Por Héctor Contreras Organista
*Visitamos a don Alfredo G. Lobato en Acapulco.
Fuimos amablemente atendidos por sus familiares, su esposa, la respetable señora Emma Castro de Lobato y Juanita, su hija, periodista como su papá.
Don Alfredo, luego de ofrecernos un vaso con agua de jamaica y mucho hielo, tomó una pequeña silla y se sentó a nuestro lado, mostrando con ello su contentamiento por nuestra visita, su bienvenida y su hospitalidad.
Hace muchos años, le comenté, era asiduo lector de su columna “Radar” que escribía en Diario de Acapulco.
Me gustaba su contenido, la brevedad de su espacio y la forma clara de exponer los problemas y algunas alternativas de solución.
Después de algunos comentarios en torno a su actividad, el señor Alfredo Lobato da respuesta a mis primeras preguntas, ¿dónde nació? ¿cómo se ligó usted al periodismo? ¿quiénes fueron sus padres?
Nací en Acapulco el 6 de noviembre de 1921, en el barrio de El Teconche. Mi madre fue Juana Lobato Cárdenas y mi padre el coronel Jesús González.
Me inicié en el periodismo por mera casualidad.
Ocurre que recién salido de la Escuela de Pintura donde estudiaba, el señor Ignacio de la Hoya, propietario del periódico “La Verdad”, me pidió que hiciera unos trabajos de dibujo.
En esa época era difícil enviar a un reportero gráfico a tomar fotografías de los accidentes. Entonces, yo hacía los trabajos representando el accidente, y de esa forma me inicié.
Don Nacho de la Hoya me invitó después a que supliera al reportero Jesús Lasso, en la fuente policíaca en la que estuve muchos años.
A partir de ahí don Ignacio de la Hoya me enseñaba por las noches la parte técnica del periodismo, o sea, el conocimiento del taller, cómo funcionaba, él me hizo favor de enseñarme todo eso y me gustó. Me corregía algunas cosas que yo escribía y fui avanzando hasta lograr un nivel aceptable.
Don Alfredo fue once años reportero de “Diario de Acapulco”, en la época en que su propietario fue don Juan Caballero Aburto; más tarde se convirtió en su propietario, cuando se lo compró a Wenceslao Peláez Figueroa.
Considera que su presencia en el periodismo sirvió para instituir un nuevo estilo, no solamente en la manera de redactar una columna o la información, sino “que sirviera también de escuela para otros aspirantes que los había, y muchos, en esa época”.
Recordó que en los inicios había que abrirse paso a empellones y codazos, “la policía era el peor enemigo de los periodistas; yo tuve problemas muy graves con la policía por mis escritos y esas cosas; en la actualidad esas situaciones ya no se dan, afortunadamente”.
-Se dice que el periodismo en Acapulco siempre ha sido fuerte, duro, agresivo, ¿así es don Alfredo?
“Sí, cómo no. Pero no debemos pasar por alto que en la actualidad una buena parte son centaveros, gente sumisa a la voluntad del poderoso, del rico o del gobernante en turno. En aquella época no era así, de ninguna manera. Había verdadera libertad, pero había que conquistarla poniendo incluso en peligro la vida. Ahora no, pero hay magníficos elementos actualmente en el periodismo”.
-Como periodista, ¿cuál es su mayor satisfacción?
“El hecho de que mi hijo haya abrazado la carrera y ha hecho algo mejor que todo lo que yo hice, montar el mejor taller técnico en Acapulco, es un gran taller y que mi hija Juanita también incursionó en el periodismo, por supuesto que eso me enorgullece
-El periodismo que usted y los periodistas de su tiempo practicaron, ¿sirvió para cambiar situaciones difíciles, o el rumbo de la historia en el estado de Guerrero?
“Sí, por supuesto que sí. La prueba es que a don Ignacio de la Hoya le costó la vida por la lucha en contra del general Raúl Caballero Aburto”. ¿Qué le pasó a don Ignacio de la Hoya?
“Lo golpearon en plena calle una turba enviada por el gobierno, lo golpearon a tal grado que perdió la razón. El hombre murió vagando por las calles de Acapulco. No sé si sus hijos lo apoyaron, pero me supongo que no faltó una mujer que se aprovechó de él, pero me callo su nombre”.
-De su actividad profesional, don Alfredo, ¿qué le ha impresionado de manera especial?
“Lo que más me impactó como periodista en Acapulco fue el suicidio de una joven de apellido Corral, que fue atacada por un hermano del extinto gobernador José Francisco Ruiz Massieu. Fue un verdadero escándalo. A esa niña la llamaron hasta “dama de la noche”, cuando era víctima de una salvajada de esa gente. Sin embargo, mucha gente caravaneó aquí a Ruiz Massieu, en lugar de criticarlo, por lo menos, señalarle las fallas que tuvo, pero nadie, nadie lo hizo. Regaló maquinaria para imprenta de periódicos. Quienes fueron beneficiados no pudieron sostenerlos, la prueba está que desaparecieron”.
-¿Está usted retirado del periodismo?
“Totalmente, aunque en ocasiones escribo algo sin firma en el periódico de mi hijo, pero no, ya no”.
-¿Desde cuándo se fue y por qué se retiró?
“En 1985, fue por causas de salud, tengo una enfermedad muy pesada, efisema, no hay salvación ahí y se requiere mucho reposo, atención médica y esas cosas, así he logrado sobrevivir, apoyado desde luego por mis hijos”.
-¿Vendió el Diario de Acapulco?
“No, señor, no lo vendí, ni siquiera la maquinaria vendimos. Mis hijos trajeron hombres con marro y la destrozaron, todo el taller lo hicieron pedacitos, pero nada vendimos, la continuamos entre hermanos, la cabeza del periódico nosotros la tenemos y si sigo mejorando como hasta ahora, a lo mejor resurge el Diario de Acapulco”.
-¿Qué importancia tiene el apoyo de una esposa como la de usted en la vida de un periodista?
“Detrás de un luchador, de alguien que se empeña en alcanzar una meta, siempre hay una mujer importante, y así es la mía, valiosísima. Sin ella no hubiera podido hacer nada, porque con su ayuda, mucho antes de haber comprado el Diario de Acapulco fuimos dueños de un gran hotel en Acapulco, el Sansusí con treinta y seis búngalos.
-¿A cuáles compañeros recuerda usted con cariño?
“A todos porque nunca tuve problemas con ninguno, todos fueron muy gentiles conmigo”.
-¿Tiene algún mensaje para nuestro jóvenes periodistas?
“Que no desmayen, que continúen con empeño hasta lograr su objetivo, que sean buenos periodistas, con mente libre, no sujetos a la opinión ajena y mucho menos al poder económico o político”.
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