Por César González Guerrero
En la década de los cincuentas y sesentas, cuando nuestros padres nos exigían cumplir con las obligaciones, tradiciones y costumbres, y no existían los Organismos de Derechos Humanos que cambiaron radicalmente el rumbo de la sociedad en general, la Niñez y Juventud, como en estos tiempos, se forjaron generaciones exitosas.
Aunque es un tema polémico es necesario que internamente, las familias autoevalúen los resultados a ese respecto, a la fecha.
En mi tierra Copala, región Costa Chica de Guerrero, como en otros pueblos, hasta 1960, se desconocían las celebraciones decembrinas como Posadas, Cenas de Navidad y Año Nuevo, principalmente.
La mayoría de los pueblos de Guerrero de esos años, carecían de los servicios públicos elementales como energía eléctrica, caminos, agua potable, hospitales, escuelas, etc., y esa fue una de las razones por las cuáles los distractores tampoco existían.
En el caso del 24 de diciembre, quizá por desconocimiento, la familia se dedicaba más a descansar y dormir que a festejar el Nacimiento del Niño Jesús. Era una noche igual que todas.
Con el paso de los años, ya en la década de los setenta, los servicios públicos fueron parte fundamental en el inicio de las celebraciones decembrinas.
Recuerdo cómo las enseñanzas recibidas en la Iglesia de San Juan Bautista, a través de la "dotrina" (doctrina) sirvieron para aplicar los rituales y protocolos que implica la Noche Buena y Navidad.
Desde ahí en adelante cada año, varios hogares llevaban a cabo está celebración. En nuestro caso, mis padres hacían el esfuerzo de reunirnos modestamente en el hogar para "cenar" juntos y cumplir con "el abrazo" de Navidad. En varias ocasiones llegaron mis tíos y familiares con ese mismo fin y así nació la inolvidable Reunión-Convivencia de la Familia González de Copala.
A partir del año 1973 y hasta el año 2002, nuestros abuelos Gaudencio González Pérez y Victoria Castañeda García nos mantuvieron unidos casi a todos: mis tías Gualberta, Francisca, Arturo, Lucía, Alberto, Lambertina y María, y mi padre Santacruz, se presentaban a la sede de la casa de los abuelos, con sus respectivas familias esposa o esposo, hijos y nietos, nueras y yernos, hasta alcanzar la cantidad de 100 asistentes.
Al fallecer los abuelos sus hijas e hijos, o sea nuestros padres y tíos, trataron de continuar con esa tradición histórica, pero por diferentes razones ya nada fue igual. Poco a poco, a falta de los abuelos, la familia González se dispersó y cada quien hacía sus celebraciones por separado.
Últimamente se han hecho intentos por volver a celebrar la Reunión-Convivencia de los González, pero las circunstancias son otras.
Como en la mayoría de las familias mexicanas, en la Familia González el peso de los años, las enfermedades, los fallecimientos, la situación económica, y para rematar la pandemia del COVID, todo, ha sido factor de separación y alejamiento familiar.
Sin embargo, y pese a todos los problemas, mientras un miembro de la familia viva, la flama de la Unidad y Convivencia Familiar estará encendida, como un recuerdo, homenaje y en memoria de nuestros abuelos, vamos a insistir.
La Noche Buena y la Navidad, en todo el mundo, debe ser escuela de valores y principios para las nuevas generaciones.
¡¡Feliz Noche Buena y Feliz Navidad!!
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