Más que una posible jugada de valores político-económicos, lo que implica la visita del presidente López Obrador a Washington, D.C., es la validación del gobierno mexicano para que los próximos cuatro años continúe el trato persecutorio y los atropellos a los derechos humanos de la comunidad migrante por parte de la administración de Donald Trump, en caso de reelegirse el mandatario norteamericano.
Por lo pronto, el contexto social que envuelve el encuentro entre ambos mandatarios contiene elementos que la Cancillería mexicana ha desdeñado por provenir de sectores de paisanos que se oponen a la visita de Andrés Manuel, ante el carácter electorero para beneficiar al personaje que emprendió la estigmatización criminal de los migrantes, separó familias, enjauló niños y firma decretos lesivos para desaparecer los beneficios conquistados por paisanos radicados en USA.
Al menos, López Obrador debería saber que medio centenar de cartas y mails firmadas por decenas de activistas, líderes de organizaciones méxico-americanas y académicos, permanecen sobre el escritorio de Marcelo Ebrard Casaubon, Secretario de Relaciones Exteriores, para solicitarle explique al presidente el elevado saldo que deberán pagar los migrantes mexicanos de mantenerse Trump un periodo más en la Casa Blanca.
El problema es que Marcelo Ebrard no escucha, ni antes ni ahora, las voces migrantes; durante el tiempo que ha durado la pandemia en Estados Unidos, en la práctica el Canciller se distanció radicalmente de la comunidad mexicana migrante, aunque en el discurso afirmaba tener comunicación permanente con ese sector.
En ese sentido, en más de una ocasión dijo que se brindaba apoyo a los familiares de cientos de fallecidos por Covid-19 para trasladar los restos de los difuntos a México, lo que los migrantes desmintieron: los Consulados tienen cuatro meses cerrados y nadie auxilia a los deudos.
Y la propia Cancillería reconoció ayer mismo ese rezago. En un comunicado oficial, la SRE informó que apenas daría inicio a la repatriación de cuerpos, para lo cual utilizarán una nave de la Fuerza Aérea Mexicana.
De hecho, ese antecedente apenas es una parte del distanciamiento sistemático aplicado por el gobierno de López Obrador con los migrantes, desde que inició la presente administración.
El primer aviso del gobierno mexicano para los migrantes en la Unión americana, vino en enero del 2019; a un mes de iniciar la Cuarta Transformación se canceló el presupuesto al programa Tres por Uno para Migrantes. Cuando una delegación de líderes de Chicago se trasladó a la Secretaria de Bienestar en Ciudad de México, se les informó que esos recursos ahora se destinarían para apoyar a migrantes centroamericanos que ingresaban a México por la frontera sur.
Este año, el gobierno federal ratificó la desaparición de ese programa y una serie de ajustes financieros que reducen la atención a mexicanos en USA; cancelación del programa Bienvenido Paisano, anulación del Instituto de los Mexicanos en el Exterior, reducción de gastos operativos a la red consular mexicana y afectación salarial a los trabajadores de áreas de protección legal a paisanos.
Por lo tanto, el escenario estratégico de la visita de AMLO a Trump no ha sido dibujado con exactitud sociopolítica al presidente mexicano. Después de todo, el resquebrajamiento de la relación con un amplio sector de migrantes se contamina mayormente ante los disturbios civiles contra policías en cientos de ciudades norteamericanas.
Miles de mexicanos han participado en las protestas violentas para denunciar agresiones ilegales y prácticas discriminatorias de policías contra migrantes, como parte de un clima persecutorio alentado por Donald Trump, lo que no puede dejar de lado López Obrador si en realidad mantendrá un diálogo respetuoso y de entendimiento con el presidente americano.
En todo caso, su entrevista aunque no se circunscriba al marco de una visita de Estado, debe contener espacios de intercambio sobre temas apremiantes en beneficio de los millones de mexicanos que trabajan en Estados Unidos.
Lo grave es que la agenda diseñada por Marcelo Ebrard no incluye encuentro alguno con los migrantes. Una comunidad altamente sensible en los tiempos del Covid-19, afectada profundamente por la pérdida de millones de empleos y lastimada por el fallecimiento de miles de compatriotas en los últimos cuatro meses.
Al final de cuentas, lo que AMLO pone en riesgo con su visita a Washington no se mide en términos financieros derivados del T-CAM; en el fondo, el impacto real de ese viaje incuba una bofetada a la dignidad de millones de connacionales acorralados por el clima de vejación impulsado por Trump.
Lo interesante del caso, es que para los migrantes no es difícil entender los criterios autoritarios del imperialismo bajo el que sobreviven, lo que no terminan de asimilar es que su propio presidente se desplace hasta el epicentro del neoliberalismo para avalar la guerra de que son objeto.
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