Por Miguel Ángel Arrieta
Para entender en qué punto se hundió la expectativa despertada en septiembre del 2018 por el entonces poderoso grupo compacto de diputados locales de Morena, nada más recomendable que hacer un recuento de los intereses personales que antepusieron los integrantes de ese grupo parlamentario, para concluir porque la 4-T dejó pasar la extraordinaria oportunidad de construir un aparato real de contrapesos desde el Congreso, y reconstruir puentes de retroalimentación con bases ciudadanas y campesinas.
En ese sentido, el fracaso de la mayoría morenista en el Congreso local no se localiza en la baja productividad legislativa, ni en su pobreza solidaria para construir un andamiaje de apoyo a los más necesitados durante la pandemia, sino en una tácita incapacidad para acercarse a los grupos sociales más desprotegidos.
La lógica política indica que apenas dos o tres diputados locales de Morena entendieron aquella frase estertorea expresada por Roberto Madrazo Pintado, cuando refirió que el PRI comenzó a perder control y poder en el momento en que se alejó de las causas sociales que justificaban el fondo de sus luchas reivindicatorias: por ejemplo, el derecho a la vivienda que alegaban los priistas cuando formaban colonias irregulares y el derecho al trabajo al que apelaban cuando comercializaban espacios públicos con vendedores ambulantes.
Por lo menos, el primer desafío de la mayoría legislativa de Morena, radicaba en marcar una ruptura con el modelo de agencia de colocaciones y oficina de relaciones públicas con el que venía operando el Congreso desde hacía varias legislaturas, e instalar una evolución política enfocada a profundizar en la lucha contra la corrupción en estructuras estatales y municipales.
Si en realidad se trataba de una transformación, el punto de partida era un deslinde real, no discursivo, del sistema PRI-PRD-PAN vigente en la Cámara local. El problema para los diputados morenistas es que ello implicaba diseñar una nueva estructura organizacional desde los cimientos, y eso representaba una distracción en sus luchas internas por obtener el control del Congreso y el presupuesto financiero asignado al legislativo.
Desde el inicio de funciones, los legisladores tuvieron elementos suficientes para fijar a los ayuntamientos bajo esquemas anticorrupción suficientes que redujeran el nepotismo y la oscura asignación de obra pública, pero en cambio prefirieron colocar a sus familiares en las nóminas municipales y recomendar a los alcaldes empresas constructoras.
En este contexto, destaca el vacío creado por los integrantes de esa mayoría legislativa entre la responsabilidad constitucional que asumieron y la población que supuestamente los eligió; después de ganar abrumadoramente en sus respectivos distritos.
Resulta inaudito que después de favorecerse con el voto, apenas dos diputados, Zeferino Gómez Valdovinos y Marco Antonio Cabada, hayan mantenido comunicación abierta con grupos de colonos, transportistas y trabajadores. Los demás entraron en una fase de divorcio con sus votantes.
En el fondo, la razón de esta separación parte del origen natural de los propios diputados; muy pocos de ellos hicieron una campaña electoral de compromisos y objetivos de renovación, su elección fue resultado de un cruce de circunstancias socioeconómicas que ganaron el repudio hacia el régimen anterior y su victoria jamás se hubiera logrado sin la presencia de Andrés Manuel López Obrador en la misma jornada electoral, por lo tanto diputados como Osiel Pacheco, Teofila Plateros, Yoloczin Domínguez, Arturo Martínez, Mariana García y Antonio Helguera, carecen de motivación social para reactivar diálogo con sus electores.
Frente a la oportunidad de portar relojes Rolex, edecanes, lentes Dolce & Gabbana, calzado Jean Pierre, camionetas último modelo, efebos, fragancias Dior y camisas Tommy Hilfiger, no van a perder el tiempo en recorrer caminos polvorientos, calles sobre las que corren aguas negras, barrios en los que se respira pobreza y abunda el excremento de perros a flor de tierra.
Hasta ahora, esa mayoría legislativa local que se asumió como anti neoliberal, prácticamente respira, come y sueña sobre los pilares del capitalismo depredador que presumían combatir. Por lo pronto, en Guerrero fueron incapaces de fijar nuevas relaciones sociales y de instalar una agenda política más allá del camino fácil del disfrute presupuestal.
Al final de cuentas, lo peor es que perdieron la oportunidad de oro que les asignaron los guerrerenses y su legado, al entrar en su tercer ejercicio de funciones, es que preservaron una estructura de ambiciones personales a la que presumían venían a demoler.
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