Por Noé Mondragón Norato Foto: https://www.facebook.com/ManuelAnorveBanos/photos/
Hay dos poderes que hipotéticamente, se enfrentarían en la elección de gobernador del próximo domingo 6 de junio de 2021: el del gobernador Héctor Astudillo Flores, protegiendo e impulsando a un probable aspirante de la alianza PRI-PRD-MC. Y el presidente Andrés Manuel López Obrador, operando para hacer ganar a su candidato a través de una alianza del Morena-PVEM-PT. En este contexto, la apertura de otros escenarios que podrían generar confusión y desconcierto, se tornan enteramente factibles. Hay que pulsarlos.
¿ALIANZA PRI-MORENA? – En política, lo imposible se torna posible. Y una alianza partidista PRI-Morena no resulta tan descabellada. Sobre todo, si se mira con frialdad la cancha completa. Se lee así:
1.- La animadversión política del presidente López Obrador aparece enfocada hacia un partido político en concreto: el PAN. Y le siguen el PRD y el MC. El punto es que con el PRI ha tendido acuerdos muy visibles en cuando menos tres pistas: en la aprobación de leyes importantes en el Congreso de la Unión en la que ambas fracciones legislativas votan de común acuerdo; en el perdón presidencial al ex presidente tricolor del país, Enrique Peña Nieto, con todos los hurtos y desvíos millonarios cometidos; y en la inclusión de prominentes ex priistas en su gabinete. El punto es que hay condena a la corrupción en el discurso, pero también, alianzas con el PRI que buscan pasar desapercibidas.
2.- En Guerrero, la elección de gobernador es complicada para el Morena. Por cuando menos dos factores políticos que pesan demasiado: AMLO ya no aparecerá en la boleta electoral. Y el trabajo político de sus aspirantes está lubricado por dos cosas: algunos tienen experiencia en la función pública, pero fueron tocados de muerte por la corrupción en su desempeño —como Félix Salgado y Luis Walton—. Y otros no son conocidos ni cuentan con trabajo de base, como el delegado federal Pablo Amílcar Sandoval. O incluso, la alcaldesa de Acapulco, Adela Román. Las dos únicas ventajas que Morena tiene sobre el PRI, es el deficiente trabajo del gobernador Héctor Astudillo —quien nunca pudo alcanzar ‘el orden y la paz’ prometidos—, y el hartazgo ciudadano hacia ese partido.
3.- A diferencia del Morena, el PRI cuenta en Guerrero con una estructura del voto duro, que, unido al del PRD, pondría en riesgo el triunfo del partido presidencial. A dicho escenario se suma como amenaza también, la intervención decidida de los viejos cacicazgos tricolores indispuestos a ser desplazados de sus beneficios en el gobierno estatal. Es justo aquí, donde podría cuajar la alianza partidista Morena-PRI. Aplicando la máxima cesariana del ‘divide y vencerás’. Porque si hay un partido político al que AMLO le quiere cobrar añejas facturas políticas después del PAN, este es el PRD. Dejarlo ganar en unión con el PRI, significaría dotar de poder a la tribu los chuchos de Nueva Izquierda, con cuyos propietarios no transige.
4.- La apuesta política de los desbordados del Morena —como el delegado federal Pablo Amílcar Sandoval—, es que el efecto político López Obrador les alcance de aquí a junio de 2021. Y si se mira bien, dicho partido no cuenta hasta hoy, con una estructura corporativa del voto que les asegure el triunfo, tal como lo anticipan algunas encuestas altamente sesgadas. Y apelan al voto ciudadano para conseguir el triunfo. A lo anterior se suma un escenario todavía más perturbador: la forma en que jueguen en la elección de 2021, los poderes fácticos. Sobre todo, los grupos de la delincuencia organizada. Hay indicios políticos muy evidentes de que, en la elección presidencial del 1 de julio de 2018, la mayoría de dichas organizaciones delictivas estuvieron de acuerdo con ‘liberar’ la decisión ciudadana para que votaran como quisieran. Pero la elección de gobernador es diferente. En Guerrero, pervive todo un coctel variopinto y explosivo: la pobreza, los residuos de la guerrilla, los grupos delictivos, la marginalidad, los cacicazgos, la violencia y la inseguridad. ¿Le bastará al Morena ir a la elección con partidos políticos meramente simbólicos y sin presencia electoral? ¿O necesitará de una alianza con el PRI? Los dados de la ruleta ya están jugando.
HOJEADAS DE PÁGINAS… La pugna por la dirigencia estatal del PRD, quedó reducida a solo dos actores: los diputados locales Alberto Catalán Bastida —del grupo político del ex gobernador Ángel Aguirre—; y Bernardo Ortega Jiménez, que va apoyado por las tres tribus restantes. Por número de militantes afiliados por cada tribu, la dirigencia correspondería en automático, a Catalán Bastida. Pero los chuchos podrían imponer a Bernardo, sumando los números de las otras. Lo cual sería el acabose para un partido en franco declive.
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