LECTURA POLÍTICA
Es algo que parecía imposible: sentar en la mesa a los portadores de radicalismos, con el poder estatal en turno. Fue como juntar el agua con el aceite. Pero ocurrió. Los normalistas de Ayotzinapa compartieron el pan y sal con el gobernador Ángel Aguirre Rivero.Nadie lo había hecho desde que el extinto Rubén Figueroa Figueroa, tuvo la osadía de acudir al encuentro con los estudiantes más proclives a la violencia en toda la entidad. Pero éste último lo hizo movido por un evidente interés político: desacralizar la figura del guerrillero Lucio Cabañas Barrientos, quien durante su formación como docente había abrevado el conocimiento en esas aulas. Y estaba convertido en enfermiza obsesión del finado ex mandatario.
En 1975, tras su secuestro operado por la guerrilla y la muerte de Cabañas el 2 de diciembre de 1974, Figueroa Figueroa pidió que el Ejército Mexicano ocupara las instalaciones de la escuela, porque “no quería que se formaran más Lucios Cabañas”. El pasado autoritario tricolor impidió a los mandatarios que precedieron al polémico y folclórico ex gobernador, acudir a la normal de Ayotzinapa que se volvió así, una especie de santuario político reservado a la izquierda. Y receptora también de los movimientos de protesta social.
Foco Rojo para la intolerancia de los déspotas. En los anales de la historia quedaron registrados los nombres de cinco ex gobernadores que no pudieron traspasar los muros ni los pasillos de esa combativa institución formadora de profesores guerrerenses: Alejandro Cervantes Delgado, José Francisco Ruiz Massieu, Rubén Figueroa Alcocer, René Juárez Cisneros y el primer gobernante perredista, Carlos Zeferino Torreblanca Galindo. Fue Ángel Aguirre quien rompió esa negativa racha. Sentó un precedente político. Porque mientras Figueroa Figueroa visitó Ayotzinapa en términos no muy amigables -les fueron retirados los alimentos a los estudiantes y cerrado el comedor-, Aguirre lo hizo con soltura y desparpajo. Bromeando con todos ellos. Entregando apoyos y anunciando el incremento a su dieta. Demostró en un santiamén, que las armas del diálogo y los entendimientos, funcionan mejor que la represión como sórdida respuesta a la protesta callejera, el secuestro de autobuses, el apoderamiento de las casetas de cobro y el desquiciamiento de las carreteras federales. Hay sin embargo, otros antecedentes en relación a las visitas de funcionarios a la casi impenetrable normal rural de Ayotzinapa.
VICARIO: POR LA DESIGNACIÓN.- El viernes 9 de julio del 2010, el actual coordinador de los diputados locales priístas. Héctor Vicario Castrejón, fungió como padrino de generación de 112 egresados de la normal rural de Ayotzinapa. Lo acompañó la coordinadora de asesores de la SEG, Silvia Ojeda Jiménez. El evento adquirió tintes de mitin de protesta. Vicario fue duramente cuestionado por un auditorio beligerante. Indispuesto de facto, a negociar con él. Pero aun así develó un busto de cobre en honor al extinto guerrillero Lucio Cabañas. Nervioso, el presidente del Comité de Egresados, Marcos Valdovinos Solís, adujo que la generación Bicentenario respetaba “las diversas opiniones y las tomamos en cuenta, vivimos en una sociedad plural”.
Justificó después que se escogió como padrino a Héctor Vicario, por consenso de la mayoría y haber ganado éste en una votación donde participaron otros dos personajes: el senador Ángel Aguirre Rivero y el edil de Acapulco, Manuel Añorve Baños. Todos ellos se habrían ubicado muy por encima del dirigente nacional del PRD, Jesús Ortega, quien no obtuvo muchos votos.
Había en todo lo anterior una coincidencia: los tres –Aguirre, Vicario y Añorve- se encontraban en la disputa tricolor por la candidatura a gobernador. Era obvio que el diputado local figueroísta explotara esa coyuntura para enviar mensajes de reconciliación con el pasado. Mostrar su lado tolerante y negociador. Subiéndose así, en la candidatura a gobernador. Pero fue un error de cálculo político. Porque exactamente un mes después, el busto de Lucio Cabañas fue derribado por estudiantes de la propia normal de Ayotzinapa y Micaela Cabañas Anaya, la hija de Lucio Cabañas. La secundó Catarino Cortés, hijo del también extinto guerrillero y fundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Carmelo Cortés. Participaron también Arturo Miranda Ramírez, ex preso político y ex combatiente en la guerrilla que encabezó Genaro Vázquez Rojas, el recientemente galardonado con la presea Sentimiento de la Nación y viejo luchador Pablo Sandoval Cruz, así como su hijo, Cuauhtémoc Sandoval Ramírez. Ayotzinapa parecía cerrada para los funcionarios de mayor jerarquía política en Guerrero. Pero, hábil en el manejo de las relaciones de poder, Aguirre Rivero rompió el hechizo.
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