LECTURA POLÍTICA
La celebración del movimiento de independencia es una reminiscencia de la rebeldía social surgida al calor de la discriminación, los atropellos, la explotación, las desviaciones del poder. Pero sobre todo, del cansancio ante el abuso. Hoy en día, dicha rebeldía quedó reducida a la protesta callejera. Al menos en Guerrero, se mide reiteradamente con la presión sistemática de pequeños grupos por medio de la toma de autopistas, calles y oficinas de gobierno.El anual, celebrable y famoso grito de independencia, es una fecha histórica en la memoria de todos los mexicanos. Exaltada con singular ruido mediático, pues así ha convenido a la historia oficial cuyos heroicos episodios enmarcados en batallas épicas e inenarrables, nos recetan intermitentemente a través de los libros de texto. La legitiman ante nuestras cíclicas, convulsas y perturbadoras realidades. La guerra de independencia fue además, caldo de cultivo para la traición, un estigma que prevalece inalterable en las relaciones de poder mexicanas. Y otras guerras, quizá más cruentas que las ocurridas hace más de 200 años nos acechan, atemorizan y mantienen en vilo; postrados a los integrantes de una sociedad enferma y sin atisbos de sanación. La cual ya perdió progresivamente no solo la retahíla de valores que la cohesionaron en el pasado, sino también su capacidad de asombro ante tanta turbulencia, crimen y descomposición.
INDEPENDENCIA, PERO DEL CRIMEN.- De unos años a la fecha, la celebración del “grito de independencia” ha mutado hasta convertirse en riesgo latente para las masas amorfas. Más que una muestra de exacerbado nacionalismo, la celebración de la patriótica efeméride deriva necesariamente, en protocolos sociales fracturados por la inevitable irrupción del crimen organizado. Porque si antes se podía acudir a las plazas públicas a vitorear al unísono y en perfecta sintonía con el poder público, el clásico “Viva México”, hoy el ciudadano común le teme a ese efímero, oficial y bien conducido ejercicio de libertad. Hay motivos que justifican el recelo:
A) La noche del lunes 15 de septiembre de 2008, México presenció por primera vez en su historia reciente un atentado de corte terrorista.
El ataque con dos granadas que fueron lanzadas por manos anónimas, ocurrió mientras se festejaba la celebración del Grito de Independencia en la Plaza Melchor Ocampo de Morelia, Michoacán. Como saldo fatídico de ese condenable incidente se contabilizaron ocho muertos y ciento treinta y dos heridos. La autoría del ataque fue atribuida –de acuerdo a la versión del gobernador perredista Leonel Godoy-, a miembros de la delincuencia organizada que disputaban la plaza michoacana. Y pese que hubo tres detenidos que luego se retractaron de su confesión inicial, la investigación no convenció a nadie. Como en muchos otros episodios violentos convertidos en siniestra costumbre, la clandestinidad habilitó la impunidad.
B) El miércoles 14 de abril de 2010, ocurrió un enfrentamiento a balazos entre delincuentes y agentes federales en plena Costera Miguel Alemán, de Acapulco.
Seis civiles murieron en el fuego cruzado. Fue la primera ocasión en que sicarios de la delincuencia organizada le faltaron el respeto a los turistas que visitaban el puerto. Y también a los civiles que habitan ese paradisiaco destino. De ahí se desprendieron más ataques violentos. Los cuales tomaron las vidas de muchos inocentes. Y el cobro por derecho de piso –un grotesco paralelismo respecto de la Secretaría de Hacienda- minó sustancialmente la actividad económica del puerto. Una réplica exacta de lo ocurrido en otros estados y municipios del país. Los acapulqueños y los guerrerenses nos volvimos dependientes de los grupos delictivos.
C) En menos de dos minutos y medio, un grupo de sicarios acabó con la existencia de 53 personas en Monterrey.
Su único delito consistió en estar jugando al interior del Casino Royale, el cual fue consumido por un voraz incendio previamente planeado. Todos ellos estuvieron en el momento y en el lugar equivocados. Desde luego, eso no justifica la tragedia. El país entero se estremeció ante el masivo crimen.
Pero era imposible eludir el punto central de ese nudo gordiano: la delincuencia organizada hacia irrupción con el clásico cobro por derecho de piso. Y ante el desamparo y la obligada dependencia del crimen que se extiende imparable por todo el país, el gobierno federal acude hoy a celebrar el 201 Aniversario de la independencia de España. Sin embargo, estamos a merced de los delincuentes. Con la débil esperanza de que todo acabe en el corto plazo. Pero, ¿Acaso podemos alcanzar el bien a través del mal? La sociedad reclama su independencia. Pero de los grupos criminales. Esa debe ser la esencia del Grito.
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