Por César González Guerrero.
Mi tierra Copala, es cuna de hombres y mujeres ilustres, que la historia los registra como grandes personajes de talento, con calidad moral, cuyas vidas sirven y sirvieron de ejemplo a la juventud de esa época y de la actual. Aunque en esta ocasión no es el tema.
Hace muchos años, antes de los años 1950-1960, en Copala y probablemente en otros municipios de Guerrero y México los jóvenes, principalmente varones, carecían de opciones para estudiar alguna carrera.
El atraso de los pueblos de México era evidente. La formación del Profesor de Maestro de Primeria iniciaba en el año 1921 y la prioridad era educar a la población rural, estableciendo normales y escuelas primarias rurales, así como las Misiones Culturales (iniciadas en el año 1923).
Todo ello como producto de la Revolución Mexicana de 1917; fundando la Secretaria de Educación Pública el 20 de Julio de 1921, bajo la Dirección del Maestro José Vasconcelos Calderón y el gobierno de Álvaro Obregón Salido (1920-1924).
Por ahora quiero referirme al distinguido Profesor Macario Aparicio Ortega, como uno de los pioneros del Normalismo Copalteco que, con esfuerzo y sacrificio, como muchos paisanos de la década de los 50s, enfrentaron situaciones riesgosas y finalmente lograron obtener un título de Maestro y ahora, a partir del 2008 después de más de 45 años de actividad académica, disfruta de su retiro laboral en su tierra y con su gente.
Macario Aparicio Ortega nació en el pueblo de Copala el día 10 de marzo de 1943. Sus padres fueron Francisco Aparicio Bracamontes y la Maestra Sidonia Ortega Molina. Sus hermanos: Nicandro, Cohinta, Irais, Gabriel, Sabino y Ángel. Contrae matrimonio con la joven Guadalupe Torres Guadarrama el 22 de marzo de 1980 con quien procrea a sus 5 hijos: Macario Menelic, Francisco De Jesús, Paulina Eurídice, Yonalidia y Citlali Guadalupe.
Desde que salió de su tierra al Distrito Federal el 10 de Enero de 1954 a los 10 años de edad, acompañado por otro gran Copalteco Cenobio Damián Flores, fue cobijado por sus Tíos por parte de la familia Ortega y beneficiado con una Beca de Educación Primaria en el Internado de Pachuca, Hidalgo para concluir sus estudios de Primaria.
Termina su Carrera como Profesor de Educación Primaria en el año 1962 y es enviado a trabajar a la Escuela Primaria «José Pilar Palafox», en la ciudad de Reynosa, Tamaulipas. En 1965 se traslada a trabajar en el Internado de Educación Primaria «Ignacio Zaragoza» de la ciudad de Toluca, Estado de México. En 1967 llega a trabajar en el Internado de Primaria de Tenancingo. Posteriormente es nombrado Director de la Escuela Primaria de Zacapoaxtla, Puebla.
En el año 1986 regresa a Tenancingo como Director hasta 1991, de donde logra su cambio al Albergue de la Unión, Guerrero. Dos años después se incorpora a la Coordinación Regional de Servicios Educativos en la Costa Chica, ubicada en Cruz Grande, hasta que el año 1997 es asignado, junto con su esposa, en la Escuela Secundaria Otilio Montaño de Copala.
Durante su actividad docente el Maestro Macario Aparicio Ortega fue reconocido por su alto sentido de responsabilidad en cada uno de sus centros de trabajo. Sin duda, Maestros como Macario se lo merecen.
Atrás han quedado los años de sufrimiento y sacrificio, desde el año 1957 en que se inscribió en la Escuela Secundaria Anexa de Varones, de la Escuela Nacional de Maestros el joven de 17 años que dormía «amontonado» en el dormitorio #12, en el tercer piso del histórico edificio educativo; unas veces de dos por cama, y otras en las tablas que servían para planchar, pero felices porque tenían asegurado hospedaje y comida en el benéfico comedor de la Normal.
Su Padre Francisco Aparicio Bracamontes siempre tuvo la intención de que sus hijos estudiaran; primeramente, se llevó a Gabriel, Sabino y a su sobrino Abelardo Suastegui «Lalo», por ser huérfano; a Irais y Cohinta no les propuso eso porque entonces la mujer era más apegada al hogar. Nicandro ya era mayor de edad y a Ángel su madre no autorizó su salida de Copala.
Como en otros casos, muchos jóvenes de todas las regiones del país, como Macario Aparicio Ortega, truncaron sus estudios por falta de apoyos. Sin embargo, los hubo quienes con esfuerzo y responsabilidad sí llegaron a cumplir su objetivo. Va nuestro Reconocimiento y Homenaje a todos y todas. Faltaría solamente que las autoridades Estatales y Municipales hagan lo propio. Y si es en vida, mucho mejor.
Ya veremos. Esta historia no tiene fin... continuará.
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