Por Miguel Ángel Arrieta
La exhibición nacional de Pablo Amilcar Sandoval, delegado del gobierno federal en Guerrero, como punto de referencia de un caso de corrupción reflejado en su opacidad patrimonial, develó la crisis de cohesión interna del partido Morena en esta entidad y la reedición de un marco político supuestamente desterrado pero cuyas sucias prácticas han sobrevivido bajo la máscara de nuevas siglas.
Por lo pronto, ninguna de las argumentaciones expresadas por el propio Pablo Amilcar explica por qué en su carácter de administrador de recursos públicos se mueve como aspirante a candidato para gobernador, cuando supuestamente la 4T plantea la eliminación de proyectos electorales alimentados con dineros institucionales.
Todas las interpretaciones del funcionario federal han eludido el marco referencial de su ruta la gubernatura apoyada en recursos públicos. El caso de los Servidores de la Nación videograbados cuando aleccionaban a jóvenes y gente de la tercera edad a corear el nombre de Pablo Amilcar como su principal benefactor, no es el único ejemplo.
Desde enero del 2019 en que fue designado representante del gobierno lopezobradorista en Guerrero, súper delegado le llaman en el argot político, Sandoval Ballesteros ha construido su imagen con dinero del Congreso del estado; en la Dirección de Comunicación Social de la Cámara local, el requisito central para obtener un convenio publicitario es comprometerse a apoyar la promoción de Pablo Amilcar.
Desde esa oficina se dicta el evangelio según San Pablo, y hace unos días filtraron la versión de que los ataques en contra de Pablo Amilcar surgen de la disputa por la candidatura para gobernador debido a que el funcionario ocupa una posición favorable en las encuestas de medición electoral.
Desde ahí, también se ilustran versículos contra Félix Salgado, Nestora Salgado, Luis Walton y Adela Román, los otros aspirantes mencionados como serios aspirantes a la candidatura de Morena.
A lo largo de un año y siete meses, el súper delegado quedó rebasado por los problemas en la distribución del fertilizante, la creación de gobiernos alternos en municipios de Tierra Caliente y la Zona Norte del estado, la contaminación del programa Jóvenes construyendo el futuro y la falta de obras de infraestructura pública en los lugares más marginados de Guerrero. Y ahora quiere resolver sus deficiencias con una conferencia de prensa.
Si la crisis mediática es lo que se quiere esconder, no es necesario caer en explicaciones periféricas. Al final de cuentas, simplemente debe cumplir con el modelo del presidencialismo lopezobradorista para liquidar al viejo régimen y romper con los moldes sistémicos en los que se pre fabricaban candidaturas.
El problema es que asumir una posición de lealtad institucional lo llevaría a aniquilar sus aspiraciones personales, lo que, obviamente, Sandoval Ballesteros nunca aceptará.
Por lo tanto, la lucha contra la corrupción no tocará nunca Guerrero. Si el representante federal se sostiene en un mecanismo de raíces priperredistas, este es apenas el comienzo de la reaparición de antiguas prácticas. Lo grave es que reaparecerán biografías sumadas al movimiento de Amilcar Sandoval, como si nada hubiera pasado.
La imprudencia y falta de tacto de Pablo Amilcar han morenizado la estructura del gobierno federal, lo que el presidente López Obrador ha tratado de evitar a toda costa en su administración.
De hecho, el tema de las acusaciones por corrupción contra su delegado en Guerrero pasó de ser una percepción a convertirse en una piedra más en el zapato del presidente de la República, luego de que el asunto se convirtiera en pregunta incomoda en la conferencia mañanera del pasado jueves.
Precisamente en una semana en la que López Obrador tenía muchos asuntos en que pensar: el regreso del avión presidencial, los escándalos políticos detonados con la llegada de Emilio Lozoya a México, la renuncia del secretario de Comunicaciones y Transportes, los alcances de la pandemia y la caída sin fondo de la economía mexicana, entre otros.
En teoría, el caso se complica porque obliga a la Secretaría de la Función Pública a voltear hacia Guerrero para analizar posibles actos de corrupción, pero en el fondo eso no le preocupa a Pablo Sandoval; después de todo, su hermana Irma Eréndira Sandoval es la titular de esa dependencia responsable de fiscalizar el comportamiento de los integrantes del gobierno federal.
Todo queda entre familia.
Más allá de cualquier expectativa, Pablo Amilcar es un bienaventurado de los favores del poder.
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