Regresar al bello nido de mis infantiles chincuales, siempre es edificante para el corazón, no solamente porque aquí me cortaron el ombligo (tia Licha Noriega, dixit) sino por todo lo que ello significa: el reencuentro con la familia, con los amigos, con los compañeros de escuela, con los olores y los sabores de mi tierra. Las tremebundas sacudidas que me produce evocar recuerdos que se entretejen con las emociones. El inevitable reencuentro con nuestra costachiquense idiosincracia. Tantas expresiónes, aparentemente olvidadas pero que al volverlas a escuchar, me provocan no solamente hilaridad sino también un entrañable regocijo.