“La inteligencia es como la verdad, una nada más. Pero la interpretan una y otra vez, que el ser humano se confunde, cuando realmente tienen que fundamentarla”.
Nuestra mente es el regalo que cada humano tiene. En nuestra “bóveda craneal” reside el cerebro, el cual tiene millones de dendritas que habilitan a las neuronas que alumbran lo que uno hará, hizo y hace. Así como el resto de nuestras facultades como ser vivo, como raza y persona. Me remito al estudio que arrojó la psicóloga y profesora Linda Susanne Gottfredson, quien definió la inteligencia humana como “una capacidad mental muy general que, entre otras cosas, incluye la aptitud para razonar, planear, resolver problemas, pensar de forma abstracta, comprender ideas complejas, aprender rápidamente y aprender de la experiencia. No es únicamente aprender de los libros, una habilidad académica limitada, o hacer bien los tests. Por el contrario, refleja un contenido más amplio y profundo de lo que nos rodea”.Sin embargo, la neuroimagen les permite a los científicos y expertos en el tema, investigar más de nuestra corteza cerebral y sistema nervioso con sus respectivas manifestaciones. Como los gurús mediáticos Howard Gardner, Robert Sternberg o Daniel Goleman, quienes indican que hay múltiples inteligencias, distintas e independientes, que sólo direccionamos una actividad intelectual. Es decir, alguien podría ser lerdo con el lenguaje y un genio con los números. Aquí algunos tipos de inteligencia según Gardner: lingüística, lógica-matemática, espacial, musical, corporal cinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista, ésta última eliminada por el autor, por lo cual se resume que hay siete. Conclusión de teorías basadas en análisis y estudios exhaustos. Gardner define la inteligencia como la “capacidad de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en una o más culturas”. Sternberg señala que “las personas con inteligencia exitosa conocen sus virtudes y compensan o corrigen sus debilidades, pues nadie es bueno en todo. Ellas valoran el medio, en el que se encuentran, para saber si éste puede o no capitalizarlos para sacar el máximo partido a su talento. Buscan los ambientes en el que no sólo puedan realizar su trabajo con efectividad, sino también introducir la diferencia. Crean sus propias oportunidades, antes de aceptar las limitaciones que le imponen las circunstancias en las que les toca vivir”. Goleman indica lo siguiente, “podríamos caracterizar la inteligencia emocional como la capacidad para conocer y controlar las emociones propias y ajenas, con el fin de obtener determinados fines. Las principales cualidades de la inteligencia emocional son cinco: conciencia de uno mismo, equilibrio anímico, motivación, control de los impulsos y sociabilidad”.
Sin embargo, lo más nuevo en esa área en boca de Gottfredson, ha arrojado que si alguien es muy bueno con el lenguaje, es mucho más probable que improbable que también lo sea con números y en el procesamiento viso-espacial, el hecho de que se usen pruebas verbales, numéricas o viso-espaciales, no es realmente importante para comprender las relaciones de nuestra inteligencia con la biología, sino el hecho de que capturen esa capacidad general con mayor o menor intensidad.
Todo esto me recuerda el impacto que han dejado Sigmund Freud, Carl Gustv Jung, Alfred Adler y Erich Fromm, en lo que respecta al estudio del ser humano, el alma y nuestra mente.
Concuerdo que la inteligencia es unitaria, no hay más. La amplitud, el radio y el espectro que le demos no tiene límites. De ahí parte todo lo que podemos hacer o no. Absolutamente, hay un Universo y hay un cerebro. Esa es la verdad.
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