Lamentable ha sido—hasta estos momentos—el desempeño de las procuradurías de justicia estatales y general de la República, pues no han logrado detener a un solo criminal y las investigaciones o se olvidan, se empolvan o se archivan, lo cual da paso a que la impunidad se empodere y camine sin freno o tope alguno, con el consabido mensaje inequívoco para los comunicadores de que continuarán en la mayor indefensión en el ejercicio de sus tareas informativas.
Regina Martínez, reportera y corresponsal de la revista Proceso fue ultimada dentro de su casa-habitación en el municipio de Xalapa, estado de Veracruz, el sábado pasado sin que hasta el momento se conozcan los móviles del asesinato y ni se tengan pistas sobre quiénes y cuántos fueron los ejecutores. Las autoridades locales y federales han procedido a iniciar las pesquisas y ofrecido integrar una comisión especial para este hecho que enlutó al gremio periodístico nacional.
No ha sido una mera percepción la que ha movido a las instancias gubernamentales tanto a nivel nacional como internacional ha declarar que México es uno de los primeros países en donde el ejercicio del periodismo es un trabajo de alto riesgo y este señalamiento está apuntalado por el número de periodistas que en la última década han sido asesinados y otros más están en calidad de desaparecidos. Dentro de las entidades mas peligrosas para el gremio periodístico está Veracruz, en donde según los propios comunicadores, se han contabilizado 12 muertos y 3 desaparecidos, además de que casi a diario, en las redacciones se reciben amenazas que inhibe el ejercicio pleno de la labor de comunicación.
No es nueva la frase de que ‘Cuando se silencia a un periodista se silencia a la sociedad’ y esto es así porque los periodistas son los intermediarios entre sociedad y el gobierno y viceversa. La tarea fundamental de los comunicadores es darle voz a los ciudadanos y exponer en toda su crudeza la realidad en que vivimos por más desesperanzador que pudiese parecer. Y esto es precisamente lo que está ocurriendo en este país donde el proceso de guerra contra el narcotráfico ha traído aparejada una ‘guerra sucia’ contra el ejercicio de la libre expresión.
Cuando apuntamos que todavía no se secaba la última lágrima derramada por el comunicador ultimado y ya teníamos a otra víctima, es para remarcar que las demandas de justicia que se han externado en todos los tonos y formas posibles a nivel nacional e internacional han sido desoídas o desatendidas por los que deberían ser los receptores de estas y que son los gobiernos estatales y de la República, pues repetimos, hasta el momento no tenemos a un solo criminal detenido por esas causas, lo cual nos lleva a pensar que poco les importa a los gobiernos el que se continúe amedrentando y asesinando a los reporteros y detentadores de los medios de comunicación masivos. Tal parece que hay afinidad entre los grupos delincuenciales y los procuradores de justicia del país pues no es creíble que no tengan pistas de los responsables de estos homicidios.
Es necesario, entendemos, que el gremio a nivel nacional se muestre unido y sólido para que las autoridades actúen en consecuencia contra los criminales de los periodistas y pongan tras las rejas a quienes son los autores materiales e intelectuales de cada uno de estos compañeros que han sucumbido a causa de la intolerancia de estos grupos que han decidido acallar la libertad de expresión, la libertad de opinión, la libertad de prensa y de investigación. Son los periodistas gente incómoda para los que pretenden seguir actuando al margen de la ley o en la mas pura y ramplona opacidad.
La democracia no es nada sin la libre expresión.
Si México quiere construir una democracia moderna sin periodistas, desde ahora le auguramos un rotundo fracaso. Si lo quiere hacer acompañado por los comunicadores, seguramente tendrá éxito pues la sociedad no puede caminar sin el acompañamiento de sus libertades fundamentales y sin tener protegidas sus garantías individuales.
El ejercicio periodístico es fundamental para cualquier país que quiera forjar a sus futuras generaciones en un clima de paz, tranquilidad y con el ejercicio pleno de las libertades fundamentales. No hay otro camino. México no debe ser presa de los criminales y menos debe ser el gremio periodístico el que tenga que sufrir la ausencia de protección gubernamental para el ejercicio de la tarea informativa.
Una vez mas el gremio está de luto. Una vez más gritamos y demandamos por justicia y condenamos a quienes con su actitud pasiva permiten que la impunidad se imponga como modelo de vida.
Periodista/Análisis Político*
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