Cuando Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, dirigente estatal de Morena, entró al restaurant Kasdalu, en Chilpancingo, dos semanas después de las elecciones, los integrantes de una mesa entre los que se contaban cinco diputados locales electos por ese partido y tres miembros de la dirigencia lopezobradorista en Guerrero, se levantaron en conjunto para recibir con aplausos a su presidente y vitorearlo como “el próximo gobernador” guerrerense.
-¡Viva nuestro próximo gobernador¡, expresaban desaforadamente.
Una semana después, el Senador electo también por Morena, Félix Salgado Macedonio se desplazó hacia la región de Costa Grande dentro de su gira de agradecimiento por el voto que le concedió el triunfo el primero de julio. Al llegar a Atoyac de Alvárez, quienes le dieron la bienvenida tenían preparado lo que prácticamente parecía un evento de la campaña electoral que Salgado Macedonio nunca hizo.
-“Señor Gobernador bienvenido a Atoyac”, fue el saludo generalizado entre porras y aplausos. Ganaderos, campesinos y comerciantes buscaban con anhelo acercarse a Félix Salgado. Todos pedían la selfie con el ex alcalde de Acapulco.
Lo que pareciera dos escenarios distintos y dos grupos distintos, en los hechos son una misma realidad; para los morenistas el 2021 ya comenzó y se definirá por los intereses más diversos, menos los democráticos.
Al igual que ocurre a Gregorio Samsa en la obra de Franz Kafka, cuando al despertar se percata de haberse convertido en un escarabajo, los integrantes de Morena en Guerrero cruzan por una mutación radical que después de salir fortalecidos de la elección constitucional como nunca antes lo había logrado alguna fuerza política, entran en una etapa de desmembramiento.
De hecho, la lucha por el control del poder dentro del lopezobradorismo en Guerrero revela datos de que el nuevo poder político en la República no responderá de inicio a las altas expectativas que los guerrerenses mantienen hacia lo que representa Morena.
La clave de tal conclusión radica en que ninguna de las cabezas de Morena dispone aún de un diagnóstico sobre la profundidad de los problemas que envuelven a Guerrero.
El dato es simple; cada quien anda enfrascado en ganar la ventaja en la repartición del poder.
Por lo pronto, el próximo coordinador integral del gobierno federal en Guerrero, Sandoval Ballesteros, se mantiene ocupado de tiempo completo en las negociaciones para definir quién será el coordinador de Morena en el Congreso local. Sin importarle que su excesivo intervencionismo los encamine a una imposición autoritaria que teñiría a su movimiento de colores priistas.
Y es que después de que el Tribunal Estatal Electoral retiró la diputación plurinominal a Pablo Amilcar bajo el argumento de la sobre representación de Morena en el Congreso local, la coordinación de la fracción legislativa de Morena que por ser mayoría en la cámara estatal prácticamente controlará el poder legislativo en Guerrero, es reclamada por Ricardo Castillo Peña, Marco Antonio Cabada, Ociel Pacheco y Arturo Martínez Núñez.
Todos ellos ajenos a la tribu de Sandoval Ballesteros.
Lo malo para al presidente estatal de Morena es que se niega a aceptar su realidad política y en cambio parece ignorar que el proceso del próximo gobierno de la República para compactar las delegaciones federales en una Coordinación para cada estado, ya inició.
El proyecto encargado por López Obrador a quienes serán los titulares de las secretarías de Hacienda, de la Función Pública y de Bienestar, (todavía conocida como Sedesol), registra un avance del 80 por ciento, por lo que algunos de los designados a ocupar esos cargos ya preparan un plan de trabajo para sus respectivas entidades.
Después de todo, visitar casa por casa en Guerrero no será labor fácil cuando se trate de cumplir esa indicación girada por el presidente electo para detectar el tamaño de las necesidades en cada vivienda.
De hecho, el reloj político para conformar en Guerrero una estrategia de análisis sociológico no ha sido activado, y lo único que ha trascendido sobre la función del futuro coordinador federal en Guerrero, por sus declaraciones, es que se dedicará a instalar trincheras, barricadas y cercas de púas para abrir un frente de guerra contra el gobierno estatal, en franca confrontación anticonstitucional con el titular del poder ejecutivo estatal.
En política hay destacados personajes en la vida partidista que desde la burocracia se han desplazado grácilmente hacia el poder.
Amilcar Sandoval hace lo contrario; por derecho de linaje se considera merecedor a todo el poder.
Su estrategia es el autoritarismo y la imposición, pero la sabiduría popular dice que a golpes, ni los calcetines entran.
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