El comandante de la novena región militar con sede en Acapulco, Guerrero, general de división, Fausto Lozano Espinoza nos dio una clase de historia sobre las causas que han encaminado a esta entidad suriana por los senderos de la violencia armada, la aparición de grupos guerrilleros, la siembra, cultivo y comercialización de drogas como la amapola y la mariguana, la llegada de los cárteles del narcotráfico nacionales y su relación con la delincuencia local, la aparición de los grupos armados de autodefensa, las policías comunitarias y sobre el uso de la política y de nuevas políticas públicas para acabar con los rezagos sociales históricos que avivan el resentimiento contra autoridades que no responden a sus demandas, afectando con ello la democracia, la libertad y sobre todo la convivencia armónica de la sociedad guerrerense.
El panorama que prefiguró el general Lozano no es lejano a la realidad que vivimos desde hace varios años atrás y el discurso construido para responder a los cuestionamientos de los medios de comunicación fue casi impecable, desde el punto de vista teórico. Sin embargo, el conjunto de expresiones dadas, no aclara ninguna de las preguntas o interrogantes que circulan entre grupos sociales, líderes de opinión o la opinión publicada, particularmente entratándose sobre los cómos se puede cambiar el estado de cosas que afectan la buena marcha de una entidad sumida en la pobreza, la marginación, las injusticias, la impunidad, la corrupción y las complicidades del poder con los poderes fácticos que actúan al margen de la ley que convierten en líquido las otroras instituciones nacionales sólidas que servían de escudo para la prevalencia del Estado de derecho.
El general Lozano ya no forma parte de aquellos generales que olieron la pólvora para hacerse de las consabidas estrellas que hoy porta. Es sin duda alguna, un general surgido del Heróico Colegio Militar. Seguramente tiene a su haber posgrados y condecoraciones por haber servido a la institución durante 44 años continuos y durante ese tiempo tuvo la oportunidad de servir a la Secretaría de la Defensa Nacional en comandancias diversas y aterrizó por estos lares en la primera década del naciente siglo XXI. Por lo tanto, tuvo oportunidad de conocer de cerca la forma como los guerrerenses nos desenvolvemos y quizá también tuvo la suerte de conocer las diferentes regiones de una entidad que no se reconoce ni a si misma por la diferencia de culturas, lenguas e idiomas que aquí se practican. Por ello habló desde el punto de vista antropológico y quiso llevarnos a aceptar una visión no tan certera de que desde siempre asumimos la violencia como un acto natural nuestro y por ende de índole cultural.
La guerrilla no es subversión. Las autodefensas no son expresiones de violencia. La interrelación de unos y otros se da en consonancia con la forma como el estado de Guerrero se forjó y de las castas sociales que se asentaron aquí y quienes cometieron un sinfín de hechos denigrantes, arbitrarios, absurdos y criminales contra los verdaderos dueños del territorio como son los grupos indígenas que todavía subsisten en diferentes regiones del estado y a quienes nunca se les ha hecho justicia y si en cambio se les ha tratado de seguir explotándolos como una mercancía humana artesanal.
El general Lozano tiene una visión cercana a lo que es en realidad el estado de Guerrero. Tiene información privilegiada y sabe quienes son los que están asentados en la entidad y a que intereses responden. Habla de violencia. Habla de cárteles. Habla de guerrilleros. Habla de criminales comunes. Habla de autoridades diezmadas, pero nunca nos habló de cómo podremos salir, con ayuda del ejército, de esta vorágine de violencia en que está sumergida la entidad.
Insiste, quizá como militar de nuevo cuño, de que los problemas históricos de Guerrero serán solucionados a un largo plazo, siempre y cuando las autoridades apliquen políticas públicas que hagan cambiar la visión de los guerrerenses en cuanto a violencia y siembra de drogas. El Guerrero bronco subsiste y quizá continuará cabalgando durante años, hasta que se logre la reivindicación de la demanda popular histórica.
El general Lozano quiso decirnos mucho, pero al final, solo nos dio una clase de historia desde el punto de vista de un militar que tiene información privilegiada y que no quiso compartir, como bien lo apuntó su entrevistador.
El ejército está en Guerrero para apoyar a las autoridades civiles, no para resolverles los problemas de inseguridad pública. Esa sería la interpretación a lo expresado por el general de división. Por eso no se mete ni con los grupos de autodefensa popular, ni con los policías comunitarios, ni con los actos de violación a turistas españolas ni a casos que tienen que resolver las fuerzas del orden civil, sean locales, estatal o federal.
Está el ejército para apoyar. Para que la ingobernabilidad no sea una constante. O sea, en pocas palabras, el ejército está para salvar no para resolver lo que tienen que hacer los que democráticamente fueron electos para representar al pueblo.
Por lo tanto, podremos concluir que el estado de cosas seguirá igual. Solo habrá contención para disminuir la violencia y particularmente las ejecuciones. Lo demás, es cosa de los civiles. Ni más, ni menos.
Este general sí tuvo quien le escribiera.
Periodista/Analista Político*
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