• AMLO dobló a los militares insubordinados
• Derrota de Cienfuegos; triunfo de Audomaro
El arte de la guerra es el arte del engaño. Y Andrés Manuel López Obrador demostró ayer que entiende y practica mejor las enseñanzas de Sun Tzu, que el general Salvador Cienfuegos y el almirante Vidal Soberón.
Mediante una sola maniobra –desplegada en dos tiempos-- engañó y derrotó al poder militar bicéfalo, que pretendía jugar vencidas con él, como si se tratase de fuerzas iguales o superiores, imponiéndole políticas de seguridad y personas para desplegarlas.
AMLO simplemente destruyó toda oposición con una táctica militar de ataque veloz y sorpresivo, denominada Guerra Relámpago o Blitzkrieg, cuyo objetivo es impedir que el enemigo ofrezca una defensa coherente.
Lo peor para el alto mando militar es que el presidente electo los engañó con la verdad. Les dijo que nombraría a un general y a un almirante en activo como futuros titulares de las secretarías de Defensa Nacional y de Marina, precisamente por estas fechas. Y cumplió. El problema es que los escogidos, el general Luis Crescencio Sandoval González y el almirante José Rafael Ojeda Durán, no figuraban en las listas de eventuales sucesores que los secretarios de Sedena y Semar ofrecieron al presidente electo.
Ellos creyeron que AMLO elegiría entre los militares que los jefes salientes le propusieron –pertenecientes al primer círculo de poder--, como ha sido tradicional. Quisieron seguir haciendo lo mismo cuando todo había cambiado. Tal cual le ocurrió a Peña Nieto: no entendieron que no entendían. Tarde se dieron cuenta. Consummātum est.
A los señores de la guerra les fue mal. Sobre todo al general Cienfuegos, quien había estado desafiando abiertamente al presidente electo, con actos y mensajes que en otros tiempos habrían sido calificados de abierta insubordinación. El almirante Soberón, más disciplinado e institucional, planteó sus desafíos de manera discreta y comedida. Por eso no fue tan exhibido como aquél.
En términos metafóricos, lo que ocurrió ayer fue una auténtica masacre. Estratégicamente impecable. Tácticamente brillante. AMLO sorprendió por igual a la milicia como a la comentocracia con los nombres de los futuros titulares de Sedena y Semar. Ni siquiera figuraban en las apuestas.
Los analistas del régimen –que no dan una, acostumbrados como están a las viejas formas—anticipaban que AMLO se reuniría por la mañana con el general Cienfuegos, en el despacho del militar, y que posteriormente se daría a conocer al nuevo titular de Sedena. La parafernalia se repetiría en la Semar. Pues no. Ambos nombramientos fueron dados a conocer por Twitter, al estilo Trump, con poco tiempo de diferencia. Primero el futuro titular de Marina y luego el nuevo jefe del Ejército. La operación fue quirúrgica, para evitar oposición.
Los detalles de lo ocurrido empezaron a ser revelados hoy en diferentes espacios informativos, que abrevan de fuentes militares, pero también del futuro gobierno. Dos columnistas, en particular, ofrecen datos relevantes: Roberto Rock y Carlos Loret de Mola, ambos de El Universal.
La reunión mañanera entre López Obrador y Cienfuegos en efecto ocurrió, pero ésta habría sido “fugaz y tensa” –descripción de Rock--, pues el presidente electo no sólo informó a su anfitrión el nombre de quien sucedería al militar en el cargo, sino que, además, rechazó escuchar la presentación que éste le tenía preparada sobre temas ligados al sector.
Que lo instruyera para que mejor entregara el material al próximo titular de Sedena, debió resultar humillante para el general Cienfuegos. Y es que el sucesor apenas acaba de ser ascendido a general de División (noviembre de 2017) y ahora tendrá que bajar la cérviz ante él, cuando el secretario creía que AMLO era quien le hacía genuflexiones.
Lo que ocurrió ayer en la mañana fue un acto de manejo de poder puro y duro. Que, además, trascendió a los medios para que no quedara la menor duda de quién tiene el mando del país.
Cienfuegos quiso venderle chiles a Herdez. Jugar a la política con un político profesional. Someter a un insumiso que, además, acaba de ganar la Presidencia de la República con 30 millones de votos. Y que, por si fuera poco, ganó para su partido ambas cámaras del Congreso de la Unión. ¿Cómo pudo estar tan equivocado el general?
En realidad, AMLO lo indujo al error. A Cienfuegos le ganó la vanidad. Creyó que el poder era él, cuando el poseedor de legitimidad, autoridad y credibilidad es López Obrador. Los yerros del militar son imperdonables:
1. En campaña cuestionó duro al candidato que llevaba una amplia delantera en la intención del voto, por sus cuestionamientos al papel del Ejército en materia de violaciones a los derechos humanos.
2. Presionó para que AMLO, después de ganar los comicios, fuera a visitarlo a las oficinas de Sedena, en lugar de ir él al despacho del futuro presidente de la República. Su demostración de poder fue pírrica.
3. Instruyó al general Alejandro Ramos Flores
para que, a nombre del Ejército –pues no hubo descalificación del alto mando--, concediera una entrevista a El Universal (publicada el 1 de octubre pasado) con dos mensajes para AMLO: “el primero, expreso y desafiante; el segundo, implícito y con la misma carga política de una bofetada” (Roberto Rock).
4. En la citada entrevista, el general Ramos criticó la eventual creación de la Comisión de la Verdad para el caso Ayotzinapa (promovida por Alejandro Encinas Rodríguez), y advirtió que el Ejército sólo se ceñiría a ella si “se ajusta al marco de la ley”.
5. Que Cienfuegos escogiera específicamente a ese militar para el mensaje, fue, en efecto, una bofetada para AMLO, pues aquel se desempeñó en 2004 como segundo del general Rafael Macedo de la Concha en la PGR. Desde el cargo de subprocurador Jurídico y de Asuntos Internacionales, el general Alejandro Ramos fue el principal promotor del gobierno foxista para desaforar a López Obrador y, consecuentemente, para evitar su postulación presidencial en 2006. El entonces funcionario pidió cárcel para el Peje. Como ya constataron él y su jefe, no hay perdón ni olvido.
6. Cienfuegos, ensoberbecido, realizó un agravio más a AMLO: nombró como enlace entre la Sedena y el equipo de transición del presidente electo al general Alejandro Saavedra Hernández, quien desde su cuartel en Chilpancingo, como comandante de la 35 Zona Militar, estuvo enterado de todo lo que ocurrió en Iguala con los estudiantes de Ayotzinapa, la noche misma en que desaparecieron los 43. No sólo eso: el general Saavedra también fue el mando militar en Tlatlaya. ¿Al agravio, el escarnio?
Con estos antecedentes, el nombramiento del general Luis Cresencio Sandoval González como futuro titular de Sedena, fue una derrota total de Salvador Cienfuegos. Y un triunfo absoluto no sólo de AMLO, sino también del militar en el que más confía y que, de no estar en situación de retiro, seguramente él sería el sucesor: el general Audomaro Martínez Zapata, tabasqueño y pejista de tiempo atrás.
El general Audomaro Martínez no sólo fue el responsable de la seguridad del candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador en 2006 y 2012, estando aún activo, sino que, a propuesta de su coterráneo, ocupó el cargo de Secretario de Seguridad Pública en Tabasco durante la primera parte del gobierno perredista de Arturo Núñez (2012-2018). Cuando AMLO rompió personal y políticamente con Núñez, el militar renunció de inmediato y se deslindó del gobernador.
Fue precisamente en el cargo de secretario de Seguridad Pública de su tierra natal donde el general Audomaro Martínez conoció de cerca a Sandoval González. El entonces general brigadier llegó en 2012 a Tabasco como comandante de la 30 zona militar. Por si fuera poco, ambos pertenecen al arma de Caballería. Ese es un dato relevante en su currículum. ¿Existe alguna duda sobre quién lo recomendó como futuro secretario de Defensa Nacional?
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