El mayor problema de AMLO a poco más de un mes de que tome protesta como presidente de México, apunta hacia un solo ángulo: no podrá acabar con la corrupción en el país, si antes no ataca las complicidades del poder. Porque es ahí donde radica el mayor cáncer de la función pública. Y además es muy difícil de extirpar. Basta con asomarse a los acontecimientos recientes para confirmarlo.
COMPLICIDADES IGUAL A CORRUPCIÓN.- Dos nombramientos en el incipiente gabinete municipal de la morenista Adela Román Ocampo en Acapulco, y otro más en el Congreso local de mayoría legislativa a favor del Morena, estarían metiendo mucho ruido en la coyuntura del cambio.
1.- La alcaldesa porteña enfrenta no solo los fuertes embates de la delincuencia organizada que intentan ponerla de rodillas, sino que se metió en otro predicamento político: designó como titular de la Capama a Mario Artemio Pintos Soberanis, un priísta reciclado -como muchos de los que ya acompañan a AMLO y se montaron oportunistamente en la cresta de esa ola- y de pasado cuestionable. Desde que fungió como delegado de la Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra (CORETT) en el estado de Morelos, confabuló para que el clan Salinas de Gortari, se apropiara de algunos terrenos comunales bajo sus más visibles prestanombres: el exsecretario privado del propio expresidente, Justo Ceja Martínez y Salvador Giordano Gómez, quien fue arraigado en septiembre de 1998 por la extinta Policía Judicial Federal, acusado de enriquecimiento ilícito y fraude a su paso por la desaparecida Conasupo. Giordano fue colaborador cercano de Raúl Salinas de Gortari. Además, Pintos Soberanis es concuño de Carlos Salomón Cámara, ex director de la Lotería Nacional -la caja chica durante mucho tiempo de los ex presidentes del país- en el periodo de Carlos Salinas de Gortari. A dicho personaje se le documentó en el sexenio de Vicente Fox, y por parte de la Secretaría de la Contraloría a cargo de Francisco Barrio Terrazas, un cuantioso desfalco por entregar recursos a diversas instituciones que no existían. Pinto Soberanis fue director de Administración y Finanzas de la Lotería Nacional. Como titular de la Capama fue destituido por el exgobernador tricolor José Francisco Ruiz Massieu, acusado de fuertes desvíos de dinero en ese organismo que dependía en ese entonces no del alcalde de Acapulco, sino del gobernador de la entidad. También el exgobernador René Juárez Cisneros lo destituyó como director de Comunicación Social, por esas mismas razones. Hoy, asume “con honestidad” que recibe a la Capama con una deuda de mil 470 millones de pesos. Y Adela Román, está feliz.
2.- En el Congreso local, fue designada Mireya Guzmán Rosas, como subsecretaria de Finanzas. Todo estaría bien de no ser por el oscuro pasado que arrastra: a su paso como secretaria de Finanzas en el vecino estado de Michoacán, durante la administración del perredista Leonel Godoy Rangel -cuando florecieron los grupos criminales La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios-, fue acusada de peculado y encarcelada un mes por ese delito. La revista Proceso, investigó que Mireya pagó una fianza de 423 mil pesos para salir libre bajo caución en el entendido de que ese delito no es considerado grave en Michoacán.
La Secretaría de la Función Pública la inhabilitó para ocupar cargos públicos de uno a seis años. Y la sanción comenzó en 2014.
Ahora reapareció en el Congreso local, cobijada por el presidente de la Junta de Coordinación Política, Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros. Desde donde se le vea, sobre esas bases putrefactas no puede fincarse el cambio prometido por López Obrador. Parece que las complicidades, los compadrazgos y los amigazgos terminarán por imponerse.
En réplica exacta a como ocurre en el PRI, PAN y PRD. El Morena está obligado a rectificar el camino torcido que pretende andar. Los millones de ciudadanos que votaron por ese partido, así se lo reclaman.
HOJEADAS DE PÁGINAS…Como el agua le llegó hasta el cuello, ahora un grupo de mujeres demandaron que el obispo de la diócesis Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, ofrezca una disculpa pública por el agravio mediático de exhibirlas como si todas “no estuvieran en misa” y de esa forma, justificar la muy alta estadística feminicida atribuible al crimen organizado. Literalmente, el prelado católico ya no quiere queso, sino salir de la ratonera.
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