Por Ángel Irra Carceda Foto: http://noticiasalmomento.com.mx/
En caso de que finalmente los tribunales electorales determinen que la impugnación del resultado electoral del 6 de junio en Guerrero es improcedente, los priistas guerrerenses tendrían que enfocar sus baterías en la reorganización de su partido.
Todos sabemos que las derrotas son huérfanas y que, normalmente, generan una cascada de acusaciones, de culpas, de señalamientos de “traidores” a la causa.
En medio de ese escenario se encuentra Mario Moreno Arcos, quien desarrolló una gran campaña para ganar, y una vez que se declaró a Evelyn Salgado Pineda ganadora de la contienda por la gubernatura, procedió a impugnar el resultado comicial.
En la disputa por la gubernatura, en el 2005, Héctor Astudillo Flores -seguro estoy- tuvo en sus manos elementos para impugnar el resultado electoral que le fue adverso ante Zeferino Torreblanca.
Cochinada vil, porque su “derrota” la fraguaron desde muchos antes, desde el Centro del país.
Héctor decidió no proceder, y en su dolencia por el resultado y las circunstancias en que se dieron, dejó en claro a sus seguidores y equipo que ahí no terminaba su proyecto, que continuaba. Y lo logró.
Ahora, en el Guerrero priista, si se confirma la victoria de Evelyn Salgado, no hay otro personaje más que Mario Moreno para tomar las riendas del PRI estatal.
Para su servidor, sin apasionamientos, Mario Moreno es el relevo natural en la dirigencia estatal del PRI.
No es por nada, pero conoce al partido desde sus entrañas. Sería el gran conciliador entre los ahora grupos priistas en pugna empecinados en culpar a muchos por la eventual derrota.
Si entre los priistas ahora se despedazan entre unos y otros, los de enfrente les estarán agradecidos.
Y lo mismo pasaría entre los perredistas, que -curiosamente- su voto desapareció el 6 de junio. ¡Ajá!
La adversidad genera reflexiones, y también debe convertirse en el punto, la base del relanzamiento. No sería la primera vez.
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