Se escribe fácil. Se lee igual de fácil. Se dice fácil, pues. Pero no es asi. No es enchílame ésta gorda y ya. Es un poco mas complejo. Para poder llevar ese paquete de las calles de cualquier colonia del país a las oficinas electorales fue necesario mover al mundo.
Fue indispensable convencer a los ciudadanos de que la elección es ciudadana. Que nadie puede abrogarse el derecho a elegir en nuestro lugar a nuestros representantes. Esa fue la tarea de un ejército de hombres y mujeres del Instituto Federal Electoral y de los respectivos Institutos estatales electorales: Nomás contar los votos. Poca cosa.
El siglo pasado fue frase célebre del presidente Porfirio Díaz, para justificar el fraude electoral como la institución de un país que, según él y su entorno, no estaba preparado para la democracia. “Quien cuenta los votos gana la elección”, decía el dictador. Luego vino lo que todos conocimos en los libros de historia: una Revolución, siete millones de muertos, una decena trágica y 70 años posteriores de un partido de estado.
El fin de semana pasada fue histórico. Los ciudadanos contaron los votos. En la numeralia se anota que mas del 63 por ciento de los ciudadanos inscritos en el padrón electoral ejercieron su derecho a decidir. En el plano estatal algo similar sucedió.
La sociedad se hizo escuchar, conto sus votos y envió un mensaje a los que detentan el poder: una jornada copiosa y tranquila no es otra cosa que la exigencia de vivir en paz y en democracia.
La jornada del domingo pasado refrendó lo dicho por Porfirio Díaz hace cien años: quien cuenta los votos gana. Hoy la sociedad contó los votos.
Demos un reconocimiento a los ciudadanos consejeros del IFE e Instituto Estatal Electoral. A los consejeros y funcionarios de organismos que nacieron ciudadanos y asi deben seguir, como garantes de la sociedad. Vale.
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