Por Andrés Arias Jurado
Eran las 4:45 de aquel 9 de octubre de 1997, cuando nos despertó el ruido ensordecedor de la caída del agua sobre el tejado de nuestra humilde casa situada en la colonia Progreso, era él Huracán Paulina, nadie nos había advertido y en esos momentos aún no sabíamos lo que pasaba, solo nos imaginábamos que era una tormenta, pero no sospechábamos la tragedia tan grande que está intensa lluvia desencadenaría en el puerto de Acapulco.
Fue alrededor de las 7 de la mañana cuando salimos a la calle y nos enteramos que la lluvia se había llevado los puentes del río del Camarón, el de la calle Bernal Díaz del Castillo yacía recostado sobre un costado, en tanto que los puentes del entronque de la calle Zimapan y la avenida Baja California, habían sido arrasados por completo.
Durante la madrugada, el río del Camarón se había desbordado y destruido un sinnúmero de casas, arrasando casi en su totalidad los puentes que lo cruzaban desde la colonia Santacruz, hasta la costera Miguel Alemán. El antes apacible riachuelo, a su pasó dejó una huella de destrucción, dolor y muerte que enlutó a muchísimas familias acapulqueñas. Situación similar se vivió en los márgenes de las colonias Santa Cecilia, Morelos, Vista Alegre, Vista Hermosa y J. R. Escudero al desbordarse también los cauces de los arroyos como el de Aguas Blancas así como los de las colonias Generación 2000, Nueva Era, Jardín y Azteca.
El huracán Paulina, fue un ciclón tropical que tocó tierra en el sur de México a principios de octubre de 1997 siendo uno del más mortífero, destructivo y costoso en nuestro país durante la segunda mitad del siglo XX. Paulina fue la decimosexta tormenta tropical, octavo huracán y el séptimo huracán mayor que se formó en la temporada de huracanes en el Pacífico de 1997. Fue el tercero más intenso de dicha temporada.
Paulina se originó de una onda tropical el 5 de octubre en Istmo de Tehuantepec a unos 410 km al sur-suroeste de Huatulco, Oaxaca. Inicialmente tuvo un desplazamiento con dirección hacia el este, pero luego giró hacia el nornoroeste y durante el transcurso del día 7 de octubre, Paulina registró su máxima intensidad alcanzando la categoría 4 en la escala de Saffir-Simpson con vientos de 215 km/h y rachas de hasta 240 km/h.
Para la tarde del día 8, tocó tierra cerca de Puerto Escondido, Oaxaca provocando serias afectaciones en la costa de ese estado y durante la madrugada del 9 de octubre, se internó en el estado de Guerrero dejando al puerto de Acapulco prácticamente devastado. Paulina se disiparía en las primeras horas del día 10 en el estado de Jalisco.
Paulina produjo una torrencial precipitación récord en Acapulco de 411.2 mm acumulados en menos de 24 horas. Las inundaciones, crecientes de los ríos y deslaves afectaron severamente al puerto de Acapulco dejando entre 230 a 400 personas muertas. Cerca de 300 mil personas quedaron sin hogar y se registraron daños por 7,5 mil millones de dólares de ese año 1997, el equivalente a unos 80 mil millones de pesos, lo que lo coloca al huracán Paulina como el décimo puesto de los desastres naturales más devastadores de México.
Esa mañana del 9 de Octubre, la avenida Cuauhtémoc y especialmente la Costera Miguel Alemán, la avenida más hermosa del puerto estaba totalmente desconocida, parecía una zona de guerra, en total destrucción, había por doquier cuerpos sin vida, de niños, niñas, jóvenes, hombres y mujeres de todas las edades, la muerte no respeto a nadie.
Fue el Ejercito el primer destacamento que se movilizó, tal vez ni siquiera sabían por dónde empezar, rescataron a muchas personas con vida atrapadas en sus casas o en sus autos.
Muchos acapulqueños se unieron a las labores de rescate, yo fui uno de ellos, en apoyo al notario Jesús Estrada Soto quien fungía por encargo como el titular de la agencia “Central del Ministerio Público de Acapulco”, la prioridad era rescatar a los vivos y después recoger a los muertos que eran tantos que finalmente eran alineados a fuera del SEMEFO para su identificación.
En esos lamentables acontecimientos se culpó al alcalde Juan Salgado Tenorio, al secretario general y al director de Protección Civil porteños, por ser estos los responsables de la seguridad de los acapulqueños, la tormenta los agarró dormidos cómodamente en sus casas, mientras Acapulco estaba siendo devastado.
Hoy sabemos que la trayectoria de un huracán se puede ver y saber con varios días de anticipación, a pesar de ello el gobierno de Acapulco nunca alertó a la población sobre la magnitud del peligro que se avecinaba, el resultado político fue la destitución del alcalde Salgado Tenorio, de su secretario general y del director de Protección Civil que en ese entonces no tenía ni siquiera una computadora, la orden llegó directa desde Los Pinos, del mismísimo presidente Ernesto Zedillo Ponce de León.
A 15 años de la tragedia del devastador huracán Paulina, con el apoyo federal y estatal se dio una importante reconstrucción de Acapulco, especialmente en el apropiado reencauzamiento de los cauces de arroyos y de barrancas del anfiteatro porteño, desapareciendo con ello las famosas pozas de la Chaneca y del Tepetate, donde los acapulqueños en alguna época disfrutamos de irnos a bañar en sus refrescantes y cristalinas aguas, aun cuando ya antes la contaminación de la mancha humana había arrasado con estos hermosos parajes.
Ahora a 15 años de la tragedia del devastador huracán Paulina el enorme personal de la Dirección de Protección Civil del gobierno municipal logró certificarse conforme a las normas oficiales en la materia por parte del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).
Esperemos entonces y en ellos confiamos para que esta lamentable tragedia no se vuelva a repetir en Acapulco.
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