No solo en México, en todas partes al periodista cuesta la vida decir lo que piensa, de nada vale decir lo que otros callan, hablar por el que no puede hacerlo, exponer para corregir faltas etc.
El sector social más expuesto a la crítica es el político y, en consecuencia incluye sujetos que al mínimo asomo de crítica aunque el saco no sea de su medida hacen suya la pretendida ofensa y explotan, contra el comunicador que no hace otra cosa que cumplir su trabajo.
Esta reacción es la del “ofendido” moderado, pero el violento, al intocable que domina exagerada dosis de “chincuale” además de insultos e improperios de toda clase recurre al secuestro, a las patadas e incluso al crimen.
Lo asombroso es que quien ejerce el periodismo en nuestro medio tan sombrío y peligroso lo hace porque esa es su vocación y siente en su conciencia el imperativo de decir lo que dice sin medir los peligros a que se expone.
El valor civil en este periodista es innato.
En la página 519 del tomo segundo del libro “Crónica del siglo XX” se comenta la anécdota que involucra al célebre filósofo español don Miguel De Unamuno que permite conocer de buena fuente un valioso testimonio de entereza cívica que con gusto me permito dar a conocer a los amables lectores del “Regional de la costa” www.elregionaldelacosta.com.mx.
“12 de octubre – en Salamanca, la celebración de la Fiesta de la Raza se ha convertido en un enfrentamiento entre don Miguel de Unamuno y el general Millán Astray.
Tras la intervención de don Francisco Maldonado, que atacó a catalanes y vascos, se gritó el lema de La Legión “¡viva la muerte!, al que siguieron los de ¡España! ¡Una! ¡Grande! ¡Libre! “, emitidos por Millán Astray. A continuación intervino don Miguel como rector de la Universidad. Refiriéndose a los gritos del señor Millán Astray dijo: “Acabo de oír el grito necrófilo y sin sentido de “viva la muerte”…El general Millán Astray es un inválido…un inválido de guerra…que quisiera crear una España nueva…según su propia imagen. Y por ello desearía ver una España mutilada”. Aquí saltó Millán Astray: “¡muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!”, que corearon los falangistas. Don Miguel siguió: “éste es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitarais algo que os falta: razón y derecho en la lucha”.
Si doña Carmen Polo de Franco no llega a darle el brazo a don Miguel, para abandonar el recinto, seguro que los legionarios le hubieran abatido a tiros.”
Cuentan que Voltaire, filósofo francés, en pública discusión con su rival político dijo: “Estaré hasta la muerte en contra de lo que dices, pero defenderé hasta la muerte el derecho que tienes para decirlo”.
¿Qué sería de la humanidad si todos, absolutamente todos pensáramos igual?.
¿Si cada cabeza es un mundo.
Si para que haya consenso es preciso el desacuerdo.
Si de la discusión nace la luz?...
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