Por Miguel Ángel Arrieta Foto: https://www.facebook.com/miguelangel.arrietamartinez.9
Aunque el planteamiento del ex gobernador Ángel Aguirre Rivero para promover la conveniencia de una alianza PRI-PRD en las elecciones del 2021 motivó en redes sociales más polvareda que reflexión, los análisis al margen de posiciones encontradas sobre el tema concluyen que la única posibilidad de contener el derrumbe de ambos partidos en Guerrero el próximo seis de junio se localiza en una coalición de centro izquierda.
De hecho, el escenario crítico de una alianza entre PRI y el PRD en esta entidad no radica en revisiones de desencuentros sociales y planteamientos antagónicos entre ambos institutos, sino en el dilema para definir una propuesta conjunta construida desde ceros sobre una plataforma realmente competitiva en el proceso electoral.
Por lo pronto, quienes aluden a diferencias históricas entre priistas y perredistas, como elemento central para desechar la viabilidad de una alianza, y afirman que un acuerdo de esta naturaleza sería el fin del proyecto perredista, se les olvida que el derrumbe de su partido no comienza a partir de esta salida, sino que prácticamente inició el primero de julio del 2018 ante la fuerza del tsunami morenista.
Por el contrario, una visión fría al respecto revela que la alianza sería el punto de partido que permita la recomposición y reintegre la cohesión de sus militantes. Después de todo, el mejor mensaje en política es aquel que se deriva de giros radicales en estrategias de campaña.
Y hasta ahora, nadie dentro de los cuadros directivos de ambas fuerzas ha podido transmitir las claves que detengan la disgregación de grupos y personajes priistas y perredistas hacia partidos ligados al morenismo.
En todo caso, de acuerdo a Aguirre Rivero, la estructuración de la alianza PRI-PRD se puede desplazar en diversos escenarios y aplicarse en fórmulas para competir con candidato común a la gubernatura o en espacios distritales por diputaciones locales y federales, e ir tras el mayor número de ayuntamientos, propuesta con la que están a favor grupos de liderazgos perredistas en Costa Chica y Costa Grande, así como priistas de la zona Centro y Norte del estado.
El mismo PRD conoce por experiencia la alta vulnerabilidad que en política representa apostarle a poner todos los huevos en la misma canasta; en la elección del 2018 el partido del sol azteca se coaligó con PAN y MC en la disputa por la presidencia de México, diputaciones federales, senadurías, ayuntamientos y diputaciones locales y el saldo de esa decisión fue una hecatombe de la que todavía no se recupera.
En el fondo, la sola mención de una posible alianza entre partidos que en el pasado reciente se enfrentaron radicalmente en procesos electorales, impacta emocionalmente en las filas de la militancia pero ello no coloca la propuesta en posición de inviabilidad, ya que la trascendencia de un acuerdo que tiene como objetivo crear contrapesos constitucionales entre poderes de gobierno, supera afanes individualistas ajenos al riesgo de permitir que todo el control político del estado quede bajo el dominio de un solo color partidista.
A diferencia de la crisis de 2005, en la que el PRI perdió por primera vez la gubernatura de Guerrero, y la derrota del 2011 en la que se dividió el tricolor entre el añorvismo y el aguirrismo que se fue al PRD, el escenario actual de una posible debacle en el 2021 es previsible: una coalición permitiría sobrevivir a priistas y perredistas, y si las condiciones derivadas del desánimo por incumplimientos morenistas se capitalizan, el camino a la gubernatura podría resultarles más conveniente de lo que se observa ahora.
El problema para PRI y PRD es que ya no pueden darse el lujo de pensar detenidamente el desafío. De acuerdo al calendario electoral, los partidos políticos en Guerrero tienen hasta el día diez de noviembre para registrar alianzas.
Del primero de julo del 2018 a la fecha ya transcurrieron más de dos años, lo que representa tiempo suficiente para que el PRI entienda que sus tres pilares, sector obrero, sector campesino y sector popular, están carcomidos y casi tocan su extinción. Y el PRD haya asimilado que terminó como un aparato ideológico saqueado por liderazgos que terminaron emigrando a Morena.
En resumen, las posibilidades de sobrevivencia del PRI y PRD para detener su caída radican en una decisión política que deben tomar antes de que concluya el próximo martes.
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