Por César González Guerrero. Foto: https://elcofresito.blogspot.com/
Para la generación de jóvenes del siglo XX, principalmente de origen campesino, aunque nada fue fácil, sí tratamos siempre de hacer amenos los tiempos de nuestra infancia y juventud. En lugar de estar tristes por las desfavorables condiciones socioeconómicas de nuestro pueblo, buscamos alternativas para estar felices, y una de ellas fue la de «correr gallos».
Algunos lo hacíamos solo por acompañar, otros por aprender y los mayores por enamorar a alguna dama. No costaba dinero y solo bastaba con la creatividad, «convidando» a las amistades de confianza para hacerlo.
El caso es que «correr gallo», aparte de ser un pasa tiempo y una forma de expresar el amor por la mujer que se deseaba, significaba un aprendizaje para los pequeños aspirantes a ser adultos. Algo que no requería escuela y solo con ver y escuchar se adquirió el conocimiento y la experiencia del enamoramiento a la antigua y que se debe rescatar.
En la mayoría de los pueblos de Guerrero y más de la Costa Chica, hasta 1980 aproximadamente, la juventud varonil con guitarra en mano se agrupaba desde las primeras horas de la noche para preparar el repertorio musical, En ocasiones acompañados por valientes y decididos trovadores dispuestos a «desvelarse» por apoyar al amigo interesado en «correr gallos». Valientes porque no cualquiera estaba dispuesto a que los celosos padres de la pretendida los «bañaran» con «cubetazos» o «jicarazos» de agua en la madrugada… algunos más molestos hasta con los líquidos de las «bacinicas» …
Y es que «correr gallos», en aquellos tiempos, significaba un gran reto para el aspirante a enamorar a alguna mujer; primero porque no sabían cantar, menos tocar la guitarra, razón por la cual requerían de alguien que lo hiciera. Segundo porque los padres celosos estaban dispuestos a todo para alejar para siempre a los pretendientes. Finalmente se tenía que correr el riesgo.
Lamentablemente se llegaron los tiempos de inseguridad y violencia y ahora todo se está olvidando o se hace a través de los aparatos tecnológicos que ofrece la modernidad. Ahora es el Facebook, WhatsApp, etc., quienes permiten expresar los sentimientos amorosos. Sí que es una gran pérdida para la juventud actual.
Las también llamadas «Serenatas», quizá por el «sereno» de la noche y madrugada, son momentos de gran sentimiento, pasión y amor, expresados en una canción. Sin duda, ahora y siempre, sea «serenata» o «correr gallos», es la manera más subliminal de enamorar a una mujer que no se debe dejar de hacer. La sociedad en general se resiste a olvidar este acto previo al noviazgo y matrimonio, porque se ha demostrado que las parejas de esa época son las que a la fecha mantienen su relación.
La palabra «serenata» que proviene del término «sereno» (calmado), o del italiano «sera» que quiere decir «tarde», se refiere al hecho de entonar melodías dedicadas a las mujeres en su domicilio, frente a la puerta de la casa o de la «ventana», después de las 8 de la noche y a veces hasta altas horas de la madrugada, cuando todo está silencio y la gente durmiendo. Pero en nuestra tierra eso se llama «correr gallos». Aunque hubo un tiempo en que también se utilizaban las famosas «dedicadas» en los altoparlantes o bocinas del pueblo.
La «serenata» («dedicadas» o «correr gallos») iniciada en el siglo XVIII con veladas realizadas en los amplios jardines de los palacios de la aristocracia de esa época y duró hasta el siglo XX, estuvo a cargo de prestigiados músicos de la época como Mozart y Beethoven quienes fueron algunos de los intérpretes de grandes serenatas.
Los jóvenes enamorados acostumbraban «llevar» serenata a las damas que pretendían conquistar, y de esa forma empezar una relación de noviazgo hasta contraer matrimonio. Aunque también se hacía con el fin de lograr una «reconciliación» o resolver algún problema o mal entendido en su relación. Dependiendo del momento es como se dedicaban las canciones. Unas de amor, otras de «adoloridos» y otras más de «desprecio». Unas ocasiones en su sano «juicio» y otras con algunas «copas» para «darse» valor. Como fueran siempre con el riesgo de que el padre no se molestara, de lo contrario sufrirían las consecuencias de semejante osadía.
Este momento romántico y muy especial, se caracterizó por acudir a la parte exterior del domicilio, al aire libre y en plena calle, regularmente acompañado por amigos de confianza, y al compás de las notas musicales de la guitarra, requinto y bajo, entonando melodías alusivas al amor y a la mujer. Quienes tenían la posibilidad económica podían acompañarse por mariachis, duetos o tríos. Los de una clase social más alta y sobre todo en las ciudades fueron acompañados por las famosas «tunas». Regularmente el interesado es quien se encargaba de la primera voz, aunque no muy entonado, desde luego con la intención de trasmitir su sentimiento a la mujer aludida. Rescatemos la costumbre de "correr gallos".
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