Viéndolo de cerca, parece una jugada política maestra del secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, en el tablero de la sucesión presidencial tricolor calendarizada para julio de 2018. Se entiende -por las huellas visibles sembradas-, que evaluó con frialdad el escenario: al invitar sin previo aviso y al cuarto para las doce al candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, sabía que las reacciones de la mayoría de los mexicanos se concentrarían en cuestionar y atacar esa decisión presidencial. Linchar mediáticamente tanto a Peña Nieto como al propio Trump. Tal y como ocurrió. Pero en el fondo, pudo tratarse de una estrategia política orientada a desviar la atención en cuando menos dos pistas: el cuarto informe de Peña Nieto. Y la acelerada disputa por la sucesión presidencial tricolor. Hay que ir por partes.
VIDEGARAY: ESTRATEGIA DE PODER.- Ciertamente, la visita inesperada de Donald Trump, le sirvió al secretario de Hacienda, Luis Videgaray, para operar por anticipado sus intereses de poder en cuando menos dos pistas:
1.- De entrada, no tomó en cuenta para la gestión de esa indeseable visita, a la secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Salinas, sobrina del ex presidente priísta de México, Carlos Salinas de Gortari. Al hacerlo así, el efecto político que buscó fue evidente: que Claudia despotricara por ese insulto a su investidura. También por la indiferencia diplomática. Y terminara renunciando a su cargo. Lo anterior se justifica plenamente porque Videgaray fue el artífice político de la visita de Trump. Y el único que lo sabía, fue el propio presidente Peña Nieto. Se entiende que con esa maniobra, Videgaray Caso se anticipó a las intenciones del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, por incluir dentro del tablero de la sucesión presidencial tricolor de 2018, a su sobrina Claudia Ruiz Salinas. El problema que no advirtió Videgaray, es que juega con un viejo y perverso tiburón de la política. Y en su visita con el presidente Peña Nieto a la lejana nación China, la secretaria de Relaciones Exteriores estaría negociando no su renuncia, sino su permanencia en el gabinete presidencial. Una maniobra que de concretarse, le daría la vuelta a las intenciones de poder del secretario de Hacienda. Con el consecuente costo político facturado en su contra. Lo que menos quiere el ex presidente Salinas a estas alturas, es ver fuera a su sobrina, de la sucesión presidencial tricolor, un terreno que ya se disputan el propio Videgaray, en constante medición de fuerzas con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Como se ve, la visita de Donald Trump, tuvo sus intenciones políticas de doble banda.
2.- El cuarto informe presidencial de Peña Nieto, se midió con base en un indicador muy fuerte: la caída abrupta en la popularidad del presidente Peña Nieto. Era mejor denostarlo con la visita de Donald Trump, a que las redes sociales y los medios escritos de comunicación, le cuestionaran acremente por su evidente ausencia de resultados. La proliferación de la inseguridad en todo el país y los jaloneos con la CNTE por los ajustes a la Reforma Educativa en el inicio del ciclo escolar. Pero sobre todo, por la indisposición evidente para actuar en contra de cinco gobernadores muy corruptos del PRI. Sin embargo, dos de los asuntos que le iban a pegar con fuerza no solo a Peña Nieto, sino al propio secretario de Hacienda, era el aumento criminal reciente a las gasolinas. También, al rubro de la energía eléctrica. Al invitar a Trump sin avisarle a nadie -más que a su jefe político-, Videgaray evitó de algún modo, las embestidas mediáticas y de las redes sociales en su contra, por estas impopulares medidas. Con una sola maniobra “diplomática”, le quitó algunas presiones políticas no solo a Peña Nieto, sino a su propia causa. Y la sucesión presidencial se tornó encarnizada en el apretado círculo de poder peñanietista.
HOJEADAS DE PÁGINAS…Al hacer público el endeudamiento heredado tanto por los ex ediles priísta Manuel Añorve Baños (mil 899 millones), y el de Movimiento Ciudadano, Luis Walton Aburto (692 millones), totalizando 2 mil 591 millones de pesos, el actual edil perredista Evodio Velázquez Aguirre, le puso el cascabel a los gatos. Y metió en un dilema político al propio gobernador, Héctor Astudillo.
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