El papa Francisco le jaló las orejas a la jerarquía católica de México. Pidió a los cardenales y obispos evitar las grillas internas, no servir a los intereses externos de los poderes fácticos y ponerse a trabajar por su feligresía.
“México necesita obispos servidores, no se necesitan príncipes”, así de fuerte y revelador fue el llamado de atención del sumo pontífice a los miembros del Episcopado Mexicano, a los que pidió no servir “a los actuales faraones”, como se refirió a los poderes de facto, tras hacer énfasis en que la iglesia no necesita de la oscuridad para actuar, y haberles pedido transparentar sus oficios.
Lo dicho por Jorge Bergoglio genera suspicacias:
¿Es con esos “faraones” con quienes los cuatro obispos de Guerrero pidieron el pasado mes de noviembre al gobernador Héctor Astudillo sentarse a dialogar?
¿Serían el arzobispo de Acapulco, Carlos Garfías Merlos y los obispos Salvador Rangel Mendoza de la Diócesis Chilpancingo-Chilapa; Maximino Martínez Miranda, de Ciudad Altamirano; y Dagoberto Sosa Arriaga, de Tlapa, destinatarios de ese mensaje?
En aquella ocasión los prelados signaron un documento titulado “Compromiso por Guerrero y por la Paz”, en el que llamaron a Héctor Astudillo a generar procesos de diálogo y expresaron que la palabra es el instrumento privilegiado de las autoridades para “relacionarse con la ciudadanía” y recalcaron que “la ciudadanía también son los que son delincuentes”.
Afirmar que el documento habría motivado el regaño papal sería elucubración, pero suponer que la propuesta al gobernador de “relacionarse” mediante “la palabra” con los delincuentes que también son “ciudadanos” tendría el visto bueno del Vaticano, sería incongruente con la postura asumida por Francisco, a menos que por “faraones” se haya referido únicamente al poder político del cual la iglesia católica ha sido históricamente aliada.
Lo que es un hecho, es que, pese a que en el área de pastoral social de la iglesia en Guerrero se ha desarrollado una interesante labor de acompañamiento a las víctimas del delito, labor sumamente necesaria en la violenta actualidad de esta entidad, la participación -no sólo del clero- si no de las organizaciones religiosas en la asistencia social, no es muy alta.
Según el Censo de Alojamientos de Asistencia Social presentado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en diciembre pasado, el 77.6 por ciento de las casas de asistencia social que existen en el país tienen una orientación religiosa; sin embargo, en Guerrero, de 117 alojamientos de asistencia que existen, solamente dos son operados por alguna organización que tiene que ver con la religión. Apenas el 1.7 por ciento.
Tiene razón el papa, México (y en particular los estados más pobres como Guerrero) necesita servidores, no príncipes. Ojalá los obispos no tomen lo dicho por Francisco, como un llamado a misa.
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