Por Miguel Ángel Arrieta Foto: https://www.facebook.com/AngelAguirreRiveroOficial
Antes de enfocar el desglose de asuntos partidistas desde una óptica conveniente a sus intereses, los corifeos de una democracia ideologizada deben explicar por qué ahora se rasgan las vestiduras frente a la posibilidad de una alianza PRD-PRI, cuando hace no mucho, (2010), apoyaron el experimento de coaligar cuadros de ambos partidos para lanzar a la gubernatura a Ángel Aguirre Rivero, Vicario de la doctrina priista, como candidato de las izquierdas unidas en Guerrero.
La respuesta a este cuestionamiento se divide en dos vertientes:
1.- En ese afán purificador de hacer creer a la sociedad que si no estás en Morena no eres realmente de izquierda, los promotores de armar una militancia dogmatizada han pasado por alto que a la sociedad no se le escapa el origen y trayectoria de los personajes representativos del morenismo en esta entidad; la mayoría proviene del PRD, MC e incluso del PRI.
La revisión histórica de los tres últimos procesos electorales para elegir gobernador en Guerrero, (2005, 2011 y 2015), colocan al PRD y PRI como fuerzas dominantes a las que no se debe menospreciar, a pesar del crecimiento desmesurado de Morena en el 2018.
Aunque esa diferencia se debió al fenómeno López Obrador en la boleta electoral, por lo que mantener esa ventaja entró en terrenos de incertidumbre ante el hecho de que el líder de la 4T no aparecerá ya en la votación.
De ahí que Morena esté reproduciendo el modelo del PRI y PRD cuando ejercieron el poder: fortalecerse urgentemente con bases electorales que votarán como beneficiarios de programas sociales de dinero regalado y entregado de manera directa.
El problema de este esquema, se localiza en la excesiva fiscalización social ejercida por el ojo ciudadano a través de las redes sociales, como quedó claro cuando los propios beneficiarios de programas sociales exhibieron a los Servidores de la Nación que pretendían venderles la idea de que esos recursos se los debían al delegado Pablo Amilcar Sandoval, aspirante a la candidatura de Morena a la gubernatura.
En este escenario, los ideólogos del morenismo encapsulado en dilemas semejantes a la teología de la liberación, han detectado que la suma del PRI y PRD va más allá de una agrupación de logotipos y en realidad lo que se aprecia es la reconstrucción de un nuevo bloque de poder partidista con personajes experimentados y militancia decidida no solo a recuperar espacios locales de gobierno, sino decididos a luchar por su sobrevivencia, lo que los hace verdaderamente riesgosos.
Lo peor para los morenistas es que el presidente Andrés Manuel López Obrador venga a Guerrero en etapa de sucesión adelantada y refiera que el mejor ejemplo para localizar el perfil de quién debe ser el próximo gobernador, sea Héctor Astudillo Flores, priista de cepa pura.
2.- Hasta hace dos meses, el seguimiento a la posible creación de una alianza PRI-PRD inquietaba al morenismo dentro de parámetros meramente reflexivos, pero lo que aceleró la observación de esta jugada fue que el liderazgo del nuevo bloque opositor lo tomó el dos veces ex gobernador Ángel Aguirre Rivero.
Constitucionalmente, Aguirre Rivero no puede volver a ser gobernador, pero ello en lugar de reducir su peligrosidad duplica el potencial de operatividad electoral que mantiene en las siete regiones de la entidad.
Ángel Aguirre no está divorciado de la idea de que el candidato a la gubernatura sea Javier Saldaña Almazán, Manuel Añorve Baños, Javier Taja Ramírez o Mario Moreno Arcos; rumbo a una elección decisiva en la orientación política del estado, se localiza como un factor altamente influyente en los movimientos para reconformar las estructuras del priismo y el perredismo.
Si los de Morena hasta ahora venían presumiendo que ninguno de los aspirantes a la gubernatura compite en carisma con Félix Salgado Macedonio, esa perspectiva seguramente será modificada en breve con la presencia abierta del ometepequense en el terreno electoral.
Hace cuatro días, las opiniones que dominaron el escenario político en Guerrero confluían en la convicción de que Aguirre Rivero había tomado el control del PRI y el PRD en la entidad con los nombramientos de Alberto Catalán en la presidencia estatal del partido del sol azteca, y Sofío Ramírez en la dirigencia priista en Acapulco. Nada más equivocado, les respondió el ex gobernador a quienes se expresaban así.
En una columna difundida en redes sociales, Aguirre Rivero explicó que sus relaciones e interacción partidista va más a fondo y tiene amigos y ex colaboradores en todas las áreas de gobierno y en todos los partidos, incluido Morena. Y hace un extenso recuento de los actores ligados a lo que él presume como “amistad”.
Lo de menos es que los tentáculos del aguirrismo registren una infiltración infinita; lo rescatable es que su liderazgo sepa capitalizar la oportunidad que le representa disponer de esa red geo aguirrista.
Después de todo, es muy cierto eso de que en política no hay nadie muerto.
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