El primer impacto que tendrá la división de la izquierda en México, es un debilitamiento en su centro de poder, El Distrito Federal. Y posteriormente impactará en los estados que hoy gobiernan.
Lo anterior, deriva de una situación que aún no se puede medir, pero que tendrá un fuerte impacto en los reductos de poder, tanto del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y las huestes de Andrés Manuel López Obrador, quienes hoy, se encuentran, quizá sin ver con claridad hacia dónde van a jalar, pero evidencia que suceda lo que suceda, habrá de llegar el momento, en que los grupos, se enfrentarán por los cotos de poder, en donde existan. Y el coto de poder consolidado más grande de la izquierda, es en el Distrito Federal, puesto que en los estados, no han tenido la consistencia, ni la capacidad de mantener un solo gobierno estatal, por más de un periodo constitucional, a excepción del estado de Guerrero, pero con gobernadores priistas, que al final de cuentas, no aseguran continuidad, sino un profundo desgaste a los postulados de la izquierda, que ha provocado, en no pocos casos, deslindes de la dirigencia nacional en otro momento. Chiapas, Hidalgo, Sinaloa y Puebla, son ejemplos de lo anterior
Pero en un momento, en donde el PRD, se debate entre con quién se van con melón o con sandía, se inserta un elemento distorsionador, entre la militancia. Por ejemplo en el estado de Guerrero, de golpe y porrazo, los perredistas quedaron casi huérfanos, luego de que los diputados, unos perredistas, otros de los grupos perredistas independientes, y los que se dicen adeptos del gobernador del estado, Ángel Heladio Aguirre Rivero, ya hay tres facciones, fácilmente definidas, pero sin duda que surgirán más.
Y si a eso le sumamos que muchos tienen en su corazón a López Obrador, pero pertenecen a organizaciones como el PT o Movimiento Ciudadano, la dispersión que se anuncia, es de pronóstico reservado. Por lo antes mencionado, se hace necesario que el diputado perredista, Bernardo Ortega Jiménez, actual líder de la Comisión de Gobierno, luego del retroceso que les dio el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, en cuanto a quitarles 5 diputados plurinominales, eso le permita actuar inteligentemente, en cuanto a su relación con el PRI, luego de que en la primera reunión para nombrar la mesa directiva, ni siquiera los contempló en un espacio, que sin duda le corresponde al tricolor.
No hay que olvidar que el PRI, es la primera fuerza nacional y el PRD, es la primera fuerza estatal, pero el poder perredista si le quiere recargar la mano, se limitaría a establecer decisiones que impactan contra la minoría priista, pero le impide realizar alianza de mayor poder, que lo conecten con el poder federal.
Eso debe permear entre los perredistas, porque si avasallan al PRI en Guerrero, se cerrarán a un diálogo más fructífero con el poder federal.
Es decir, los perredistas, dependen de los priistas, en cuanto a poder abrir las puertas del gobierno federal. Y si hay una actitud mezquina, los perredistas, podrían engolosinarse y aplastar a los priistas, reciclando en efecto, lo que siempre cuestionaron los perredistas, cuando en otro momento los priistas los avasallaban. Lo gentil no quita lo valiente. La democracia, demanda acuerdos. La necesidad de definir qué se quiere con el actual Congreso de Guerrero y qué papel jugarán los partidos, obliga a definir estrategias que permitan colocar al estado en una condición de trabajo coordinado. Pero si lo perredistas pretenden ahogar a los priistas, lo podrán hacer con la mano en la cintura, pero la victoria será pírrica, luego de que se encerrarán en su isla, que sería el Congreso de Guerrero, donde para avanzar en las condiciones que demandan la situación actual de rezago social, es una obligación la coordinación, los acuerdos y las alianzas. Dividido el Congreso de Guerrero, no le servirá a nadie. Ese es el reto de Bernardo Ortega Jiménez. Gracias. Comentarios;
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