegar al período vacacional de diciembre.
A partir del día 1ro, los días se hacían eternos, esperando alcanzar "asientos" en la inolvidable "Flecha Verde" de Acapulco o "Flecha Roja" del Distrito Federal. Y es que los boletos se agotaban y sufríamos el sacrificio de trasladarnos "parados" o "tirados" en el piso, durante más de 10 horas.
Toda una aventura para llegar a nuestra tierra antes del 24 de diciembre.
Quién no recuerda esas amargas experiencias de no poder visitar a nuestras familias por falta de dinero para el pasaje. Cómo olvidar la vergüenza de pedir prestado o empeñar algo para comprar un boleto.
Cómo olvidar aquellas noches haciendo "cola" para alcanzar un espacio en el autobús, sin tomar algún alimento o bebida. Todo por estar con nuestras familias en estos días de fiesta y alegría.
Hay muchas historias personales que el espacio no alcanza para escribirlas, pero sólo por mencionar una que seguramente todos las vivimos, es la que nos inculcaron nuestros padres desde muy pequeños, me refiero a no perder y tampoco dejar perder, la costumbre de pasar juntos la Noche Buena y Navidad, despedir al Año Viejo y recibir al Año Nuevo.
A la fecha, y a pesar de no estar nuestros padres y abuelos, se hace el intento de mantener encendida la flama de la Unidad familiar. A pesar de tantos obstáculos y problemas de la época actual, nuestras tradiciones no se olvidan. Quizá nuestros hijos, nietos y bisnietos también así lo hagan.
Lamentablemente los tiempos de ahora, no nos permiten celebrar la Noche Buena y el Año Nuevo debido a la inseguridad y violencia que se vive en todo México.
En nuestro tiempo, acá en Copala, la costumbre de mi familia desde que recuerdo fue la de estar en la casa de los abuelos Gaudencio González Pérez y Victoria Castañeda García, que, a sus más de 65 años de edad, significaban la esencia y el motivo de nuestra existencia.
Ahí, todos los hijos e hijas, nietos y nietas, bisnietos y bisnietas, yernos y nueras, y una que otra amistad visitante, compartíamos desde las 8 de la noche hasta altas horas de la madrugada, sin ningún problema. Es más, en algunos casos llegamos a la cancha municipal para disfrutar del inolvidable baile popular.
Por supuesto después del brindis, el abrazo y la cena.
Al evocar esos momentos no podemos evitar la pena que nos causa el hecho de que ya no sea posible hacerlo. Nos causa dolor y pesar ver que nuestros familiares, amistades, hijos y nietos, no disfruten de esos agradables espacios de sana convivencia, tranquilidad y paz social.
Que el desánimo no termine con nuestras aspiraciones de la unidad familiar. Que la Noche Buena continúe fomentando el amor y la felicidad de todos los seres humanos del Mundo, México, Guerrero, Costa Chica y Copala.
¡¡Feliz Navidad paisanos guerrerenses!!
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