Noé Mondragón Norato
A quienes ejercen el poder les encantan las lisonjas. La quema de inciensos reconociendo su labor como gobernantes. Las reiteradas pleitesías de lacayos, cancerberos y acomedidos que vigilan y cuidan todos sus movimientos, ante las amenazas y acechanzas externas. Y ellos mismos se suben gustosos a esa nube donde, montados y desde las alturas, no alcanzan a percibir las dolorosas realidades. La violencia y la inseguridad que no ceden. El acortamiento de la brecha entre ricos y pobres subsanada con limosnas gubernamentales. La imparable intervención y fortalecimiento de los grupos delictivos que mantienen postrados a los gobernantes. También a comerciantes y ciudadanos comunes. El conflicto público alentado por adversarios y personajes que, camuflados y desde las sombras, maniobran para desestabilizarlos. Hay que ir por partes.
DOS INFORMES. – El presidente López Obrador acaba de rendir su Segundo Informe de Gobierno. Hará lo propio el gobernador Héctor Astudillo. Ambos fueron alcanzados por crisis que no pudieron evitar. Y que los hicieron deflagrar. Se leen así: 1.- Tres días antes de rendir su informe, el presidente no entregó los resultados prometidos a los padres de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa. Al día siguiente, enfrentó en la Ciudad de México una manifestación violenta que ya se hizo costumbre: la de las llamadas ‘feminazis’, quienes utilizando como único lenguaje la violencia, atacaron a mujeres policías que trataron de contenerlas. Se entiende, por la actitud de las iracundas féminas, que el fondo era buscar que las frenaran con esa misma violencia. Para señalar de represivo no solo al gobierno de la Ciudad, sino al propio presidente. ¿Qué fines políticos inconfesables se esconden tras este tipo de radicalismos? Como sea, la señal que se mandó no solo fue de excesiva tolerancia, sino de impunidad. 2.- López Obrador cometió un error garrafal: dijo en la mañanera del 29 de septiembre ―un día después de las agresiones de feministas― y previo a su informe, que si los opositores del Frente Nacional Anti AMLO (Frena) lograban llenar el zócalo con 100 mil personas y caía en las encuestas, se iría de la presidencia. «Los gobiernos autoritarios se derrumban con grandes movilizaciones», aseguró. Sus opositores ―apoyados desde luego, por fuerzas políticas ocultas que van en contra de su proyecto— le tomaron la palabra. Y le llenaron la plaza de la Constitución. El periódico británico The Financial Times, se sumó a los cuestionamientos. Dijo en su editorial del pasado domingo, que AMLO «es el nuevo líder autoritario de América Latina». La “lealtad ciega” que pide el Ejecutivo a sus colaboradores, sus llamados a votar para procesar a sus predecesores, así como las humillaciones públicas a quien lo critica “son buenas razones para sentir miedo”, detalló el rotativo. 2.- El gobernador Héctor Astudillo no canta mal las rancheras en este carril. Rumbo al desglose de su Quinto Informe, presumió lo de siempre: que en Guerrero bajó la violencia. Las evidencias lo desmienten con creces: no aclaró el homicidio del periodista Pablo Morrugares en Iguala. Tampoco el del ex candidato morenista a la alcaldía de Arcelia, Herón Sarabia Mendoza. En Acapulco, Taxco, Iguala, Chilpancingo y Zihuatanejo, los homicidios dolosos del fuero común se le acumulan todos los días. Basta con hojear la prensa y las redes sociales para confirmarlo. Y en la comunidad de El Durazno, municipio de Coyuca de Catalán, un grupo delictivo quemó casas y robo varias cabezas de ganado apenas el pasado lunes. Si las evidencias son mucho más tercas que los discursos, ¿cómo justificarlo con cifras y encuestas pagadas a fin de vender realidades optimistas y cómodas para el gobernante? El mandatario estatal ha sido además y durante cinco años de gobierno, muy opaco en la aplicación del gasto público. Es claro que la democracia en México está saturada de personajes que demandan su respeto. Pero no existen demócratas que la apliquen en sus tareas de gobierno. Ese déficit se mide con la ausencia de resultados. Los hechos lo confirman.
HOJEADAS DE PÁGINAS…El que anda desatado también, es el ex alcalde perredista de Acapulco, Alberto López Rosas. Se dice «amigo» de López Obrador a fin de ganar simpatías ciudadanas perdidas desde hace mucho tiempo. De hecho, no cuenta con base electoral sólida. Pero le ha funcionado hacer declinaciones. Y cuando fue solo a la competencia electoral, quedó en los últimos lugares. El ex edil debe admitir con frialdad, que su ciclo en política ya está cerrado.
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