Se entiende el dolor de quienes han sufrido la desgracia de tener desaparecido a algún familiar en esta violenta realidad nacional.
La desaparición de personas es uno de los crímenes más abominables y repudiables por la angustiante incertidumbre con que se hiere a familias enteras.
Utilizar ese dolor con fines de golpeteo político es igualmente repudiable y a veces raya en lo ridículo.
Por ejemplo, cuando se acusa al fiscal Jorge Zuriel De los Santos Barrila de distraerse por haber rendido protesta como vicepresidente del Club Rotario, creo que es un señalamiento no muy relevante.
Primero porque toda persona tiene derecho de reunirse, asociarse, congregarse o pertenecer a la organización que le venga en gana; segundo, porque la responsabilidad de ese grupo de la sociedad civil internacional dedicado a impulsar proyectos de bienestar común como apoyar lo mismo a la Cruz Roja que la construcción de pozos de agua en lugares empobrecidos, no recae directamente en él, sino en la presidente Silvia Gisela Zapata López.
Tercero, porque del 25 de julio a la fecha la Fiscalía a su cargo logró la detención del presunto homicida de una familia de la comunidad de Omiltemi, así como al de un joven asesinado en un motel de Acapulco.
También se logró sentencia para quien presuntamente mató a un empresario de Chilpancingo y para cuatro implicados en un secuestro en Ometepec, entre otras acciones.
Luego entonces, no veo para nada a un fiscal distraído sino a un joven profesionista empeñado, quizá por los valores adquiridos como Rotario, en cambiar la manera de hacer las cosas en la Fiscalía, en la que ha ampliado los cursos de capacitación al personal, así como la atención a los ciudadanos llevando módulos itinerantes a los municipios apartados.
La rudeza cuando es innecesaria, es simple agresión.
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