Si el colapso pandémico reflejó la dimensión del daño institucional en áreas de gobierno, su alcance multilateral ha desnudado a la vez el elevado deterioro cultural prevaleciente en la convivencia social protagonizada por gran parte de los ciudadanos de Acapulco.
Durante el fin de semana, el principal municipio de Guerrero reunió un muestrario de comportamientos que servirían para que Raúl Rojas Soriano reescribiera los textos sobre las líneas idiosincráticas que han dominado los modelos de conducta social de quienes habitan esta ciudad y sus alrededores.
Todavía no salimos de la fase más crítica de contagio y lo que se apreció en diversos puntos del municipio son escenas contrarias a las que recomiendan los especialistas para reducir la letalidad del Covid-19: cientos de personas en fiestas particulares, encuentros de futbol organizados empresarios del deporte, conglomeraciones en los mercados Central, de la Garita, La Laja, Hogar Moderno y decenas más que orillaron a las autoridades municipales a intervenir con apoyo de fuerzas federales.
Independientemente del síndrome de oídos sordos detectado en miles de acapulqueños que parecen no haber recibido los mensajes para evitar la propagación del virus, el mayor impacto negativo de este escenario radica en que tal desorden describe como recibirían los acapulqueños el inicio de la nueva normalidad.
En cierta forma, el comportamiento de quienes desprecian el confinamiento representa las reducidas expectativas para reflexionar sobre la quimera de construir un nuevo Acapulco, después de la lección que nos ha dado la naturaleza durante los últimos dos meses.
Hasta donde la realidad ha colocado al municipio, pocos han entendido el mensaje real de la crisis actual.
De hecho, desde los primeros días de la declaratoria de emergencia sanitaria, el primer frente de promotores del desorden en Acapulco abrió una campaña contra toda disposición emitida por los tres niveles de gobierno para respetar la denominada sana distancia, y las medidas preventivas aplicadas por el gobierno de Adela Román fueron catalogadas de coercitivas a la convivencia social.
Lo que nunca imaginó ese sector opositor a la estrategia anticoronavirus, es que el cierre de playas, antros, plazas comerciales, parques, cines y restaurantes, decretado por el ayuntamiento era inminente y su aplicación fue antecedente de la serie de medidas restrictivas que una semana después aplicaría el gobierno de Ciudad de México.
El nivel de conducta autodestructiva en Acapulco es de tamaño ciclónico y por ende aun con la vigilancia de autoridades no podrá subsanarse si la sociedad sigue instalada en las bases de la anarquía y la desobediencia.
Por lo pronto, el fin de semana el ayuntamiento tuvo que suspender en el poblado de Las Plazuelas una fiesta de quince años en la que bailaban al ritmo de la bullanga, bebían y comían aproximadamente 400 personas.
Obviamente, la desactivación del festejo no fue fácil. Para lograr dispersar a los participantes intervinieron elementos de la Marina Armada de México, Guardia Nacional, Seguridad Pública municipal, Fiscalía General del Estado, y personal de las direcciones de Reglamentos y Espectáculos y Vía Pública.
El operativo se repitió en canchas de futbol de la colonia Zapata y en el poblado de Cayaco también fueron desalojadas de una boda 200 personas. En conjunto, el reporte oficial refiere que fueron dispersadas más de 700 ciudadanos reunidos en eventos cuya celebración pone en riesgo la salud de miles de acapulqueños.
Ayer se anunció el cierre temporal de áreas del mercado central y otros centros de abasto, lo que lleva a la reflexión convertida en canción por Juan Gabriel: ¿pero qué necesidad?
El problema, en un escenario de lógica urbana es que la autoridad tenga que llegar a decisiones extremas para protegernos de nosotros mismos. No acababa de realizar el municipio acciones de dispersión en canchas deportivas ayer, y ya los tianguistas de la colonia Zapata habían instalado sus locales informales convirtiendo la explanada de una tienda de autoservicio en una folclórica romería.
En el fondo, pareciera que el mensaje para enfrentar la emergencia del Covid-199 ha sido difundido en arameo y que se requiere la ciencia de los esenios para descifrarlo.
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