Noé Mondragón Norato
El último gobernante chilpancingueño fue Alejandro Cervantes Delgado. Y hoy lo sigue, Héctor Astudillo Flores. Al primero, le tocó lidiar no con la inseguridad pública, sino con el legado siniestro del ex gobernador Rubén Figueroa Figueroa, quien venía de instrumentar una política ultra represiva contra la guerrilla de Lucio Cabañas, con el fin de disolverla en definitiva. De hecho, fue uno de los principales responsables de la llamada Guerra Sucia, que enlutó a cientos de hogares guerrerenses. Cervantes Delgado utilizó la tolerancia y el diálogo para encauzar con paciencia los agravios colectivos y también, para conjurar progresiva pero sistemáticamente, los fantasmas de la violencia. Y lo hizo aceptablemente. Por eso pasó a la historia como un político y gobernante conciliador. Héctor Astudillo también es oriundo de Chilpancingo. Pero hasta hoy, no se le conocen dotes de conciliador. Al contrario: rompió abiertamente con el grupo político del ex gobernador Rubén Figueroa Alcocer –un personaje que, al igual que su padre, carga con el estigma de otro episodio cruento: la matanza de Aguas Blancas-, a quien sumó a medias a su campaña por el gobierno estatal. Y desde sus distintas posiciones legislativas –pasando por el Senado de la república, hasta sus dos diputaciones locales-, no encontró los caminos para reencontrar a su partido con los guerrerenses, hartos de trepadora cultura priísta. Por eso se entiende que perdiera su primera elección de gobernador. Y hoy, se enfrenta a una disyuntiva ineludible: adoptar el estilo político de su paisano Cervantes Delgado. O continuar por la senda del autoritarismo que tanto daño le ha hecho al PRI y a los grupos de poder que lo tienen secuestrado. De optar por lo primero, estaría construyendo las bases de un gobierno fuerte desde el principio. De caminar por lo segundo, encontrará muchas dificultades para lograr la gobernabilidad, dos palabras que entrañan el pago de un alto precio para conseguirlas. Y de que esto último se abre otra lectura.
GOBERNAR COMO ZEFERINO.- Cuando Astudillo perdió la elección de gobernador de febrero de 2005, los guerrerenses abrigaron la esperanza de que todo cambiaria para el bien común, con el arribo del primer gobierno opositor en toda la historia política de la entidad. Pero conforme pasaron los meses, al primer gobernador perredista de la alternancia en el poder estatal, Carlos Zeferino Torreblanca Galindo, se le acabaron las canchas donde debía jugar. Y fueron muriendo las esperanzas y las expectativas ciudadanas. El ex mandatario perredista nunca entendió ni dimensionó, el tamaño de la responsabilidad que llevó a cuestas por seis años. Sencillamente, administró las finanzas estatales. Se la llevó de a muertito. Ni concilió ni hizo política ni transformó. Tampoco mostró sensibilidad, pero sí excesiva arrogancia y altanería, propia de los hombres que no saben controlar el poder. Fue entonces cuando muchos ciudadanos comenzaron a plantearse las preguntas: ¿qué pasaría si hubiese ganado la elección Héctor Astudillo? ¿Acaso gobernaría mucho mejor que Zeferino Torreblanca? ¿O quizás, sería un tanto peor? Las dudas se multiplicaron. Nunca imaginaron que diez años después, Astudillo lograría otra vez encumbrarse como candidato del PRI a gobernador. Y ahora sí, ganar la elección. Esta vez, las interrogantes en relación a si será mejor o peor que Zeferino, las tendrá que despejar el gobernador tricolor recién estrenado, a lo largo de sus seis años de gobierno. Confirmará de algún modo, que los ciudadanos guerrerenses siempre estuvieron equivocados cuando optaron por darle su voto en la elección de 2005, a Zeferino Torreblanca. O en su defecto, que acertaron. Y esta vez, se equivocaron al encumbrar al propio Astudillo como gobernante. La historia política de Guerrero, pondrá a cada quien en su lugar.
HOJEADAS DE PÁGINAS…Los dos bloques del magisterio disidente agrupado en la Ceteg, dieron su visto malo al ex funcionario zeferinista, José Luis González de la Vega Otero, quien repetirá como secretario de Educación. Y también al posible nombramiento del ex dirigente de la sección 14 del SNTE, Emiliano Díaz Román, como subsecretario de Educación Básica. Ambos personajes, pésimos para la negociación y buenos para abrirle juego a todo lo irregular. En este contexto y bajo esta dinámica, podrían darse los primeros descalabros para el incipiente gobierno estatal astudillista.
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