Uno de los segmentos del mercado turístico que Acapulco no ha explorado –en buena parte porque a los burócratas que han estado a cargo de promover el turismo no les ha interesado– es el del turismo rosa, el de las personas que tienen preferencias sexuales distintas de las históricamente aceptadas por las instituciones tradicionales.
Pero está visto que llegó la hora de hacerlo; la decisión no puede postergarse más, no sólo porque Acapulco necesita con urgencia la derrama económica que deja este sector –que, según estudios, es el triple de lo que gasta el sector heterosexual–, sino porque, de no hacerlo, se rezagará aun más respecto de otros destinos turísticos, incluso mexicanos, que ya incursionan con éxito en este mercado.
De hecho, el destino más preferido por el segmento lésbico-gay-transgénero-transexual-intersexual (LGTTI) del mundo entero es Puerto Vallarta, según Travelocity, empresa online que promueve el turismo en el país. Cancún, la ciudad de México y Guadalajara le siguen los pasos. ¿Y Acapulco?
Éste es el momento de empezar. Durante su más reciente campaña por la presidencia municipal, Luis Walton Aburto ofreció ser el presidente del turismo. Ahora que ya es alcalde electo debería empezar a considerar la opción del turismo rosa entre sus prioridades para este sector.
Abrir un destino turístico al turismo gay implica, en primer lugar, que tenga una amplia aceptación social de la homosexualidad, pues la primera condición que debe ofrecer es respeto equitativo, digno y sin atisbo alguno de discriminación. Acapulco cumple ese requisito a satisfacción.
El segundo requisito es acondicionar toda la cadena de prestación de servicios para estos viajeros: agencias de viajes, líneas de cruceros, hoteles, centros de relajación, clubes nocturnos, compañías o campañas de publicidad y hasta servicios sexuales donde la prostitución está regulada.
Es necesario difundir, en cada eslabón de esta cadena, la cultura del respeto a la diversidad sexual.
De hecho, existe una firma certificadora de productos y servicios turísticos gay friendly, que garantizan tolerancia y respeto a la comunidad LGBTTI. Se trata, según Travelocity, de Travel Alternative Group (TAG). El certificado TAG se ha otorgado solo a 20 hoteles de México, es decir 1 por ciento del total de la oferta de hospedaje nacional, lo cual da una idea de la dimensión de la oportunidad existente en este momento, oportunidad que no deberíamos desperdiciar.
Este certificado es otorgado cuando el hotel solicitante cumple seis criterios básicos: no discriminación; igualdad de trato a parejas, entrenamiento de su personal en la diversidad sexual, vigilancia de TAG en la prestación de servicios, apoyo a la comunidad y trato digno a los huéspedes.
En la actualidad, medio centenar de ciudades en el mundo reciben de continuo turistas de preferencias sexuales diversas. Eso significa que sus gobiernos, sus legisladores, sus comunidades gay y sus prestadores de servicios han sabido ponerse de acuerdo para empujar juntos acciones coordinadas para atraerlos y atenderlos con calidad y calidez.
La recompensa que han obtenido es un nada despreciable filón de dinero dejado como derrama económica.
¿No lo cree? Vea esto: según la Secretaría de Turismo del gobierno federal (Sectur), durante el primer trimestre de este año, 3 millones 835 mil turistas extranjeros visitaron nuestro país y dejaron 2 mil 222 millones de dólares en derrama económica.
Entre ellos, los turistas con preferencias sexuales diversas sumaron más de 115 mil, es decir 3 por ciento, pero dejaron una derrama de más de 200 millones de dólares, equivalentes a 9 por ciento del total. Es decir que en general gastaron el triple que los heterosexuales.
La conveniencia de entrar a ese mercado es obvia, ¿o no?
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