Fue, llegó e informó puntualmente sobre lo realizado durante tres difíciles años de gobierno en Guerrero.
Ahí, en el recinto legislativo, ante el pleno de esta 62 Legislatura local, el gobernador Héctor Astudillo Flores igual no evadió el espinoso y grave problema de la violencia en nuestra entidad.
Fue directo al reconocerlo, al grado de que resaltó que el problema en Guerrero no es de índole político, sino por la violencia.
Y ese punto es de suma importancia, porque hasta sus detractores tienen -deben- de reconocer que en Guerrero existe un clima político estable.
Y si en este tema, el de la violencia, me cuestionan algunos de los que me leen, tendré que recordarles que Guerrero no es el único estado que la padece.
Volteen a ver a estados como Guanajuato o Querétaro. Otrora entidades envidiables por su tranquilidad. Y ahora penetrados por ese fenómeno indeseable.
Ah, y si gustan nos vamos hasta el estado de Jalisco, considerado ahora el cementerio del país.
El gobernador recibió la administración hecha un desastre. Paulatinamente la ha rescatado. Tomó el timón y no permitió que el barco fuera a la deriva.
Se le observa de la ceca a la meca. Un día sí y otro igual. Y así. Mantiene un ritmo de trabajo que en el sexenio anterior no se vio, por ningún lado.
En Guerrero hay avances. No reconocerlo –lo he citado antes- sería mezquino. Pero, igual que todos ustedes, yo también sigo demandando seguridad para todos.
Esa es la asignatura pendiente. Pero no en sólo en Guerrero, sino prácticamente en todo el país.
¿Estamos, o no estamos?
Ya saben, todo lo que me digan o me deseen, que Dios se los multiplique. (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.)
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