Por César González Guerrero.
Para quienes vivimos la inolvidable celebración y aprendimos las enseñanzas de nuestros abuelos y padres, en las décadas de los 50s, 60s y tal vez 70s, resulta difícil olvidar el significado de las fechas del 1 y 2 de noviembre.
Al menos a nosotros que nacimos en una población eminentemente rural, como es nuestro caso, en Copala, municipio de la Costa Chica de Guerrero, como otros pueblos, esa cultura está bien arraigada.
Y es que recuerdo cómo desde muy pequeños, quizá 5 años, ya participábamos con toda la familia en este gran evento cultural. Cada quien haciendo lo propio.
Unos a cortar leña, otros a traer las calabazas al terreno, unos más a cortar flores del campo, principalmente la Flor de Bocote, cempasúchil y la flor de buganvilia, otros a comprar la "panocha" (hoy piloncillo); y casi todos a colocar el altar en mesas, cajas, o a ras del suelo. El ingenio y la creatividad brotaba naturalmente...no llegaban los tiempos de la modernidad, en donde todo es consumismo y penetración extranjera. Qué lamentable.
A nuestra corta edad fue en la casa en donde nos enseñaron los valores morales como el respeto, la disciplina, la solidaridad, la responsabilidad, etc. Y por supuesto las costumbres y tradiciones.
Ya como jóvenes estudiantes de secundaria en adelante, quienes estábamos fuera de nuestra tierra, esperábamos con ansias el 30 de octubre para ir a nuestro pueblo a la celebración del Día de los Fieles Difuntos, todos santos o también llamado Día de Muertos.
Nos alentaba mucho saber que esas fechas se suspendían actividades para visitar a la familia aun viva y más a recibir a quienes ya eran difuntos. Esta fiesta del pueblo y de la unidad familiar fue y sigue siendo, afortunadamente, factor de convivencia social en la mayoría de los pueblos urbanos y rurales.
La tecnología y las ideas modernas no han logrado terminar con esta herencia cultural de nuestros antepasados. Por supuesto se respetan todas las opiniones al respecto, pero debemos defender lo nuestro, el origen que nos identifica y nos permite resaltar y mantener por siempre la calidad moral de todos.
Ahora, por fortuna, y a pesar de la crisis económica, de salud, e inseguridad, familias enteras saturan los panteones, iglesias y domicilios, en memoria de amistades y familiares que reposan en la eternidad. No hay desaliento mucho menos olvido, al contrario, muchas familias reciben a sus fallecidos con alegría, música, comida, bebida y hasta con bailes.
Así es la gente del pueblo y más de la zona rural. Como sea, quienes coincidimos o somos parte de esta cultura popular, respetuosamente deseamos que las costumbres y tradiciones como el Día de Muertos o de los Fieles Difuntos, continúen...serán las autoridades y nuestros hijos, nietos y biznietos quienes digan la última palabra. Ya veremos.
¡¡Honrar a nuestros fieles difuntos, Honra!! ¡¡Que descansen en paz!!
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