*La veneración empañada por el Covid-19
Por: Miguel Ángel Arrieta
Desde hace décadas, Alfredo Arroyo, acompañado de su padre Pedro Arroyo, su madre, hermanos, sobrinos y cientos de amigos, se trasladan durante la última semana de abril desde Chicago hasta Amealco, en el municipio de Ixcateopan de Cuauhtémoc, para ser parte de los festejos que durante más de una semana se dedican a San Marcos, patrono religioso de esa comunidad.
Pero este año, las maletas y camionetas en los que decenas de ellos hacen el largo viaje de casi tres días, se quedaron guardadas. La veneración en tiempos del Covid-19 orilló a que el culto a San Marcos se reservara a una plegaria colectiva convocada por el Club de Hombres y Mujeres de Amealco, “desde cualquier lugar donde resida un habitante de nuestro pueblo”, pide Raymundo Arroyo en un mensaje difundido en redes sociales.
El llamado a ratificar su fe a San Marcos hoy 25 de abril, implica una carga de nostalgia por la cita que este año no se cumplirá y a la vez implica el compromiso de cientos de migrantes integrados en la organización de la celebración, y agregados en la tarea de recaudar fondos económicos para dignificar a su pueblo.
Y es que durante los últimos diez años, el culto a la imagen milagrosa ha enmarcado también la inauguración de caminos, calles y otras obras de beneficio colectivo financiadas por los migrantes. En el trascurso del año, la gente de Amealco radicada en Chicago y otras ciudades americanas colecta el dinero aplicado en mejorar la calidad de vida de su comunidad y la entrega simbólica de lo construido se realiza tradicionalmente en esta semana.
Amealco se localiza en un perímetro serrano considerado eje de los pueblos que mayor mano de obra aportan hacia los Estados Unidos; Temaxcalapa, Teucizapan, El Potrero, San Juan, San Miguel, Huixtac, Icatepec, entre otros, por lo que la fiesta de san Marcos atrae a decenas de familias de esas localidades que convierten al apacible poblado en un carnaval interminable en el que los habitantes del pueblo abren las puertas de sus casas para dar de comer a los visitantes, antes de culminar la algarabía en los desfogues sin tregua del jaripeo.
Cuando los hombres montan demoledores toros, cientos de mujeres observan temerosas el desafío de los jinetes, mientras que los ancianos ataviados con elegantes sombreros de la región calentana, apuestan el tiempo que el montador durará sobre la bestia y los niños inundan la gradería del ruedo y consumen golosinas, aguas frescas y frituras al por mayor. Todo bajo un ambiente de música de banda, tronidos de cohetones y los fuegos del espectacular castillo.
Este abril, nada de eso ocurrirá; Amealco se quedará esperando el colorido, la bulla y el sabor del reencuentro.
Desde la primera semana de marzo pasado, los integrantes del Club de Hombres y Mujeres de Amealco y los organizadores de la fiesta anual, consensuaron la necesidad de suspender la celebración ante la magnitud adquirida por la propagación del coronavirus, particularmente en Chicago, ciudad donde radican un gran número de los migrantes que acuden a venerar a San Marcos.
La decisión fue unánime y de hecho se anticipó en buena medida al tamaño registrado por el riesgo sanitario, cuyo alcance ha alarmado en tal grado a los habitantes de pueblos guerrerenses que en la mayoría de ellos se ha prohibido el acceso a visitantes y de manera específica a quienes vienen de la Unión americana, después de todo, la única forma de prevenir el contagio en esas comunidades es evitando cualquier contacto con el exterior, o con quienes vienen de áreas sumamente contaminadas por el virus.
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