Si bien, el simple retorno del PRI no significa una regresión sin vuelta a la llamada dictadura de partido, el proceso de democratización se encuentra en riesgo, sin una reforma electoral que garantice el equilibrio de fuerzas.
Y es que el sistema electoral mexicano está diseñado para que un partido pueda obtener mayoría absoluta en el Congreso de la Unión, ya que, a diferencia de Alemania, la Cámara de Diputados mexicana es de magnitud fija, es decir, que tiene un número determinado de diputados (500) que no puede aumentar, como sí sucede en la democracia alemana que cuenta con diversos ajustes de proporcionalidad en su sistema electoral.En nuestro país, el tope de curules es de 300, por lo que un solo partido puede ganar el 60 por ciento de la cámara con diputados por mayoría o plurinominales, siempre que no exceda por 8 puntos a su porcentaje de votación nacional emitida. Incluso por la vía mayoritaria puede ganar el total de los espacios.
De tal manera que la magnitud fija actúa como un cerco que acorrala la representación de los partidos minoritarios contra el crecimiento en curules que sí puede tener el partido mayoritario, hasta un límite de 300 espacios, o lo que es lo mismo, una mayoría suficiente para no tener contrapesos en la votación de las iniciativas importantes.
Los espacios proporcionales para los partidos con menor número de votos, son limitados por la “fórmula proporcional pura” que enuncia el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe), ya que el cociente es una cantidad fija que al irse descontando de la votación por partido merma en mayor medida los votos de los que menos sufragios tienen.
En otros países con sistemas electorales mixtos, aún cuando son también de magnitud fija, como es el caso de España, se aplica el método D´Hondt, que reduce la distancia al no manejar un cociente fijo, sino que asigna los espacios con base en la división de los votos por cada espacio a ocupar.
Esto resulta en una mayor proporcionalidad al ampliarse en mayor medida los votos descontados a los partidos con más sufragios ya que se divide la cantidad de votos obtenidos por cada partido entre cada espacio a ocupar.
Como decía, en el sistema electoral mexicano la alfombra está tendida para que el partido mayoritario pueda tener además mayoría en la Cámara de Diputados, lo que más que un elemento de gobernabilidad puede resultar un riesgo para la democratización, dado el antecedente de hegemonía del partido que está por asumir la presidencia de la República a cuya mitad de mandato habrá de renovarse la Cámara baja.
Es necesario aplicar ajustes de proporcionalidad, porque el carácter de magnitud fija que tiene el Congreso mexicano resulta un cerco que obstaculiza el crecimiento de las minorías, cuando se le confronta con los métodos discriminatorios para acceder a las curules.
El método de proporcionalidad pura establecido en el Cofipe, tiende más a favorecer la cantidad de votos, por encima del equilibrio de fuerzas, por lo que tiene un mayor riesgo de sub representación y sobre representación que otros métodos. Urge una reforma electoral.
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