El compadre de Zeferino, que también es mi compadre, me dijo con afecto y cariño paternal: “dice el ciudadano que algo te puede pasar. Que sales a la una o dos de la mañana. Que vives por Pie de la Cuesta y que esa zona es muy peligrosa. Que por ahí matan gente.” Zeferino era gobernador. Por tanto era palabra de gobernador. Yo, un mortal común. Me dio miedo. Me cái que si. La amenaza llegó luego de la muerte de nuestro querido periodista Amado Ramírez.
Y como no estoy pendejo mejor me fui ocho meses de mi querido Acapulco. Luego dijeron lo mismo a Víctor. Volví. Pasó lo mismo con quien se decía dueño del diario. Nada. Nomás el miedo. Al menos yo si lo sentí. Me cái que si me dio miedo. El gober dijo que por donde yo caminaba mataban gente. ¿Quién no tendría miedo? Ni loco ni pendejo. Me cái.
Fue el sexenio de la soberbia. Maniqueísmo vil. Los buenos (unos cuantos) y los malos (el resto). Caperucita se comió al zorro, decían. Entonces cacen a la caperuza. Esa cruel mujer que abuzó del zorro. Esa. Esa. Y esa fuimos todos. Y aunque dicen que mal de muchos es consuelo de pendejos nos conformamos con que no hay mal que dure cien años. Y terminó el sexenio de los buenos, cuando los pendejos no aguantamos.Yo en el terreno de los malos acepté (claro que si) el consuelo de mi familia que, como Groucho Marx, también aceptó: “ese hombre que ven ahí es malo, malísmo, malisisímo. Pero es nuestro malo”. Ese malo fui yo, con un six en la mano y la esperanza en los dedos que escriben. Nomás eso me quedó.
Mi tutor Raúl me confió que algún día le obsequió a éste hombre un texto de Lampedusa. “Aprendió bien”, me dijo. De la izquierda perredista a la derecha panista. ¿Cuál ideología cuando el ser político es saber administrar bienes ajenos en beneficio propio, y sin rendir cuentas a nadie? Nomás el poder por el poder. ¿Cuál izquierda cuando ahí está la derecha para el beneficio individual, cual liberal fundamentalista?
Yo recordé a Mauro, mi maestro, cuando me exigía desde el PRI: “a donde quiera compañerito. Siempre a la izquierda en el partido que quiera. Pero jamás a la derecha”. Mauro fue demócrata social. Yo aspiro a serlo.
Aun así. Hoy Zeferino, el gobernador de la izquierda que sacó el PRI del poder en Guerrero, se va al PAN (¿O regresa?). Dicen que será candidato a la presidencia municipal de Acapulco.
Nosotros, que somos de izquierda, recurrimos a la tolerancia y al respeto a los débiles y a las minorías. Por tanto recordamos, no olvidamos, que no seremos mejores al ser como ellos. Somos tolerantes. Dejemos que compita. Que se inscriba en el partido de la derecha. Que en las urnas someta al escrutinio su indiscutible popularidad. Que sea la sociedad la que decida. De ser popular que lo hagan presidente municipal otra vez. Que sea el pueblo. Aun y cuando sea de la derecha. Lo bueno es que regresó a su cuna.
Quien esto escribe recuerda que su amigo Laurel le recuerda que halago en boca propia es vituperio. Por eso nomás dejamos el testimonio vivido. Nada de maniqueísmo. Nada de revancha. Nomás tolerancia.
Pero como es mas fácil que vuelva a suceder que deje de haber sucedido, como decía Mauro Jiménez, es probable que Zeferino sea otra vez alcalde. Ésta vez por su partido, el PAN.
Por eso preguntamos a quienes deben ser tolerantes, por ser de izquierda: ¿Porqué el PRD se ofusca cuando el señor Torreblanca se va al PAN? ¿Zeferino los llevó a ganar o fueron ellos? Al ser soberbios e intolerantes tan solo justifican lo que algún día les endilgó el Z: “en el PRD hay enanos mentales”.
Es mas fácil. Es mas fácil volver a su partido de origen que haber salido de él. ¿Qué no? Defendamos el derecho de Zeferino Torreblanca Galindo a postularse por el partido de su preferencia y buscar la presidencia municipal de Acapulco. Rechacemos la intolerancia. Asi no sea de nuestro agrado. Es su derecho postularse y competir. Será decisión del pueblo.
Lo bueno que al fin regresa a casa, el PAN. Lo malo que los perredistas harán coraje. Mucho coraje. ¿Pues que no sabían del origen de Zeferino? Claro que lo sabían. Pero ellos, a diferencia de quienes fuimos amenazados de muerte y nuestro periódico diezmado, ellos sí se hicieron pendejos.
Nosotros, por pendejos, aquí seguimos.
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