Por Miguel Ángel Arrieta Foto: https://www.facebook.com/miguelangel.arrietamartinez.9
Coyuca de Benítez es un municipio costero de 75 mil habitantes aproximadamente localizado al poniente de Acapulco, distinguido por invaluables riquezas naturales que lo definen como uno de los polos con mayor potencial turístico de Guerrero, pero cuya detonación económica ha quedado relegada durante décadas ante el perfil caciquil asumido por sus respectivos alcaldes, y cuya vigencia se replica en poco más del 65 por ciento de los ayuntamientos guerrerenses.
En 1990, con la negociación ilegal realizada por el gobierno de José Francisco Ruiz Massieu para entregarle al PRD la administración del municipio ganada en las urnas por el PRI, se percibió un relevo generacional con todas las posibilidades para sacar a los coyuquenses de esa condición de pueblo abandonado en la que el cacicazgo del priista Rosendo Ríos Rodríguez lo había colocado en la década de los setentas.
Treinta años después, Coyuca de Benítez representa una de las más fieles estampas del realismo mágico guerrerense combinado con la vida provinciana descrita en las ilustraciones de Rius; sus caseríos tradicionales dominan el paisaje y la actividad económica sigue sujeta a un paupérrimo contexto comercial y de servicios turísticos.
Su cabecera municipal, comunidades y barrios serían estudios naturales de grabación del cine hollywodense cuando se tratara de ilustrar el rezago de los pueblos mexicanos.
Aquí no hay cines, ni bancos ni centros comerciales. El mercado viejo fue demolido para construir en ese espacio una plaza de usos múltiples, pero han pasado tres gobiernos municipales y las ruinas del otrora centro de abasto permanecen ahí como monumento inequívoco a la pusilanimidad de las autoridades municipales.
Hasta ahora carece de un sistema integral distribuidor de agua potable. Ni siquiera dispone de una planta potabilizadora aun cuando las aguas del río Coyuca son un afluente permanente del que se alimenta la población.
Coyuca de Benítez ha sido gobernado por las más diversas fuerzas políticas, PRI, PRD, MC, coaliciones partidistas y actualmente la alianza Morena-PES-PT que llevó a la alcaldía a quien ya había sido presidente municipal, Alberto de los Santos.
Lo de menos son las siglas que trasladan al poder a personajes colocados por las élites burocráticas locales, en el fondo, lo grave en Coyuca de Benítez es que todo dominio partidista termina siendo sustituido por grupos que luchan por obtener el control presupuestal del municipio, cuyo monto aproximado es de entre 200 y 250 millones de pesos anuales, eso sin contabilizar asignaciones de programas sociales estatales y federales y recursos extraordinarios en obra pública, lo que daría un total de casi mil millones de pesos en un trienio.
La perversión de la administración pública municipal coyuquense activa un escenario en el que los alcaldes elegidos durante las últimas tres décadas, desestimaron por completo trabajar por el pueblo y para el pueblo y su ejercicio se reduce a servirle a grupos dominantes y controlar recursos en mecanismos que los conduzcan a su reelección.
El trabajo real de los alcaldes es proteger a los inversores, -constructores, materialistas, transportistas y dinero proveniente de fuentes nunca declaradas-, que los llevan al cargo. De ahí la necesidad de coaligar intereses para perpetuar su presencia en la conducción dl municipio, sin importar la fuerza política que los postule.
Al final de cuentas, lo peor del priismo-morenismo-perredismo y otros partidos minoritarios se conjunta cada tres años para definir a quien representará los poderes reales de Coyuca de Benítez.
La presencia de este modelo lleva el tema hacia el terreno de la inseguridad
pública ante la llegada de cuerpos de seguridad trasladados desde otras entidades del país para resguardar al alcalde Alberto de los Santos, lo que abre la pregunta entre los coyuquenses sobre ¿Quién gobierna realmente en ese municipio?
Por lo pronto, el también ex alcalde Ramiro Ávila busca ser de nueva cuenta candidato del PRI a la alcaldía. Hace dos años, Ramiro Ávila perdió por una mínima diferencia ante el actual presidente Alberto de los Santos, quien a su vez se mueve para intentar ser reelecto.
En términos generales ambos se plantan en el discurso de sacar a Coyuca de Benítez de la pobreza, la violencia y la desigualdad. Lo grave es que los dos ya fueron alcaldes y entregaron el municipio en condiciones deplorables, lo que obliga a replantearse: ¿por qué entonces les interesa tanto administrar un ayuntamiento detenido en el tiempo?
Después de todo, la mejor evaluación de su posible candidatura se debe medir en función de su fracaso, no de sus promesas.
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