Los resabios políticos a veces permanecen. A veces se van. Tienen fecha de caducidad por el natural rejuego de los actores políticos. Y continúan vigentes por los ineludibles lazos y las alianzas que se tienden en la permanente búsqueda del poder. Son hasta cierto punto, impredecibles y justificables. El punto es que imbrican las relaciones políticas. Por eso, hoy que está en la mesa del debate público, la eventual salida de la alcaldía capitalina, del edil priísta Marco Antonio Leyva Mena, resulta oportuno rescatar dos antecedentes para entender la forma en que hipotéticamente, operaría al respecto, el gobernador Héctor Astudillo.
ASTUDILLO-LEYVA: ANTECEDENTES.- Corrían los primeros días de marzo 2004. En el PRI estatal había un inusual movimiento. Mucha efervescencia por la eventual designación de su candidato a gobernador. En esa puja se quería meter el ex presidente de la Comisión de Gobierno del Congreso local, Carlos Sánchez Barrios, quien había sufrido un “misterioso accidente” en julio de 2003.
Su operador político principal era el secretario Técnico del Consejo Político Estatal (CPE) del PRI, Marco Antonio Leyva Mena. En esa coyuntura y en apoyo a su entonces jefe político, Leyva Mena anunció que renunciaría a su cargo y evaluó como “un consejo espurio” el que se pretendía realizar el domingo 7 de marzo de 2004, “en donde se va a legitimar la imposición”.
Se refería desde luego, a la imposición de Héctor Astudillo, quien había logrado los consensos de los grupos tricolores para disputar por primera vez, la candidatura tricolor al gobierno estatal prevista para el 7 de febrero de 2005. De ahí se abrieron dos momentos políticos para Leyva Mena:
1.- Percibió que las cosas no venían cargadas a favor de Carlos Sánchez Barrios, a pesar de ser amigo personal del ex gobernador y actual subsecretario de Gobierno en la Segob, René Juárez Cisneros. Y se plegó al proyecto de Héctor Astudillo.
Le dio la espalda a su ex tutor político. Gracias a esa felonía y a pesar de la derrota astudillista en el gobierno estatal, arribó como dirigente estatal del PRI –con el consenso de Figueroa, Aguirre, Astudillo y René-, en diciembre de 2006.
Cobró puntual y le fue pagada generosamente, su traición. Y en octubre de 2008, se encaramó como diputado local plurinominal tricolor. Fungió a la vez, como legislador local y como dirigente estatal del PRI. Fue la primera vez que retó como hoy lo hace, ante sus crisis de gobernabilidad en la alcaldía capitalina: no se iría de la dirigencia priísta. Y cumplió. Renunció hasta que se lo pidió la ex dirigente nacional del PRI, Beatriz Paredes Rangel, el 14 de julio de 2009. En su lugar llegó su tío, Efrén Leyva Acevedo.
2.- Con el gobierno de la alternancia del perredista Zeferino Torreblanca, el dirigente estatal priísta Marco Antonio Leyva, dio señales de estar fraguando otra traición. Pero está vez, contra todos sus compañeros de partido. Y en la sesión del CPE del PRI, celebrada el 1 de diciembre de 2007, el ex candidato a gobernador, Héctor Astudillo Flores, reprochó a Leyva Mena haber declarado que “los priístas en Guerrero están para ayudar al gobernador”. Con dureza y enojo, Astudillo enfatizó: “que le ayude él, porque nosotros, no. Si está usted tan bien con el gobernador, renuncie y váyase con él al castillo de gobierno, para que ahí se quede a acompañarlo”. Incluso, lo llamó mentiroso. Leyva Mena calló.
En su despedida de esa sesión, el actual gobernador todavía alcanzó a decir: “No le tengamos miedo a Zeferino Torreblanca, ya nada más falta poquito más de tres años”. Curiosamente, a Héctor Astudillo le faltan cinco. Sin embargo, el miedo continúa enfocado hacia los gobernantes. Porque dejaron crecer y expandirse, el clima de la violencia y la inseguridad. Así, Astudillo tiene dos antecedentes para tomar una decisión relacionada con la renuncia obligada, o la continuidad de Marco Antonio Leyva Mena, en la alcaldía de Chilpancingo. Y son ineludibles.
HOJEADAS DE PÁGINAS…Al salir en defensa del ex gobernador Ángel Aguirre Rivero, el dirigente estatal del PRD, Celestino Cesáreo Guzmán, y algunos dirigentes de tribus, confirmaron lastimosamente, que ese partido carece de liderazgos sólidos. Y que necesitan tomar los personajes que sean, en la coyuntura electoral de julio de 2018. Lo peor parece estarse incubando.
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