Pie de foto: Para efectos ilustrativos publicamos una foto ilustrando el tipo de graficas que se tomaban en las escuelas de Acapulco, mismas que quedarían para el recuerdo de la escuela y del grado que se cursaba en ese momento.
Por César González Guerrero Foto propiedad de Andrés Arias Jurado
Quienes desde pequeños aspiramos a lograr una carrera profesional todo se nos complicó, por un lado, debido a las carencias de lo elemental, dentro del núcleo familiar y como de nuestro pueblo, y por otro lado sin dinero y sin instituciones educativas para seguir estudiando en nuestros terruños. Las juventudes de la época de los sesentas no tuvimos más opción que salir a buscar nuevos horizontes, sin saber que nos deparaba el destino.
Las tristes experiencias de humildes jóvenes, casi niños, menores de 15 años de esos tiempos, (aunque quizá aun sigan siendo las mismas en algunas partes de Guerrero, México y el mundo), es necesario compartirlas con las nuevas generaciones, más las de este siglo XXI, para que así aprecien lo que tienen y valoren lo que hacen sus padres para ser mejores que ellos y nosotros.
En varios casos y el mío propio, la mayoría de jóvenes copaltecos, costachiquenses, después de haber concluido los estudios de Primaria en nuestra tierra en el año 1967, y a falta de una escuela Secundaria, nuestros padres se vieron obligados a “mandarnos” al lugar más próximo para seguir estudiando, siendo Acapulco, ciudad “desconocida” totalmente para muchos, la más cercana a nuestra región.
Fue así como en el mes de julio de 1967, con 13 años de edad, algunos solos y otros de la mano de nuestros padres, ya estábamos “sacando” “ficha” en la prestigiada Escuela Secundaria Federal No. 1, localizada en la avenida Farallón, que entronca con la todavía “lujosa” costera Miguel Alemán. Como hasta en la actualidad, no fue fácil obtenerla.
Con todo el asombro que nos causa lo desconocido, empezamos a recorrer a “pie” los “tramos” desde la casa que nos cobijaba a la escuela y viceversa, sorprendidos por el ruido de los vehículos, la cantidad de gente en las calles, el raro olor a humo, el temor-pavor para cruzar las calles, las llamativas iluminaciones nocturnas de anuncios comerciales, las ofertas de productos totalmente desconocidos para nosotros, etc. etc.
Ahí en Acapulco, empezamos a experimentar y a aprender en un nuevo ambiente, en lo general; utilizamos algunos términos “novedosos” que no estaban en nuestro vocabulario, los fuimos conociendo en medio de la “burla”, “zunga” y “afrentadas”; gracias al buen ejemplo de nuestros maestros corregimos la forma de hablar, vestir, comportarnos o expresarnos, hasta lograr hablar medio “físico”.
Con la influencia de algunos compañeros y los medios de comunicación de esa época, poco a poco fuimos conociendo y aprendiendo las “modas” acapulqueñas del vestir: pantalón “rayado” o “a cuadros”, “aviquinado” y “acampanado” combinado con camisa “sicodélica”; “peinado a gogo” con “vaselina” y utilizando el famoso peine de “cola”; con esfuerzo, alguna vez, adquirimos los zapatos “bostonianos” de “tacón de pata de caballo”; loción o “perjume” de “glostora” “liquida” o “solida”; “cepillado de dientes con pasta “Colgate” (olvidando el que hacíamos diariamente con “arena de rio” o “ceniza de leña”), etc. etc.
Quienes tuvimos la fortuna de llegar a Acapulco empezamos a vivir situaciones muy especiales y sorprendentes como es el conocer la existencia de los modernos cines, entre los más populares como el “Cine Bahía”, “Tropical”, “Playa Hornos”, “Rio”, “Variedades”, “Salón Rojo”; famosos por sus películas de moda y por la comodidad de sus amplios espacios con “aire acondicionado” y otros con “ventiladores”. Varias veces disfrutamos de las “idas” de “pinta” a ver películas de “matiné” (funciones de cine por la mañana).
Por primera vez conocimos y probamos las exquisitas “tortas” y “sanguiches “preparados con verduras, queso, chile, jitomate, cebolla, “mayonesa”; los “licuados” de fruta con leche; los ricos “tacos de canasta” y “tacos de pollo con consomé”, acompañados de las ricas “aguas frescas” y todo tipo de alimentos callejeros que solo en las ciudades se consumen.
Por fuera, desde la banqueta, conocimos y visitamos las denominadas “discoteques”, o salones de baile como “Tequila a Go Go”, “Tiberios”, “Le Dome”, etc, ya que la edad y situación económica, solo nos permitía llegar hasta la puerta de entrada. La mirada asustada al ver entrar y salir a jóvenes con ropa apropiada nos causaba admiración, debido a la diversidad de ropa de vestir, peinados, olores, zapatos, y movimientos rítmicos al caminar.
Finalmente, y por respeto al espacio, en esa época de los años 1967-1970, quizá a los 16 años, llegamos (mejor dicho, nos llevaron) a visitar también la “famosa”, “temida” y legendaria Zona Roja o de Tolerancia, vulgarmente llamada “la Zonaja”; lugar exclusivo que todos los jóvenes (y por supuestos adultos y viejos) “ansiaban” conocer y disfrutar, lleno de “burdeles”, prostíbulos, bares, cantinas y cabarets para encontrar alguna dama con quien bailar, o correr alguna aventura sexual.
Como olvidar el “Sarape”, “el Arcelia”, “el Waikiki”, “La Roca”, “el Gato Negro”, y el lugar de mayor prestigio de esa época en Acapulco, la exclusiva “Huerta” con su gran personaje “Mayambe”, en la calle de Mal Paso, de la popular colonia de Aguas Blancas.
Al fin y al cabo, superamos carencias, obstáculos y riesgos de vivir y estudiar 3 años en Acapulco; avanzamos y terminamos felizmente nuestros estudios de Secundaria, listos para continuar en las escuelas del nivel Medio Superior y Superior. Esa será otra historia.
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