El triunfo de Andrés Manuel López Obrador fue con amplio margen lo cual le otorga una gran legitimidad reforzada con el reconocimiento inmediato de sus contendientes. Esto hizo de la jornada del domingo una elección de gran certeza.
Era bola cantada pero no se sabía aún de qué tamaño sería el efecto López Obrador en los demás cargos de elección popular que se jugaron el domingo 1 de julio, y resultó de dos a uno respecto a los segundos lugares en muchos casos en el estado de Guerrero.
Los cinco municipios considerados los más importantes del estado dan una idea del cambio en la geografía del poder estatal.
La históricamente priista capital del estado pasó a manos de un perredista, Acapulco e Iguala a los candidatos de Morena, Taxco a un panista, y Zihuatanejo regresó del PRD al PRI, que dejará de ser gobierno en tres de esos municipios y ya solo será en uno.
Morena se queda con ocho de las nueve diputaciones federales de mayoría, y 18 de los 28 distritos locales, así como con las dos senadurías.
El gobernador priista Héctor Astudillo Flores también reconoció de inmediato a Andrés Manuel como el próximo presidente de México y todas las fuerzas políticas del estado han hecho lo mismo con los ganadores de Morena, como fue el caso de los ex candidatos a presidente municipal de Acapulco Joaquín Badillo Escamilla y Ricardo Taja Ramírez que junto a los dirigentes de los partidos que los postularon reconocieron el triunfo de Adela Román Ocampo.
Los pronunciamientos son altamente significativos ya que tanto el gobernador Astudillo que deberá transitar los últimos años de su mandato con un Congreso de mayoría morenista requerirá del apoyo del nuevo presidente, como Adela Román necesitará el apoyo del gobierno del estado para sacar adelante a Acapulco.
Ambos enfrentan problemas comunes que deberán enfrentar e intentar resolver en conjunto con el gobierno federal.
El más grave y apremiante es el de la violencia y la inseguridad, en el que las relaciones intergubernamentales son imprescindibles.
En un contexto de violencia como la que sufren el país, el estado y el municipio, el hecho de que todos los actores hayan contribuido en lo inmediato a distender el ambiente político que dejaron las campañas políticas llenas de ofensas, descalificaciones y rencores entre las militancias y los seguidores, es una buena señal de que existe el ánimo y la esperanza por un México en paz.
Lo que debe seguir es la reconciliación nacional para que la alta expectativa que el domingo se tradujo en sufragios pueda cumplirse. Si hubo dignidad en la derrota, corresponde la humildad en la victoria, como hasta el momento ha sido.
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