Levantó la maleta que yacía bajo la ventana y salió, bajó las escaleras y cruzó la puerta del edificio a la oscuridad de la noche, la lluvia se había calmado un poco, pero todo estaba en tinieblas, cruzó la calle a toda prisa y se perdió en la inmensidad de la ciudad. El trueno retumbó.
Continúa...
DE CÓMO EMPEZÓ TODO
Jorge Alberto Téllez Resendiz un muchacho tímido, introvertido de complexión delgada sin más gloria que haber entrado a este mundo un doce de octubre de 1980, aprendió a leer a los 4 años, para cuando entró a la primaria ya sabía sumar intuitivamente, leía de manera fluida y entendía los conceptos de restar y multiplicar. Sin embargo, no hablaba, su maestra de primer grado lo catalogó como un niño con dificultades de aprendizaje y lo mandó al grupo de educación especial en el que se atendía a niños que tenían algún tipo de retraso o dificultad para aprender.
Gracias a esto Jorge pudo pasar su tiempo sin que lo molestaran, leyendo libros, creando, imaginando. Solo contestaba en los exámenes lo necesario para poder avanzar al siguiente grado, su maestra, la señorita Telassim le tenía un cariño especial, no sabía por qué no hablaba pero entendía que Jorge era un niño muy especial, lo observaba concentrado en los libros como si realmente los leyera. Al principio pensó que Jorge como todos los demás niños se limitaba a observar los colores o las ilustraciones, sin embargo pronto notó que el niño se hacía con libros de la biblioteca que no tenían ilustraciones ni colores llamativos, pero cuando le cuestionaba acerca del contenido del libro, no obtenía respuesta, Jorge se limitaba a mirarla, la señorita Telassim entonces lo abrazaba y lo llamaba “mi niño” – Eres alguien especial, no lo olvides, presiento que no eres como los demás niños y si no hablas es porque no tienes nada que decir y aun asi siento que mi corazon te quiere, sigue leyendo.
Un 20 de Agosto, justo cuando Jorge empezaba el tercer año, un pandillero, entró en la casa de la señorita Telassim para robarle, pero estando dentro, la vio dormida y como si un mal espíritu hubiese entrado en su cuerpo, la tomó, la golpeó, la ultrajó y cuando se hubo saciado sacó su arma y terminó con su vida de un tiro en la frente. La noticia se supo inmediatamente en la pequeña ciudad, la escuela suspendió sus labores, en los funerales hubo discursos enalteciendo las virtudes de la señorita Telassim, lágrimas en los ojos de sus familiares, y tristeza en los rostros de sus compañeros, la enterraron cuando caía la noche, justo en el crepúsculo cuando el cielo se tiñe de rojo y una vez terminado, le abandonaron, solo Jorge permaneció de pie junto a la tumba recién construida.
-Adios Telassim – le dijo, y de sus ojos rodaron dos lágrimas que por primera vez desde que nació inspiraban la ternura de un niño desamparado.
En los días siguientes, Jorge dedicó todas sus energías a averiguar quien fue el ladrón que ultrajó de aquella manera tan infame a su mentora, y lo averiguó, Dios sabe como logro dar con Roberto Perez Cruz, un drogadicto que en el día trabajaba en una fábrica de jabón, todos lo tenían por una buena persona, iba a misa, era un tipo callado, prácticamente sin vida social, pero por las noches, se abandonaba en las garras del “bazuco” y como un perro en celo vagaba por las calles más oscuras con un pasamontañas buscando, acechando, esperando la oportunidad, aquella noche encontró la ventana de la cocina de la señorita Telassim abierta y las cortinas ondeando al viento, lo demás pasó sin que nadie se percatara del hecho.
Jorge juró que un día tomaría venganza, y le haría pagar aquel dolor que sentía en el pecho, como si le hubiesen arrancado el corazón del pecho, sin embargo nadie noto que sufría, sus padres muchas veces preferían ignorarlo y se tranquilizaban pensando que Jorge no estaba mal de salud, comía, dormía, se valía por sí mismo para todo y muy de vez en cuando les dirigía alguna palabra sin importancia.
Para cuando terminó la primaria, ya era capaz de resolver problemas complejos de cálculo diferencial, tenía conocimientos avanzados de geometría, trigonometría y álgebra. Había leído casi toda la literatura que había en la biblioteca municipal, no tenía otro interés más que el de leer más y más libros pues tenía una sed incontenible por saber, por saberlo todo.
Y sin embargo no era un alumno brillante, no tenía amigos ni platicaba con nadie, seguía contestando en los exámenes, solo lo necesario para aprobarlos e incluso a veces contestaba cualquier cosa. Sus compañeros lo evitaban, y sus maestros lo veían como un muchacho raro, a muchos de ellos les inspiraba miedo pues había periodos en los que Jorge clavaba la vista en el pizarrón y no atendía a nada mas, solo de vez en cuando susurraba “eso está mal” y cuando alguien le preguntaba qué había dicho, cerraba la boca y no volvía a abrirla.
Así paso la secundaria aburrido, soportando todos los días a sus maestros a sus compañeros, ansiando saber mas de lo que ya sabía, fue entonces que empezó a explorar por su propia cuenta, empezó desarrollando soluciones alternas a los problemas más complejos que se proponían en los libros, soluciones que lo llevaron a desarrollar teorías propias caminos que nadie más había concebido.
Para cuando terminó el bachillerato, su mente se había desbordado, había alcanzado niveles que solo los que dedican una vida al estudio son capaces de entender, era capaz de resolver problemas muy complejos con solo echarles un vistazo, era capaz de reconocer patrones donde nadie más los veía, su capacidad de lectura incluso era tan rápida que rebasaba a su lenguaje, era capaz de leer hasta veinte mil palabras por minuto, y tenía la sensación de que podía hacerlo mucho más rápido. Y sin embargo su promedio al graduarse fue de apenas 7.5.
Fue a estudiar la universidad en la capital del país, sus padres le rentaron un departamento, le compraron un ordenador y todo lo necesario para que nada le faltase, ellos lo querían, nunca se lo dijeron, pero en el fondo sabían que su vástago un día haría algo grande, y vaya que lo hizo.
Pero Jorge nunca sintió nada hacia sus padres, no les quería, tampoco los odiaba, eran simplemente sus padres, según sus propias palabras, el medio a través del cual llegó a este mundo.
Sus padres a petición suya lo inscribieron en la Universidad Inter Americana del Valle de Chalco, su único interés, la biblioteca y la conexión sincrónica de casi cien megabits con que contaba la escuela, solo era cuestión de tiempo para que pudiera enlazar su ordenador y estaba preparado para adueñarse de la conexión de su universidad.
Y lo logró un año más tarde, en el que pasó tendiendo un cable de fibra óptica desde su departamento hasta la universidad, trabajaba de noche, cuando nadie lo molestaba, utilizó el sistema de alcantarillado, para tender el cable, lo fijo a la pared de los desagües, hasta que después de un año logró llegar a la universidad, y una tarde de abril, logró la conexión.
Pero aún había muchas cosas que hacer, le molestaba sobremanera la ineficiencia con que el sistema operativo de su ordenador trabajaba, aún no había aprendido a programar, pero eso no era problema, se encerró en la biblioteca una semana en la que no asistió a clases, leyó todos los libros de programación que había disponibles, en total quinientos cuarenta libros entre lenguajes de programación, diseño de circuitos, microprocesadores, hardware, periféricos y demás.
Y le parecieron una bazofia, ¿Cómo podían llamar aquello una maravilla tecnológica? Si estaba plagada de errores, seguía un diseño estructural endeble, se había construido un rascacielos sobre cimientos de mantequilla pensó, todo aquello le dejo un muy mal sabor de boca.
Por fin regresó a clases, imperceptible como siempre, nadie notaba que estaba ahí, todos parecían pasar de largo junto a él, la mayoría ni siquiera sabía su nombre y los maestros tenían que consultar la lista para recordarlo aun cuando era un nombre bastante común.
- Dime…. ¿Cómo te llamas?… Jorge… ¿Qué función tiene el sistema operativo de una computadora? – Le cuestionó el maestro.
- Es una basófia – murmuró en voz baja Jorge.
- Más alto que no te escuchamos… – le instó el maestro.
Jorge Movió la cabeza y se quedó callado.
- Dijo que es una basófia maestro, igual que su clase – Dijo una voz detrás de Jorge.
- Gracias señorita Liz, pero le pregunté al joven no a usted, aunque aprecio su opinión sobre mi clase, no la comparto, así que los dos salgan de aquí.
- Así que te llamas Jorge. – Preguntó Liz.
Jorge movió la cabeza y siguió mirando recargado en el muro del pasillo.
- A mi tampoco me gusta su clase, es un pesado.
Jorge no hizo nada, solo siguió recargado en el muro, mirando…
- ¿Y que? ¿Nunca hablas?
Jorge siguió recargado en su muro sin hacer nada…
- El señor que piensa que los sistemas operativos son una basófia ¿no es capaz de emitir sonido alguno?
Jorge siguió mirando…
- ¿Eres una especie de loco o algo así?
Jorge volteo la mirada hacia Liz…
- Eres un sub normal ¿sabías?, un niño de kínder es mas inteligente que tu.
Jorge se despegó del muro…
- Huy si que miedo, miren me, tengo mirada de loco, y estoy enojado porque soy burro. Ni si quiera has de ser humano.
Jorge avanzó hacia Liz…
- Ve al psiquiatra maldito loco, a que te arreglen el caspero… y deja de mirarme así.
Jorge siguió avanzando, Liz retrocedió…
- Aléjate, ¿Qué quieres?
Jorge avanzó, Liz siguió retrocediendo…
- No eres mas que un maldito retrasado… no te tengo miedo – Le tembló la voz
Jorge avanzó, a Liz se le acabó el piso.
Continuará...
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